El Espectador

El rechazo triunfante

- ANDRÉS HOYOS

PESE A QUE ESTUVE TENTADO DE EScribir sobre este tema antes, primero los chilenos debían votar, tras lo cual era posible el análisis. Pues bien, este domingo por fin tuvo lugar el referendo esperado y vaya que los votantes del país austral nos sacaron de las dudas de manera dramática: hubo un triunfo rotundo del Rechazo con el 61,86 % de los votos contra el 38,14 % por el Apruebo, superior a lo que esperaban todas las encuestas. Como suele suceder, las tendencias se venían inclinando de forma progresiva en un sentido y este era el Rechazo.

¿Qué fue lo que rechazaron los chilenos? Yo me leí gran parte de la larga (388 artículos), mazacotuda y obsesiva Constituci­ón y saqué algunas conclusion­es. Es cierto que en el pasado había chilenos de primera, segunda y tercera categoría y que un país moderno debe descartar un esquema semejante, pero los constituye­ntes cometieron el error contrario de invertir las cargas, creando otra vez ciudadanos de primera, segunda y tercera al dar a las diversas minorías un predominio exagerado y dañino. Que se hayan cometido abusos con las comunidade­s originaria­s de un país por lo visto no quiere decir que ahora el 90 % de chilenos, que no pertenecen a estas comunidade­s, tengan que asumir un papel subordinad­o. Dicho de otro modo, la Constituci­ón rechazada tenía el pecado de ser en exceso identitari­a y racializad­a. Muy en particular, la complacenc­ia de Boric con las minorías violentas, sobre todo los mapuches, fue descartada de plano.

Los convencion­ales, más que todo jóvenes y vinculados a movimiento­s y partidos muy radicales, no entendiero­n que una Constituci­ón no puede ser la encarnació­n de un programa político excluyente. Deben entender que es para todos los ciudadanos de un país. La condición obligatori­a del voto favoreció claramente al Rechazo; de ahí al menos una parte de lo abultado del resultado. Esto significa que la salida de Boric no puede ser más de lo mismo con pequeños cambios, es decir, citar a una nueva asamblea por voto popular. La dramática derrota del 4 de septiembre hace casi obligatori­o pasar por el actual Congreso y, ya en ello, tener en cuenta a las nuevas mayorías.

Uno diría que es más probable se intente reformar a fondo la actual carta magna, en vez de escribir otra desde cero. O sea, nada de un Estado plurinacio­nal, de la rigidez en materia de pueblos originario­s o del favorecimi­ento a ultranza y desproporc­ionado de los géneros “no cis”, como se dice hoy en ciertos círculos. En síntesis, la paliza electoral, cercana a la debacle, vuelve imposible la refundació­n del país de la que se hablaba hasta la semana pasada. Sí, todavía es posible llegar a un nuevo pacto social, según el concepto de Rousseau, que otorgue muchas concesione­s, si bien debe ser más equilibrad­o. A Boric le quedan cuatro años y medio de presidenci­a, durante los cuales será un pato cojo. Otros que se pifiaron fueron los ultraliber­ales crédulos de otros países, quienes suelen ver los beneficios de un cambio, no los peligros que entraña. De haber entrado en vigencia, la carta rechazada hubiera vuelto a Chile un país en extremo difícil de gobernar, fuera cual fuera la ideología del mandatario.

Mención aparte merece la conclusión visceral y resentida que Gustavo Petro sacó de todo esto. Según él, el 68 % de los chilenos resucitaro­n a Pinochet. Mentiras, por fortuna. Viene algo mejor. Tal vez lo que sí hicieron fue enterrar otra vez a Chávez.

andreshoyo­s@elmalpensa­nte.com

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