Segunda oportunidad
A DOS MESES Y MEDIO DE ELEGIDO Petro, es evidente que tomará tiempo para que las expectativas de quienes auguran la catástrofe y de los que imaginan la salvación se acoten. Por eso, si fuéramos realistas, no debería sorprendernos que su gabinete no estuviera listo en el momento de su posesión. Entre los múltiples compromisos adquiridos para lograr llegar al poder y su reconocido desorden administrativo, demostrado durante su alcaldía, contar con su equipo completo para ese momento era difícil. Sin embargo, después de un mes de iniciado su gobierno, es inconcebible que todavía existan cargos esenciales para el funcionamiento del Estado y el desarrollo de sus tan cacareados cambios sin nombramiento.
Las últimas palabras del discurso inaugural de Petro fueron: “Esta segunda oportunidad es para ella, la niña arhuaca, y para todos los niños y las niñas de Colombia; niños y niñas colombianos, tenemos una segunda oportunidad bajo los cielos de la
Tierra”. Con ese final, algunos de los entusiasmados por esta elección, pero realistas con nuestras expectativas, alcanzamos a formar parte del grupo que imagina la salvación. Ningún presidente había terminado su discurso de posesión poniendo a los niños en el centro de su gestión; esto, unido al nombramiento de Alejandro Gaviria como ministro de Educación —quien, además de sus reconocidas calidades y experiencia, durante su campaña electoral propuso un plan educativo comprensivo cuyo énfasis residía en la recuperación del sistema, duramente golpeado por la pandemia—, ilusionó a muchos de los que llevamos años abogando por la niñez y la juventud colombiana.
Dos temas se deben abordar y priorizar si es cierto que queremos darles a los niños y a las niñas del país una segunda oportunidad. Primero, retomar, optimizar y expandir la atención integral a la primera infancia, política que se estancó años antes de la pandemia y prácticamente desapareció durante la misma, sin asomos de resurgir. Brindar a los niños las mismas oportunidades en salud, cuidado, nutrición y educación desde el momento de la concepción es la mejor forma de combatir la inequidad y lograr el retorno económico de una sociedad en el futuro. El segundo es combatir la deserción, el retraso y las pérdidas de aprendizaje de la población en edad escolar, debido al fatídico cierre del sistema educativo por casi dos años. Cada semana se publican estudios que muestran la catástrofe educativa generada por las malas decisiones de nuestros gobernantes durante la pandemia. Entonces sería inexcusable ignorar esta situación, como lo hizo el gobierno anterior, e imposible aseverar que los niños y las niñas son el centro de esta nueva administración si este problema no se trata con celeridad.
Por lo anterior, es inexplicable que cargos tan importantes para lograr estos loables cometidos, como lo son la dirección del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar y el Viceministerio de Educación Preescolar, Básica y Media, sigan sin ser designados. Sin estos líderes, ojalá escogidos por sus atributos y trayectorias, se pierde tiempo valioso, que el mismo Petro reconoció como un bien muy preciado cuando instaló su incompleto gabinete, y será imposible que la nueva generación de niños y niñas de Colombia acceda a esta segunda oportunidad (cruzo los dedos para que cuando se publique esta columna ya hayan sido elegidos).