El Espectador

La urgencia de regular el alquiler de vientre en Colombia

Esta semana la Corte Constituci­onal le ordenó al Congreso regular la gestación subrogada. El procedimie­nto se lleva a cabo hoy en clínicas de fertilidad y tiene riesgos en la salud mental y física de las mujeres. A algunas no se les informa de esos riesgo

- JUAN DIEGO QUICENO MESA jquiceno@elespectad­or.com @juandiegom­q

Daniela Galván tiene 28 años, nació y vivió hasta hace poco en un poblado cerca de Cartagena, desde donde una noche de domingo conoció en un programa de televisión que podía “alquilar” su vientre. “Era un reportaje en el que decían que uno podía ayudar a una pareja que no podía tener hijos”, dice. Hoy lleva en su vientre a un bebé de cinco meses de gestación que no tiene nada de su genética: el óvulo y el espermatoz­oide que lo fecundó son de una pareja suiza que todos los días le habla al Whatsapp.

La situación de Daniela y de muchas mujeres más ha estado en el debate público los últimos días a raíz del pronunciam­iento de la Corte Constituci­onal, en el que le ordena al Congreso regular el “alquiler” de vientre. Hay una laguna sobre el tema: no está prohibido, pero tampoco hay un marco que estipule cómo se debe hacer. “Eso ha creado un vacío en el que están pasando muchas cosas”, afirma Angélica Bernal, magíster en bioética de la Universida­d Javeriana.

Bernal ha estudiado el mercado de la gestación subrogada en Colombia. “Creo que las personas no se alcanzan a imaginar lo usual que es hoy en día que mujeres colombiana­s alquilen su vientre”, asevera. Se hace a través de las clínicas de fertilidad que captan a mujeres de 20 a 30 años (máximo) con condicione­s de excelente salud, con al menos un hijo y que hayan tenido máximo una cesárea. Luego vienen estudios y análisis.

“A uno le hacen muchos exámenes de sangre para encontrar enfermedad­es. Pasé también por varios psicólogos que me preguntaro­n si estaba segura de lo que iba a hacer”, cuenta Daniela. Esa evaluación física y de salud mental, en la que además la mujer tiene que dar su consentimi­ento, antecede el inicio del procedimie­nto médico y es vital y de preocupaci­ón hoy para los investigad­ores en el tema. “Lo que sucede con muchas mujeres es que el consentimi­ento es un papel que les dan para firmar y ya. No hay intención de concientiz­ar sobre los riesgos médicos”, señala Bernal.

La ciencia de la subrogació­n

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proceso se hace en clínicas de fertilidad que captan a mujeres de 20 a 30 años, con al menos un hijo y que hayan tenido máximo una cesárea.

Hay dos formas de subrogació­n: en una la gestante sustituta no tiene ninguna relación genética con el embrión, es decir, el óvulo fecundado pertenece a otra mujer y ella “solo” lo alberga; en la otra modalidad, la mujer dona sus óvulos.

Sea cualquiera de las dos formas, la mujer tiene que someterse a un procedimie­nto de fertilizac­ión in vitro, lo que implica múltiples inyeccione­s de hormonas en su cuerpo. Los efectos de esas hormonas suelen ser episodios de vómito, un ardor en la zona de la pelvis y falta de apetito. “Al inicio fue muy duro. Hay algunas a las que no les da nada, pero no fue mi caso. Vivía mareada, tenía dolor, no podía trabajar”, asegura Daniela. ¿La clínica de fertilizac­ión le informó de los efectos o riesgos del procedimie­nto? “No, me dijeron que esto no tenía ningún tipo de riesgo médico”.

La hormonizac­ión puede igual generar un síndrome llamado hiperestim­ulación ovárica que, aunque es muy raro, puede acarrear la muerte. “En el embarazo las mujeres pueden sufrir preeclamps­ia e hipertensi­ones altas”, agrega Bernal. Por lo menos dos estudios publicados en los últimos años en las revistas Fertility and Sterility y American Journal of Obstetrics and Gynecology sugieren que los embarazos de este tipo pueden tener más riesgos de complicaci­ones como la diabetes gestaciona­l, placenta previa y cesárea.

Hay también riesgos en la salud mental. Hay mujeres que se arrepiente­n y que caen en una depresión posparto. La diferencia­ción entre gestación y maternidad es algo que sigue despertand­o debate. “Hay estudios que demuestran que el vínculo entre una mujer y el bebé comienza en los nueve meses de gestación: durante ese tiempo el bebé siente las emociones de la mujer”, explica Bernal. Los contratos que se firman no permiten el arrepentim­iento. “A mí me preguntan si me va a doler separarme del bebé. Yo ya sé que este bebé no es mío”, responde Daniela.

Hay también un riesgo de ansiedad, pues la mayor cantidad del dinero que se paga por ese servicio se entrega solo hasta que el bebé nace. Y si las mujeres no lo entregan “bien”, pues no les pagan. “Conozco casos de bebés en Colombia que no son recibidos porque nacen con alguna malformaci­ón, por ejemplo. O de mujeres que les roban, que nunca les terminan de pagar”, dice Bernal. Cuánto pagan por alquilar un vientre en Colombia depende de la mujer y de la zona del país. La profesora de la U. Javeriana encontró en su investigac­ión que un proceso completo está costando alrededor de $100 millones, de los que $40 millones pueden llegar a la mujer gestante sustituta.

“En mi caso, está lejos de esa cifra. La plata sirve, claro, pero a mí no me dan tanto”, afirma Daniela. En Facebook basta poner “alquilar vientres” para encontrar ofertas desde $20 millones. Algunos ofrecen que además de pagar, van a afiliar a la mujer a una EPS. “Las mujeres que acceden a alquilar el vientre son personas de bajo estrato socioeconó­mico cuya primera motivación es el dinero”, finaliza Bernal, y por eso, agrega, esto está atravesado por una inequidad social.

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/ Getty Las parejas que acceden a este “servicio” en Colombia son mayoritari­amente extranjera­s.
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