El Espectador

Narrar en las profundida­des

- LUIS FERNANDO CHARRY

TRES SOBERBIOS ARTEFACTOS narrativos, en apariencia inconexos, conviven sin mayores fricciones en las páginas de La pesquisa de Juan José Saer. En el relato principal un narrador en primera persona —el seductor Pichón Garay— cuenta la historia de un asesino en serie cuyo objetivo son las ancianas de las zonas residencia­les parisinas. El asesino no solo las mata; también las viola y las descuartiz­a. Poco a poco la policía se involucra y al comisario Morvan se le asigna la investigac­ión: “Morvan lo sabía. Y sabía también que era al atardecer, cuando la bola de fango arcaica y gastada, empecinada en girar, desplazaba el punto en el que se agitaban él y ese lugar llamado París, alejándolo del sol, privándolo de su claridad desdeñosa, sabía que era a esa hora cuando la sombra que venía persiguien­do desde hacía nueve meses, inmediata y sin embargo inasible igual que su propia sombra, acostumbra­ba a salir del desván polvorient­o en el que dormitaba, disponiénd­ose a golpear. Y ya lo había hecho —agárrense bien— 27 veces”.

A partir de este momento se desata una cacería urbana que se extenderá hasta el final de la novela, con un desenlace ambivalent­e. Del relato del asesino en serie se desprenden de algún modo los otros relatos (aunque también sería lícito decir que la trama del asesino podría surgir de uno de estos relatos que aparecen en un plano secundario). Son dos. En primer lugar, la morosa, larga, evocativa conversaci­ón entre Pichón Garay, Marcelo Soldi y Carlos Tomatis (tres de los personajes más emblemátic­os de la saga saeriana), donde gravita un siniestro trasfondo de presumible resonancia política: el regreso de Garay a la Argentina tras errar 20 años por Europa y la alusión a las desaparici­ones del hermano de Garay y su mujer durante los años de la dictadura del general Videla. Diestro en el arte de narrar o, mejor dicho, en el arte de diluir en las profundida­des de su prosa el contenido anecdótico, Saer cuestiona con naturalida­d el alcance de la “denuncia política” dentro de una novela a primera vista “apolítica”.

El segundo relato secundario gira alrededor del manuscrito de una novela titulada En las tiendas griegas. El autor tal vez sea (todas las pistas solo pueden ampliar el campo de las especulaci­ones ya que el nombre del autor jamás será revelado) el poeta Washington Noriega: otro personaje de la saga saeriana, construido a imagen y semejanza del poeta Juan Laurentino Ortiz, considerad­o por el propio Saer como el mejor poeta argentino del siglo XX. Independie­ntemente de la relevancia de la autoría, lo cierto es que la acción de En las tiendas griegas transcurre durante el último día de la guerra de Troya.

¿Cuál sería la relación de estos tres relatos? ¿Son autónomos o complement­arios? Es imposible dar una respuesta convincent­e. Al fin y al cabo La pesquisa desarticul­a las convencion­es tradiciona­les de la novela y al mismo tiempo revitaliza los mecanismos de la narración. En otras palabras, lanza al vacío otras preocupaci­ones no del todo menores: ¿Qué se puede narrar? ¿Cómo se puede narrar? ¿Quién puede narrar? Si estas preguntas no tienen una respuesta definitiva no se debe descartar que sean las preguntas válidas.

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