Oscar Wilde, corbatas y metáforas
EN OTRAS INQUISICIONES, BORGES definió así al irlandés: “Mencionar el nombre de Wilde es mencionar a un dandy que fuera también un poeta, es evocar la imagen de un caballero dedicado al pobre propósito de asombrar con corbatas y metáforas. Lo que muchos olvidan es que casi siempre Wilde tiene razón. Como Gibbon, como Johnson, como Voltaire, fue un ingenioso que tenía razón, además. Fue, para de una vez decir palabras fatales, clásico en suma”.
Es probable que Borges haya escrito esto pensando en El alma del hombre bajo el socialismo, donde Wilde advirtió que esta ideología podía ser benéfica para el pueblo mas no para el artista. Con sorprendente agudeza, Wilde comprendió que el socialismo era casi una religión y que el artista, siempre alineado en la contracultura, resultaría allí un hereje. El capitalismo también tiene dogmas, claro (“el oro es sabio y se autorregula”), pero su moral es pagana, es decir, laxa. El capitalismo es cínico por definición, todo lo perturba (“la sensibilidad de los mercados”), pero nada lo ruboriza y puede aclimatarse en monarquías, en dictaduras y hasta en regímenes comunistas; por esto el capitalismo no incurrió en necedades como las del “arte comprometido”, ni aplaudió el desprecio por el “arte burgués” ni la estética del “realismo socialista”, ni incurre ahora en los respingos de lo “políticamente correcto”. Wilde dijo:
“Perdona siempre a tus enemigos: nada les molestará más”.
“No hay necesidad de separar al monarca de la mafia: toda autoridad es igualmente pérfida”.
“La vida es una cosa demasiado importante como para tomársela en serio”.
“La diferencia entre un gran amor y un capricho es que el capricho dura más”.
“No soy lo bastante joven como para saberlo todo”.
“Cuando la gente está de acuerdo conmigo siento que estoy equivocado”.
“Todo el que es incapaz de aprender decide enseñar”.
“La experiencia no es más que el nombre que damos a nuestros errores”.
“Los amigos de verdad te apuñalan de frente”.
“Si los pobres no sirven para darnos buen ejemplo, ¿para qué sirven?”.
“El arte es inútil”.
Hay dos aforismos suyos que definen el perfil del cínico vulgar y el de su antónimo, el moralista.
“¿Qué es un cínico? Es un hombre que sabe el precio de todo y el valor de nada”.
“Los libros que el mundo califica de inmorales son los que enfrentan al mundo con sus propias vergüenzas”.
“Lo ha perjudicado la perfección”, dice Borges el paradojal. “Su obra es tan armoniosa que puede parecer inevitable y aun baladí. Nos cuesta imaginar el universo sin los epigramas de Wilde”.
Alguna vez, pensando en la gravedad del pensamiento de Wilde luego de pasar por la cárcel de Reading, le dije a Álvaro Pío Valencia, la oveja blanca del clan, que si Wilde hubiera ido más temprano a la cárcel tal vez nos habríamos perdido la parte picante de sus epigramas (“Dickens es nuestra primera autoridad en todo lo que es de segundo orden”), pero su obra habría ganado peso y sensibilidad. Álvaro Pío me miró con compasión y dijo: “Sí, pero entonces Wilde no sería Wilde”.
P. S. “La crítica literaria no tiene que ser sincera ni justa”, dijo el genio irlandés y sentó dos postulados definitivos del género en una frase. Al sugerir que la crítica debe ser “hipócrita” nos recuerda que la edición de los textos es esencial. Menospreciar la “justicia”, es decir, la exactitud de los juicios críticos, fue su manera de advertirnos que hablamos de letras, una materia subjetiva, no de matemáticas.