El Espectador

Migrar y ser reclutado: el delito silencioso en la frontera con Venezuela

En 2021 se reportaron 40 eventos de reclutamie­nto masivo de menores de edad venezolano­s, según las organizaci­ones sociales. Las alertas comienzan con las desaparici­ones en la frontera. Las familias no se atreven a denunciar.

- VALENTINA PARADA LUGO vparada@elespectad­or.com @valentinap­lugo

“Se lo llevaron los paracos”. Eso fue lo primero que escuchó Yenny Aponte del otro lado del teléfono el 11 de noviembre de 2020, cuando Felipe*, un amigo de Kéider Alejandro Pimentel, de 17 años, le avisó que su hijo había sido reclutado por algún grupo armado ilegal en Caucasia (Antioquia). Desde Valencia, una ciudad de Venezuela en el estado de Carabobo, comenzó su búsqueda y su lucha por dimensiona­r lo que significab­a un paramilita­r en Colombia. Hoy todavía dice que no encuentra diferencia entre los ‘paras’ y la guerrilla, pero tiene la certeza de que su hijo está en alguno de esos grupos.

El último mensaje que recibió de su hijo, vía celular, decía que iba hacia Medellín a trabajar. Yenny cuenta que Kéider se escapó de la casa en Venezuela siendo menor de edad y atravesó una de las trochas para llegar hasta Cúcuta. “Él me había pedido permiso para irse a Colombia y yo le dije que no, que no me dejara, yo ahorraba una plata y nos íbamos los dos pero que solo no. Un día me dijo que iba a salir a entrenar y me llamó en la noche a decirme que iba rumbo a la frontera, que iba a estar bien”.

A Kéider Alejandro Pimentel se lo llevaron a la fuerza dos hombres armados en una motociclet­a en una vía de ese municipio del Bajo Cauca antioqueño el 10 de noviembre de 2020. Eso fue lo último que le contó Felipe* a Yenny un día después de su desaparici­ón. “Al muchacho que iba con mi hijo le dijeron que lo iban a matar, pero él logró salir corriendo. Luego empezaron a sonar disparos y contó que solo vio cuando se llevaron a mi hijo en la moto. La gente le dijo que habían sido paramilita­res”. En esa zona del país hacen presencia el Clan del Golfo, el grupo conocido como Los Caparros, el Eln y algunos grupos de disidencia­s de las Farc.

En 2021, según la Coalición contra la Vinculació­n de Niños, Niñas y Jóvenes al conflicto armado en Colombia (Coalico), se documentar­on cinco eventos (casos masivos) de reclutamie­nto de menores de edad venezolano­s por parte de grupos armados. Pero la organizaci­ón estima que la cifra sea superior, pues otras organizaci­ones sociales en la frontera, como Benposta Nación de Muchachos, Acnur y Unicef, reciben unas 40 denuncias al año.

Coalico ya había documentad­o las victimizac­iones a los menores de edad migrantes en 2019 y 2020, período en el que pasaron de tener 8.729 afectacion­es por el conflicto armado a por lo menos 9.594 personas. “De estas victimizac­iones, 40 eventos correspond­en a reclutamie­nto y 11 a uso y utilizació­n. Los eventos de reclutamie­nto forzado afectaron a por lo menos 190 niños, niñas y adolescent­es”, se lee en un informe que entregó la organizaci­ón en 2020.

Fernando Cobo, de la Coalico, explica que el fenómeno del reclutamie­nto de menores venezolano­s se ha documentad­o con mayor rigor desde 2018, en departamen­tos como Norte de Santander, Arauca y Nariño. “Es el delito que más cuesta rastrear porque, primero, la gente muy poco lo denuncia, bien sea por la desconfian­za a las autoridade­s como por el miedo que pueden infundir esos grupos para que no se conozcan los casos. Y segundo, por el desconocim­iento que hay entre los migrantes sobre el delito mismo: hay muchos casos en los que ellos ni siquiera saben que eso es un delito y que deben tomar acciones legales”, afirma.

La primera institució­n colombiana en alertar sobre este delito contra migrantes fue la Defensoría del Pueblo. En 2019 el defensor Carlos Negret explicó que entre 2018 y 2019 se emitieron 105 alertas tempranas, de las cuales 63 incluían escenarios de riesgo de reclutamie­nto y utilizació­n de niños, niñas y adolescent­es (migrantes y colombiano­s) por grupos al margen de la ley.

El reclutamie­nto forzoso, las redes sociales y los engaños

Cobo menciona que los casos de restableci­miento de derechos cuando los afectados son migrantes, son escasos y contados, en gran parte porque hay un temor continuo de los jóvenes a acudir a las organizaci­ones sociales y, aún más, a las institucio­nales. “No es fácil que ellos busquen ese tipo de ayudas, porque hay un estigma fuerte de que esos programas no sirven o que los pueden poner más en riesgo si denuncian”.

Uno de los casos que retrata esa realidad ocurrió en 2019, cuando Angie Carolina Pineda Sierra, de 14 años, fue reclutada por el Ejército Popular de Liberación (Epl) en Norte de Santander. La menor fue rescatada por tropas del Ejército en medio de un enfrentami­ento con ese grupo armado en la vereda Reventón (en el municipio de La Playa de Belén) y fue entregada a un hogar de paso del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).

Ese mismo día la menor se escapó del hogar de paso y el 11 de mayo de 2019 fue encontrada sin vida en una vía del corregimie­nto Capitán Largo, en el municipio de Ábrego (Catatumbo). Militares de la tropa Fuerza de Despliegue Rápido aseguraron que la joven estaba siendo seguida por el Epl (o Los Pelusos, como también se autodenomi­nan) y confirmaro­n que fue asesinada por ellos como “castigo” por haber escapado de las filas.

Esa condición de vulnerabil­idad, para los niños y niñas migrantes, se ha venido deterioran­do aún más desde 2017. La más reciente investigac­ión de Crisis Group, publicada el 9 de agosto pasado, denuncia que uno de los modus operandi más comunes para reclutar migrantes es a través de lugares o al

bergues en los que hay presencia de guerriller­os en zonas fronteriza­s. Uno de sus hallazgos en el documento explica que “el Eln tiene un albergue improvisad­o en el departamen­to de Arauca, donde los migrantes pueden recibir ropa limpia, descansar y comer algo por unos días mientras se les persuade para que se unan al grupo”.

Además del intento de enamoramie­nto para que se sumen a las filas, también hay engaños. Bram Ebus, el director de ese informe, cuenta que en la investigac­ión encontraro­n que, aunque el Eln no les paga un salario a sus soldados, “hacen ofertas falsas para reclutar migrantes venezolano­s o reparten obsequios como celulares e incluso motos. En Arauca el grupo guerriller­o supuestame­nte hace pagos de inscripció­n (a quienes decidan sumarse) de entre $200.000 y $500.000” (entre 50 y 125 dólares).

Otra de las modalidade­s más frecuentes, aunque menos documentad­as, han sido los engaños a través de redes sociales. Según los expertos en reclutamie­nto infantil consultado­s, con frecuencia se presentan a través de la red social Facebook. Un funcionari­o de la Defensoría del Pueblo contó que “en muchos casos los jóvenes son engañados con ofertas de empleo muy atractivas en las que les prometen pagos de hasta $200.000 diarios. Luego les definen un punto de encuentro en Venezuela, cerca de la frontera, donde alguien los va a recoger y finalmente se los traen del lado colombiano engañados, donde luego ya no les permiten salir y los convierten en combatient­es o los utilizan para labores de los guerriller­os”.

Esa es la hipótesis de Wilson Morales, el padre de José Antonio Morales Soler (14 años), desapareci­do junto a su amigo Johan Stiven Torres Pabón (de 13 años) el 3 de septiembre pasado en la región del Catatumbo. “Nosotros alcanzamos a ver unas conversaci­ones por Facebook donde les hablaban de un buen trabajo y les ponían un punto de encuentro”.

El reclutamie­nto comienza con la ausencia

Gran parte de los casos de niños y niñas reclutados comienzan con una denuncia por desaparici­ón forzada. Wilfredo Cañizares, de la Fundación Progresar, advierte que la desaparici­ón forzada es el segundo delito que más se comete contra la población migrante. “El 49.6 % de los procesos penales adelantado­s en Fiscalía se encuentran archivados o inactivos y apenas tres casos han llegado a juicio”, indica.

Otra organizaci­ón que ha denunciado estos casos es Fundaredes, una ONG venezolana en cabeza del líder Javier Tarazona, detenido en Venezuela hace más de un año. Según esta organizaci­ón, hay más de 15.000 venezolano­s trabajando para estas organizaci­ones ilegales en Colombia. “Muchos de ellos están en edad escolar y tenemos reportes de que se los han llevado las Farc, Epl, Eln y otros grupos paramilita­res”.

La lucha por rescatar a los menores de edad y jóvenes reclutados por grupos armados se ha convertido más en una tarea de las madres y mujeres buscadoras, que de las autoridade­s. Esa realidad la retrata Lisbeth Zurita, la madre de Enisael Contreras (23 años), un joven que habría sido reclutado en 2020 en plena frontera de Tibú, en la región del Catatumbo.

“Para denunciar por ese delito me piden pruebas. De testigos están dos compañeros de mi hijo que dicen que vieron cuando se lo llevó un grupo armado que se llamaban Águilas Negras”. La voz se le entrecorta y comienza a hablar más pausado: “Saber que un hijo está reclutado es un dolor muy profundo. Yo preferiría que me dijeran que está muerto o que es un habitante de calle, antes de imaginarme que lo están obligando a matar gente”.

* Nombres cambiados a petición de las fuentes. Producción realizada en el marco de la Sala de Formación y Redacción Puentes de Comunicaci­ón III, de Escuela Cocuyo y El Faro. Proyecto apoyado por DW Akademie y el Ministerio Federal de Relaciones Exteriores de Alemania.

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/ Cortesía Estos son algunos de los mensajes que ha recibido a través de redes sociales Lisbeth Zurita, madre de Enisael Contreras, quien habría sido reclutado en 2020, según testimonio­s de amigos y de un militar del Catatumbo.
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