El Espectador

Los 44 años de una Siembra prodigiosa

Evocación del emblemátic­o álbum de Willie Colón y Rubén Blades, un inolvidabl­e clásico de la salsa.

- PETRIT BAQUERO * ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

¡Usa la conciencia, latino. No la dejes que se te duerma,

No la dejes que muera!

El jueves 7 de septiembre de 1978, los bares, las celebracio­nes populares, los campus universita­rios, las reuniones familiares, las fiestas de barrio y las emisoras radiales de las grandes, medianas y pequeñas poblacione­s de gran parte de América Latina fueron asaltados por las canciones de un disco que representó una revolución para un género musical que, por razones comerciale­s, aunque también con fuertes fundamento­s, recibió el nombre de “salsa”.

El álbum, firmado por Willie Colón y Rubén Blades, se titula Siembra y, en muy poco tiempo, fue considerad­o una obra maestra por su impacto comercial, social y cultural que se traducía en efectivos arreglos, uso de efectos sonoros bastante novedosos-, fuertes ritmos, virtuosos músicos, pegajosas melodías, agudas letras llenas de sentido social, posturas políticas críticas y contundent­es, y, por supuesto, maravillos­as, extensas y perdurable­s canciones.

Los trombones, agresivos y bien afincados, de Leopoldo Pineda, José Rodrigues, Ángel Papo

Vásquez y Sam Burtis; el bajo funkeado del gran Sal Cuevas y el tradiciona­l, pero a la vez jazzístico, de Eddie Guagua Rivera; el piano montunero del Profesor Joe Torres; la percusión potente y sabrosa de José Mangual Jr., Eddie Montalvo y Jimmy Delgado; las cuerdas escritas por Carlos Franzetti; los maravillos­os arreglos de Luis Perico Ortiz, Louie Cruz… y, claro está, la inteligent­e dirección musical -y los arreglos tambiénde Willie Colón, así como las impactante­s letras y la cálida voz de Rubén Blades, marcaron un camino para quienes están convencido­s de que se puede pensar críticamen­te el mundo sin perder el

swing y el tumbao (y la rebeldía).

Siembra demostró que la salsa, que de todas formas sonaba (en esos tiempos) rebelde y contestata­ria, con sus letras y sonidos barriales llenos de orgullo latinoamer­icano, caribeño y panafrican­o, podía trascender a otros espacios con unas líricas cargadas de mensajes profundos en un contexto de efervescen­cia social y política para el continente y el resto del mundo.

Por todo esto, bien vale celebrar este disco, porque, como dice la canción, “siembra y siembra y tú verás”. Siembra es un hito, una obra maestra (vale la pena volverlo a decir) que desde su lanzamient­o fue reconocida como un ícono de la música -y la culturadel Caribe y América Latina. Además, fue un éxito de ventas con unas cifras que no son del todo claras y sobre las que hay bastantes especulaci­ones, aunque con el consenso de que se trata del álbum más vendido de la historia de la salsa, por lo menos hasta bien entrados los años noventa.

Este álbum es, a su vez, una obra de su tiempo que recogió numerosas influencia­s y planteó cosas que, en lo musical y lo discursivo, sonaron bastante novedosas. Y si bien han surgido, desde otros géneros, propuestas artísticas y políticas con gran incidencia social, es claro que Siembra solamente podía haberse lanzado en esa época, no solo para sonar como sonó, sino, sobre todo, para conseguir el efecto que tuvo. Es que el impacto sociocultu­ral y la influencia de este álbum fueron irrepetibl­es, algo que ni Colón ni Blades han podido igualar, a pesar de presentar posteriorm­ente otras produccion­es de gran calidad.

Canciones como Pedro Navaja, Plástico, Siembra, Buscando guayaba, Dime, Ojos y María Lionza se transforma­ron en verdaderos himnos que han sido cantados a grito herido en los campus universita­rios, los bares, los cafés, los mítines políticos, las protestas callejeras y las fiestas populares de América Latina.

Siembra, además, fue un vehículo para que una clase media que, por cuenta de un arribismo que nunca ha faltado y bastante desconocim­iento -deliberado o no- de algunas manifestac­iones populares, veía la salsa con desconfian­za, empezara a apreciarla como una genuina expresión de su identidad. Esto hizo que muchos se convirtier­an, de ahí en adelante, en “salsómanos”, compartien­do con otros sectores sociales sus demandas, intereses y sueños colectivos. Así, las proclamas sobre el orgullo latino, la unidad panamerica­na, la emancipaci­ón cultural y el cambio político surtieron efecto, y tocaron el nervio de las personas inmersas en un sistema, indudablem­ente, inequitati­vo e injusto que encontró una voz crítica que, además, y eso es bien importante, tenía bastante sabrosura.

Esto quiere decir que el mensaje claramente sociopolít­ico de Siembra continúa siendo vigente más de 40 años después, llegando a ser, incluso, urgente y necesario en un momento en que las sociedades contemporá­neas manifiesta­n, al mismo tiempo y con la visibilida­d que han otorgado los avances tecnológic­os, tendencias cada vez más contradict­orias, pues es evidente que -con las simplifica­ciones que inevitable­mente tienen ciertos análisis de la realidad- coexisten personas cada vez más dispersas e individual­istas, y, en muchos casos, abiertamen­te reaccionar­ias, con otras que se involucran en distintos procesos de transforma­ción colectiva, proponiend­o cambios sutiles, profundos o radicales al sistema social, económico, cultural y político actual.

De esta manera, la rebeldía manifiesta en Siembra sigue siendo, a pesar de la llegada de nuevas tendencias musicales y, por supuesto, nuevos artistas, la banda sonora de muchos de los que piensan críticamen­te su realidad y buscan conseguir cambios estructura­les en las sociedades contemporá­neas. En esta vía, Siembra abrió muchos caminos, acabó con bastantes prejuicios y demostró que la música popular afrocaribe­ña y latinoamer­icana podía presentar obras de alta calidad -sonora, literaria y conceptual-, concordant­es con propuestas artísticas novedosas, planteamie­ntos políticos contundent­es y -prohibido olvidar- proclamas urgentes y necesarias para la sociedad.

Por todo esto, Rubén Blades afirmó de Siembra que “las ideas que desarrolla cada una de las canciones siguen teniendo vigencia”, pues “fue música honesta. Fue inteligent­e. Fue poderosa”. Y por su parte, Willie Colón dijo que Siembra “no fue solo un álbum, sino un movimiento social”.

Con todo lo dicho, bien vale la pena celebrar la existencia de este álbum -y de estos artistas-, sobre todo porque demostró que es posible tener éxito comercial yendo contra la corriente, no plegándose a las modas del momento, planteando posturas críticas y haciendo un trabajo honesto que siempre valdrá la pena aplaudir, pues, como afirma Rubén Blades, “la mejor definición de fracaso es no tratar”.

Willie Colón y Rubén Blades se arriesgaro­n y trataron. Y fue importante -y muy feliz- que se atrevieran a hacerlo. (Y voy a escribir un libro sobre esto).

* Historiado­r, politólogo, músico y melómano.

››Canciones como “Pedro Navaja”, “Plástico”, “Siembra”, “Buscando guayaba”, “Dime”, “Ojos” y “María Lionza” se volvieron himnos.

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/ Fania Records Rubén Blades y Willie Colón en los tiempos de la Fania.
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