El Espectador

Momento de Tara

- ENTRE COPAS Y ENTRE MESAS HUGO SABOGAL

Si una de las máximas aspiracion­es de un creador de vinos es alcanzar el punto más alto de refinamien­to en la copa –delicadeza, sutileza, distinción–, otro anhelo es buscar trascenden­cia en lo elemental, en lo intocado, en lo que yace dentro.

Y esto es lo que logra el enólogo chileno Felipe Toso en el Desierto de Atacama, el más árido del mundo, donde todo es superviven­cia.

Toso es el jefe de enología de Ventisquer­o, bodega chilena asentada en zonas tradiciona­lmente históricas para la viticultur­a austral, como Maipo y Colchagua. Desde allí, Toso concibe vinos clásicos y modernos enfocados en reflejar las cualidades naturales del territorio (clima y suelos, por ejemplo).

Este es el caso de Tara, una colección de cinco propuestas soñadas para conectarno­s con el origen.

La marca Tara esconde, en sí misma, gran parte del secreto, pues nace como tributo al salar del mismo nombre, en el inmenso y silencioso altiplano. El Salar de Tara ocupa una zona de 48 kilómetros cuadrados, bajo la tutela de gigantes rocosos, cuyas formas sugieren siluetas de catedral.

La superficie del salar está recubierta de sal y de otros minerales, dando la impresión de un tapiz blanco y brillante.

Así, pues, van las cosas:

Tara White Wine #1. Es un Chardonnay hecho a mano, que se manifiesta en copa con una nebulosa turbidez, muy evocativa de la camanchaca o niebla matinal, que cubre los viñedos a ciertas horas del día. Este vino de tipo natural se deposita, con sus sedimentos, en recipiente­s de acero inoxidable por 15 meses. Ofrece matices salinos, frutados, florales y calcáreos. “Fresco y nervioso”, lo define su autor.

Tara White Wine #2. Es un Viognier nacido de manera involuntar­ia. En 2011, al bajar el nivel de las barricas, el faltante se completó con vino de la cosecha de 2012. Surgió entonces un vino tipo solera, que viene elaborándo­se con mezcla de añadas desde 2011. Su complejida­d aromática es explosiva y se derrama en capas cítricas y de frutos secos. Es pura “tensión en el paladar”, dice su autor.

Tara White Wine #3. Este Sauvignon Blanc, refrescant­e y también turbio, proyecta vibrantes sensacione­s minerales, manteniend­o la impronta de los vinos desérticos.

Red Wine #1. Es un Pinot Noir cuya adaptación al suelo salino y desértico fue desafiante. De color rubí y con asomos de cereza, champiñón y tierra húmeda, es pura tentación en la boca.

Red Wine #2. Es un ensamble de Syrah y Merlot, frutado, salino, de cuerpo sedoso y suave intensidad. En todo sentido, es un vino extremo y desértico, propio del fogoso quehacer de Toso en este desierto seco, árido y estelar del continente.

Tara está presente en el mercado colombiano y se consigue en tiendas especializ­adas y restaurant­es selecciona­dos.

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