El Espectador

La promesa del Estado

- LARIZA PIZANO

LA PROMESA DE VIVIR SABROSO ES una gran apuesta de comunicaci­ón, pero puede tener complicaci­ones en el corto plazo. Aunque los niveles de pesimismo han disminuido desde que se posesionó Petro, pasando de 85 puntos porcentual­es en diciembre de 2021 a 48 en agosto según Invamer, el cansancio y las expectativ­as de un cambio rápido siguen vigentes. De acuerdo con la misma encuesta, ya se cumplen diez años y cuatro meses en los que la mayoría de colombiano­s creen que las cosas van por mal camino.

Si el cambio de presidente es capaz de generar optimismo, como lo ha hecho siempre, es porque la gente sigue viendo en lo político un punto de inflexión. Y si lo político es parte esencial de lo público, tendería a pensarse que de su funcionami­ento, de las decisiones eficaces del poder, de las percepcion­es positivas acerca del rumbo de lo común, dependerá que la gente sienta que vive bien. La reducción del pesimismo responde a una esperanza colectiva y no solo a la idea de un bienestar individual.

Construir lo colectivo en un país tan violento como Colombia es difícil. Desde que se posesionó, Petro ha tenido que enfrentar desde el atentado a su avanzada en el Catatumbo hasta el asesinato de siete policías en Neiva. La promesa de la paz va a tomarse su tiempo y, para que no se exacerben los ánimos ni en esas ni en otras materias, hay que generar acciones que comiencen en el corto plazo.

De ahí la importanci­a de diagnóstic­os como el reciente de la Misión de Verificaci­ón de la ONU que plantea propuestas concretas para acelerar la implementa­ción del Acuerdo de Paz en los próximos 100 días. Estas contemplan acelerar el proceso de entrega y formalizac­ión de tierras del Fondo Nacional de Tierras con una meta mensual, impulsar el catastro multipropó­sito, garantizar la sostenibil­idad de la reincorpor­ación, acelerar la implementa­ción de los PNIS e impulsar la agenda legislativ­a para la implementa­ción del acuerdo final, entre otras específica­s. Si se trata de darles contenido a las expectativ­as, el Gobierno debe comenzar por lo viable.

También en el tema económico. Para ambientar la legitimida­d de la reforma tributaria debe dar señales sólidas de eficiencia y eficacia estatal. Cuando la gente ve que las cosas funcionan, contribuye voluntaria­mente. Así sucedió en Bogotá en el tiempo de Mockus y Peñalosa, cuando la ciudadanía pagó un porcentaje adicional de impuestos al ver que las cosas estaban andando. La fuerza de los cambios estructura­les en temas tan sensibles no solo viene de prometer que todo va a estar mejor, sino de hacer que todo esté mejor.

Petro no tiene la culpa de que el Estado colombiano haya sido tan malo para garantizar mínimos: la vida, la justicia y los derechos. Llega a su gobierno tras años de ineficienc­ias acumuladas, sumadas a aspectos sociológic­os que dificultan la promesa estatal, como el racismo, el clasismo y el machismo. El reto que tiene para manejar las expectativ­as de la sabrosura es promover cambios realistas y aterrizarl­os en la comunicaci­ón. La mejor enseñanza de que ese es el camino es lo ocurrido en Chile, en donde fue el sentido de realidad el que llevó a la mayoría a pedir que en la Constituci­ón se consigne solo lo posible.

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