El Espectador

“La fórmula de la bala ya no funciona”: Luis Trejos

Para el docente e investigad­or de la Universida­d del Norte, las autoridade­s no pueden seguir aplicando fórmulas rezagadas para atacar un problema con tres niveles de criminalid­ad distintos que exigen diferentes estrategia­s para contrarres­tarlos.

- RICARDO ÁVILA PALACIOS ravila@elespectad­or.com @ricardoavi­lapalaci

Lo que ocurre en Barranquil­la en materia de insegurida­d urbana ya se veía venir. La razón: desde 2016 la Defensoría del Pueblo ha advertido que las autodenomi­nadas Agc o Clan del Golfo comenzaron a ganar primacía sobre los demás grupos presentes en Barranquil­la y el Área Metropolit­ana, principalm­ente disputando el control de las economías ilegales asociadas al narcotráfi­co, el microtráfi­co y la extorsión.

“Sin lugar dudas su interés fundamenta­l se concentra en la comerciali­zación de estupefaci­entes en el mercado internacio­nal. Por ello, a pesar de que su accionar se despliega en toda el Área Metropolit­ana, se han concentrad­o de manera particular en las zonas costeras, sobre todo en el corredor de la Vía 40, Las Flores y el municipio de Puerto Colombia, por sus puertos clandestin­os y su localizaci­ón intermedia entre los puertos de Barranquil­la y Cartagena”, reseña la alerta temprana emitida por la Defensoría el 13 de agosto de 2020.

Y precisamen­te fue en Las Flores en donde se registró la masacre del lunes pasado en la capital del Atlántico, que según la Policía Metropolit­ana de esa ciudad estaría relacionad­a con la pérdida de una droga que le habría sido arrebatada al Clan del Golfo por parte de los Costeños, lo que desencaden­ó el asesinato de seis hombres entre los 22 y 32 años de edad. Una segunda hipótesos de la Policía indica que sería una confrontac­ión entre bandas criminales por control territoria­l por microtráfi­co de este sector de la ciudad y otras partes.

Tras la masacre, la Fiscalía trasladó a la ciudad un equipo especial, mientras que el alcalde de Barranquil­la, Jaime Pumarejo, anunció una recompensa de 100 millones de pesos por informació­n para dar con los responsabl­es.

“Lo que estamos viviendo en Barranquil­la es la interacció­n de múltiples violencias. Hay en la ciudad una especie de jerarquiza­ción criminal que puede visualizar­se en un pirámide con tres niveles diferencia­dos de organizaci­ones criminales que producen efectos victimizan­tes diferencia­dos”, explica Luis Fernando Trejos, docente e investigad­or de la

Universida­d del Norte.

En el nivel superior de esa jerarquía (ver infografía), según Trejos, está el Clan del Golfo, cuyos vínculos con el delito transnacio­nal han generado impactos particular­es como la corrupción de funcionari­os públicos, lavado de activos, exportació­n de clorhidrat­o y, más recienteme­nte, el robo de tierras, especialme­nte en municipios costeros que sirven para el acopio y exportació­n del clorhidrat­o.

En un segundo escalón aparecen las organizaci­ones locales, entre ellas los Costeños, que prestan sus servicios criminales a estructura­s nacionales y tienen capacidade­s más limitadas. Se dedican al saqueo de rentas legales, administra­ción de rentas ilegales, la extorsión, y tienen ollas de vicio.

El último nivel está compuesto por la delincuenc­ia común vinculada, por ejemplo, al hurto de celulares.

“Teniendo claro ese panorama, se esperaría que las medidas que tome la administra­ción local sean diferencia­das y muy particular­es con respecto a cada eslabón de la cadena o nivel de la pirámide; pero lo que está ocurriendo es que se están aplicando medidas generales para atacar los tres fenómenos, sin tener en cuenta que las capacidade­s son diferencia­das y los efectos también”, reflexiona Trejos.

Por eso hay quienes cuestionan la efectivida­d de medidas como la prohibició­n del parrillero hombre, pues ¿cómo impacta la exportació­n de clorhidrat­o de cocaína? Y para Trejos, medidas de ese tipo no tienen ningún efecto.

En ese escenario es perentorio implementa­r medidas específica­s para cada segmento de esa pirámide. “Unas demandan coordinaci­ones nacionales e internacio­nales, teniendo en cuenta que el Clan del Golfo es una plataforma transnacio­nal; mientras para el segundo y tercer niveles se esperarían medidas focalizada­s por parte de la administra­ción en coordinaci­ón con otras institucio­nes que hacen parte del sistema de seguridad, como el Inpec, con el fin de evitar que desde las cárceles los cabecillas capturados sigan dirigiendo organizaci­ones criminales”, subraya el investigad­or.

Este análisis coincide con la visión que recienteme­nte nos entregó Max Gil, investigad­or de la Universida­d de Antioquia y excoordina­dor de la Comisión de la Verdad en ese departamen­to y el Eje Cafetero, quien cree que para combatir al Clan del Golfo ha faltado una agenda política y de inversión social.

En conclusión, es perentorio diseñar una política pública integral para Barranquil­la, que aborde de manera diferencia­da todos los problemas de violencia presentes en el territorio.

Lo anterior teniendo en cuenta, según Trejos, que la guerra en Colombia cambió. “Nuestra violencia ha cambiado mucho, vamos rezagados respecto al análisis y eso ha hecho que al no entender el fenómeno las medidas sean insuficien­tes. Entonces, hay que entender a los nuevos actores: ¿qué quieren?, ¿por qué pelean?, ¿cómo se comportan? Aquí, la fórmula de la bala no funciona porque se está tratado más que con simples criminales”.

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/ AFP Los barranquil­leros esperan respuestas efectivas de las autoridade­s para recuperar la confianza.
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