Todo lo que está mal
ACASO NO SEA POR COINCIDENCIA. Ni esta violencia extrema que nos devolvió ocho décadas, único legado del duqueuribismo que cerró las puertas a la paz cuando los armados ilegales tenían mando, eran ubicables y querían volver al sector productivo, pero no encontraron el apoyo necesario.
Ni la inundación diaria, en promedio, que sufre este país lluvioso desde hace 50 años, según cifras de la UNGRD, y que tiene en jaque al 10 % de los municipios.
Ni el pretendido interés de este país y su periodismo repentinamente atento a la agonía de una monarquía desueta y perdida en el tiempo, que hoy es solo nostalgia prestada, con lutos ridículos, por culpa de la educación sentimental de cuentos infantiles.
Ni la presunta y repetida indignación por el fallo en contra de una joven desafortunada en familia, modos y actuaciones, en este país inconforme, con algo de razón, porque caen los lánguidos peces mientras los gordos se exhiben con sus portentosos negocios. Esto es lo que debería pasar sin omitir lo otro.
Ni los nombramientos improvisados por gratitud desmedida o deuda electoral y que dejan a la minminas en el peor de los mundos. Una cosa es el conocimiento académico y la asesoría, y otra es la idoneidad que pide un cargo público para el que no se preparó, en momentos en los que urge creatividad en las propuestas, como reclama Roy Barreras, no lucimientos en busca de credibilidad.
Ni la barahúnda de “anunciaciones” que en materia de reformas emprendió el Gobierno creando confusión, miedo e inestabilidad. Escuchar ideas en escenarios organizados para construir consensos es distinto a estar lanzando globos de ensayo inútiles, que aprovecha la oposición, sobre tributos, energía y gasolina, afectando la parte más sensible de los ciudadanos.
De los buenos vientos del inicio, en los que el concierto funcionaba porque había partitura, va quedando este impromptu en el que comienza a sobresalir todo lo que está mal. @marioemorales y www.mariomorales.info