El Espectador

Deforestac­ión: ¿cuál es la alternativ­a?

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

EN ENTREVISTA RECIENTE CON ESTE diario, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, señaló que la deforestac­ión y la ganadería son los principale­s responsabl­es en Colombia de la emisión de los gases efecto invernader­o y que si queremos cumplir los compromiso­s de reducción de emisiones estos son los sectores claves. Enfrentar estos fenómenos no es sencillo y tener el diagnóstic­o acertado no significa tener la solución.

Modificar una dinámica tan compleja como la deforestac­ión, que como bien lo señala la ministra es un problema de Estado, implica múltiples aristas y los gobiernos con sus políticas, inversión de recursos, legislació­n y prácticas institucio­nales históricam­ente han favorecido la consolidac­ión de una cultura nacional que ve en la deforestac­ión y la ganadería extensiva una herramient­a para apropiar riqueza y concentrar poder.

Múltiples factores explican los fracasos en los intentos de frenar la deforestac­ión y la ganadería extensiva. Hay especulaci­ón predial y gobiernos locales que entran en el negocio, campesinos sin tierra, legislació­n que favorece la apropiació­n de espacios deforestad­os y narcotráfi­co con incentivos para internar en las selvas los cultivos declarados como ilícitos. Para complejiza­r aún más el tema, el Acuerdo de Paz (2016) aseguró invertir en las zonas PDET (Planes de Desarrollo con Enfoque Territoria­l) y hasta la fecha, aun cuando se ha avanzado de manera insuficien­te, las principale­s demandas de las comunidade­s son inversione­s similares a las que tradiciona­lmente se han hecho para titular y regulariza­r la propiedad, convirtien­do las selvas en praderas para ganadería extensiva; como consecuenc­ia, la deforestac­ión avanza en zonas PDET.

La ministra presentó una estrategia que tiene cinco frentes. Primero, inclusión de la población que está en esas regiones dentro del Estado social de derecho y generar una economía compatible con la vocación forestal basada en biodiversi­dad, impulsando ecoturismo, sistemas agroforest­ales y restauraci­ón ecológica. Segundo, la paz total para que los actores armados ilegales disminuyan su presión deforestad­ora. Tercero, justicia y profundiza­ción en investigac­iones criminales asociadas a la deforestac­ión para generar procesos ejemplariz­antes. Cuarto, control territoria­l usando la fuerza pública. Y quinto, fortalecim­iento institucio­nal con capacidad de apoyar la gestión sostenible en los territorio­s. La estrategia es articulada y sólida, falta ver cómo se implementa y qué resultados arroja.

Propongo, sin pretender poseer la “bola de cristal” para solucionar tan complejo problema, realizar declaracio­nes y acciones que como señales de política pública pueden contribuir a modificar la cultura de la deforestac­ión y apoyar la implementa­ción de la estrategia planteada por la ministra. Lo primero sería anunciar públicamen­te que el Gobierno no hará nuevas sustraccio­nes de zonas de reserva forestal para conceder títulos de propiedad individual­es. Que en las zonas PDET se adelantará­n procesos de titulación y concesión de derechos de uso, condiciona­dos a la conservaci­ón de parte del área en bosque. Que se acordará el pago a los campesinos por servicios ambientale­s para asegurar la gestión de conservaci­ón adelantada por ellos. Por el contrario, que quien no conserve será expropiado. Es necesario utilizar el seguimient­o a la tala y quema que hoy adelanta el IDEAM para frenar la deforestac­ión antes de la época de quemas y buscar a los inversioni­stas para que sean ellos y no el campesino quienes paguen por el delito de financiar la deforestac­ión. Pero no basta con declaracio­nes. Lo anunciado, en términos de recompensa­s y sanciones, tiene que ser cumplido para que cambien el comportami­ento y la cultura de los actores. Estas acciones pueden orientar el proceso en la dirección propuesta, pero la tarea no es fácil.

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