De los bombardeos a la paz total
EN LA DISCUSIÓN SOBRE SI BOMBARdear (o dejar de hacerlo) en la posible presencia de menores de edad parecería que se juega algo más grande que la referencia al derecho internacional humanitario (DIH).
Por supuesto que también se trata del DIH y de preguntas sobre participación en las hostilidades, derechos de los reclutados a la fuerza y nociones de proporcionalidad. Aun así, la discusión parecería seguir su curso.
Lo cosa puramente jurídica no da cuenta de la animadversión con que algunos han intervenido. Se trata evidentemente de un tema igualmente político. O, mejor, politizado. Ya vamos en que la sola declaración del ministro sobre la necesidad de revisar los bombardeos llevó al aumento de las masacres.
Ante los que solo ven en el tema una posibilidad de oposición, no es mucho lo que se puede decir. Sin embargo, el asunto tampoco se agota en la politización. Sigue habiendo algo más en las críticas de los que se aferran a la posibilidad de los bombardeos.
Hay una suerte de nostalgia ante los viejos buenos tiempos en que las bombas inteligentes que los gringos introdujeron permitieron dar de baja a importantes cabecillas de las Farc-Ep.
En últimas, no solo se trata de los bombardeos. Tras más de seis décadas de contrainsurgencia norteamericana mezclada con guerra a las drogas y al terrorismo, seguimos imaginando que los espacios supuestamente selváticos son junglas salvajes e inhóspitas. Colombia sigue siendo Vietnam.
Por lo mismo, en la política de seguridad que habitan los defensores de los bombardeos no hay campo para el desarrollo de una inteligencia militar capaz de hacerle frente al orden público en las ciudades. En la lógica del exterminio aéreo (incluido el glifosato) no hay solución posible frente a la criminalidad urbana y la legitimidad política de los que gobiernan diversos espacios.
En la imaginación de los adictos a la posibilidad de los bombardeos la paz total es un imposible.