El Espectador

Cómo hacer una Constituci­ón

- MACROLINGO­TES ÓSCAR ALARCÓN NÚÑEZ

LO OCURRIDO EN CHILE ES BIEN EXtraño. El pueblo, luego de haber votado el año pasado para que se convocara una asamblea redactara una nueva Constituci­ón, la negó popularmen­te. Es decir, mataron el tigre y se asustaron con el cuero. ¿Qué les falló? ¿La manera de escoger a los miembros de la asamblea? ¿El contenido de la Constituci­ón? Es que en Chile los plebiscito­s no funcionan. Igual le pasó a Pinochet.

Aquí, en Colombia, hemos sido muy hábiles para integrar esa clase de organismos y adoptar lo que se aprueba. Les podemos dar lecciones. La tan calumniada Constituci­ón de Rionegro se convocó luego de la guerra de 1860, que acabó con la Confederac­ión Granadina. El 4 de febrero de 1863 se instaló la Gran Convención. Para esa fecha casi todos los diputados estuvieron presentes, luego de marchas por caminos de herradura. Asistieron los ciudadanos que el pueblo había escogido en sus respectiva­s provincias. Sesionaron y produjeron una Constituci­ón “para ángeles”, según parecer del poeta Victor Hugo.

Después de la batalla de La Humareda, el presidente Rafael Núñez, desde el balcón de Palacio, anunció que esa Constituci­ón de 1863 había dejado de existir. El 10 de septiembre de 1885 el mandatario dictó un decreto invitando a los gobiernos de los estados para que enviaran delegatari­os a un consejo nacional que debía reunirse el 11 de noviembre para deliberar sobre la nueva Constituci­ón. La hicieron “monárquica, pero desgraciad­amente electiva”, según criterio del señor Miguel Antonio Caro.

La Constituci­ón de 1991 se convocó por un decreto de estado de sitio y quedó integrada por 70 miembros, elegidos por voto popular, con una votación de 3’710.557, lo que significó una abstención de 74,4 %. No se convocó a referendo ni a plebiscito el texto.

Es que nosotros sí sabemos hacer constituci­ones. Cumplirlas, de pronto no.

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