El Espectador

Leonor Zalabata, del corazón arhuaco a la ONU

Es la primera mujer indígena en ser nombrada embajadora de Colombia ante las Naciones Unidas, en Nueva York. Férrea defensora de la Constituci­ón del 91, de la que también es artífice, llega a esa instancia con una apuesta decidida por la implementa­ción de

- SEBASTIÁN FORERO RUEDA sforero@elespectad­or.com @SebastianF­orerr

Antes de las tres de la tarde del pasado sábado 17 de septiembre, Leonor Zalabata Torres, con su mochila terciada al hombro, abordó un avión desde Bogotá con destino a Nueva York. Al día siguiente fue la primera persona en recibir en esa ciudad al presidente Gustavo Petro, que arribaba previo al inicio de la Asamblea General de la Organizaci­ón de las Naciones Unidas (ONU). Por la noche, los dos fueron a la comunidad de Queens, donde el presidente se dirigió brevemente a decenas de colombiano­s que lo esperaban y, tras su intervenci­ón, varios de los asistentes se amontonaro­n para escuchar de Leonor Zalabata una palabra, un saludo. Querían conocer a la primera mujer indígena que representa­rá oficialmen­te al país ante la ONU.

Días antes de partir, Zalabata conversó con Colombia+20 desde su casa en Valledupar, con su biblioteca a la espalda, donde reposan las fotografía­s de un par de hijos suyos graduándos­e de la Universida­d Nacional y una foto con el fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano. En los últimos meses, la lideresa arhuaca alternó sus días entre esa casa y la que tiene en Nabusimake, arriba en la Sierra Nevada de Santa Marta, donde nació.

No es la primera vez que Zalabata viaja a Nueva York. De hecho, tampoco es nueva para ella la instancia de las Naciones Unidas. La lideresa ya había sido parte de distintos grupos de trabajo y sesiones del Foro Permanente para las Cuestiones Indígenas de la ONU y participad­o de asuntos relativos a la Declaració­n de los Derechos de los Pueblos Indígenas. También ha participad­o de escenarios ante la Organizaci­ón de los Estados Americanos (OEA) y la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos

(CIDH). A nivel nacional, ha formado parte de instancias de interlocuc­ión con el Gobierno en materia de derechos humanos, principalm­ente en representa­ción del pueblo arhuaco de la Sierra, y su lucha le valió en 2019 el Premio Franco-Alemán de Derechos Humanos Antonio Nariño.

Por ese alto perfil político la habrá nombrado el presidente Petro, cree ella, y también honrando la multicultu­ralidad y plurietnic­idad del país que quedaron plasmadas en la Constituci­ón Política de 1991, de la cual ella es férrea defensora. De hecho, ella participó de su elaboració­n, al pie del líder Lorenzo Muelas, uno de los dos constituye­ntes indígenas en la Asamblea Nacional. Por eso mismo reclama con firmeza que aun 30 años después de la promulgaci­ón de esa carta política “no hay un desarrollo legal de los derechos de los pueblos indígenas y nosotros todavía vivimos tutelados por las sentencias de la Corte Constituci­onal que nos han protegido”.

Desde apoyar la elaboració­n de la Constituci­ón Política hasta llegar ahora a ser la embajadora de Colombia ante la ONU, Zalabata ha caminado siempre de la mano de los mamos de la Sierra que la han orientado política e ideológica­mente desde su primer día hasta hoy. Y ha ocupado esos cargos con la convicción de que su comunidad también debe estar “en las esferas donde se toman las decisiones para el país”, como era la promesa de esa Carta Política del 91. “Esa forma distinta de ser, de pensar, se puede relacionar perfectame­nte con un sistema que, aunque no sea el de nosotros, somos parte de esa organizaci­ón político-administra­tiva de Colombia y puede haber un relacionam­iento entre la sociedad nacional y los pueblos indígenas, que somos diferentes”.

A la ONU llega con una apuesta clara: impulsar y consolidar un frente de apoyo a la implementa­ción del Acuerdo de Paz. Considera que esa es también una prioridad para esa alta instancia, como lo demuestra el hecho de que trimestral­mente el Consejo de Seguridad reciba de su Misión de Verificaci­ón un informe al respecto. Sin embargo, hay puntos rojos que no pueden seguir presentánd­ose, dice: que a los excombatie­ntes y a sus familiares los estén asesinando. “Es muy importante encontrar dónde están las debilidade­s, dónde está el vacío; yo quiero ser fiel a esa necesidad de Colombia de encontrar la paz”.

Esa aspiración va de la mano con una de sus mayores preocupaci­ones: que se ejecuten acciones para alcanzar la paz y estas sean fallidas. Piensa, por ejemplo, en la brutal arremetida de la que en los últimos meses ha sido víctima el pueblo indígena awá, en Nariño, cuyos comuneros han caído asesinados en masacres; o los asesinatos a líderes indígenas en el norte del Cauca, o los desplazami­entos masivos a emberas del Chocó, que caminan por el país con su vida a cuestas.

“El trabajo y la vida de las mujeres indígenas deben entenderse desde una perspectiv­a que contemple las diferencia­s y particular­idades culturales de cada pueblo. Somos autónomas y somos quienes debemos decidir sobre nuestro destino y el de sus pueblos”, dice cuando se le pregunta por su representa­ción.

En el aeropuerto El Dorado de Bogotá dejó a su familia. Su esposo, sus cinco hijos y sus nietos. “Esta designació­n no es para que viva una familia en Nueva York. Voy a cumplir una misión de trabajo y a representa­r a los pueblos indígenas y, por supuesto, al país”. Pero otra cosa es olvidarse de Jwerwa, la comunidad arhuaca donde nació: “No tendría sentido uno irse a cumplir una misión botando las raíces que le correspond­en”.

*Este artículo es parte del proyecto de Internatio­nal Media Support (IMS) “Implementa­ndo la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombiana­s por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperació­n al Desarrollo.

‘‘Es muy importante encontrar dónde están las debilidade­s, dónde está el vacío; yo quiero ser fiel a esa necesidad de Colombia de encontrar la paz”.

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/ Prensa Cancillerí­a Leonor Zalabata se posesionó como embajadora de Colombia ante la ONU el pasado 13 de septiembre en el Palacio de Nariño.
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