El Espectador

La zozobra camina por el Alto Tamaná

Colombia+20 viajó a una zona controlada por el Frente Occidental del Eln, que fue reacio a los diálogos con Santos. El miedo de la población por la disputa con los paramilita­res es permanente. Un mando medio de la guerrilla dice que están a punto de concr

- CAMILO ALZATE GONZÁLEZ ENVIADO ESPECIAL calzate@elespectad­or.com @camilagros­o

En media docena de caseríos del Alto Tamaná, en la frontera del Chocó con Valle y Risaralda, la gente se va a la cama cada noche esperando una balacera inminente que se posterga. La guerra quedó varada media hora río abajo, sin que los paramilita­res de las Agc se decidan a subir, ni la guerrilla se anime a bajar por ellos, una frontera dudosa en la mitad del monte, que por la tarde puede estar en Chitó pero a la mañana siguiente amanece en Juntas del Tamaná o en Curundó. Nadie sabe bien cuál es el límite ni por dónde andar seguro.

“Si los paramilita­res se llevan a alguien de la comunidad, nos tenemos que ir todos a buscarlo”, dice Helena*, quien ajusta toda su vida en este río, a dos días del hospital de primer nivel más cercano y en donde la escuela funciona a tropiezos, con unos paneles solares dañados y sólo cuenta con dos profesores que dictan las clases revueltas hasta quinto de primaria.

Traer desde Cartago un par de bultos con víveres hasta acá puede costar entre setenta y cien mil pesos, dependiend­o de la carga. Si el transporte se hace desde Nóvita por el río, el precio se duplica. Para sacar un enfermo grave a la carretera más próxima hay que reunir una veintena de hombres que con una hamaca llevan al paciente a hombros por la trocha durante siete u ocho horas, turnándose la faena.

Mientras la guerra se aplaza, los habitantes intentan seguir su vida normal, dedicados a cosechar la hoja de coca que mueve la economía de estas montañas, donde hay carencia de casi todo, menos de una belleza brutal. “Estamos secuestrad­os en nuestro propio territorio”, se queja un poblador, y no se refiere solamente a los grupos armados, sino sobre todo al aislamient­o y férreo abandono en el que se encuentran estas comunidade­s desde que tiene memoria.

El comienzo de la ofensiva

Las Agc intentaron penetrar los caseríos más remotos del Alto río Tamaná apenas un par de meses atrás. Un grupo de la guerrilla los repelió en el filo de la serranía, cerca de la vereda Iparrá, en jurisdicci­ón de Nóvita. Los paramilita­res usaron la misma trocha que cruzamos nosotros para este reportaje, la única que comunica a la región con la vía que lleva al Valle del Cauca.

Hasta hace un año toda la zona estaba bajo el poder absoluto del Frente de Guerra Occidental, que agrupa seis estructura­s armadas del Eln en el Chocó, Valle del Cauca, Risaralda y Antioquia.

Los elenos mantenían presencia desde los ochenta, pero consolidar­on su poder en 2016, cuando las extintas Farc se retiraron rumbo a las zonas veredales por el Acuerdo de Paz. En aquellos días un líder de Juntas del Tamaná me contó que el copamiento del Eln había sucedido “de inmediato”, casi al otro día de la retirada de las Farc.

Los ‘paras’ se movían por los cascos urbanos de Nóvita, Istmina y Condoto, aunque no intentaban penetrar a las áreas guerriller­as. Pero entre marzo y abril de este año comenzaron a avanzar rápidament­e remontando el río Tamaná desde Nóvita por el occidente, ganando terreno mientras sostenían combates con la guerrilla en las calles de los poblados.

En mensajes que circularon por WhatsApp, las Agc anunciaron que su propósito era tomarse La Italia, un corregimie­nto a 10 kilómetros de San José del Palmar, epicentro cocalero de toda la región donde la Policía reportó más de mil hectáreas sembradas en 2020. Allí la guerrilla no permite el ingreso de forasteros y ha exigido en los últimos días la carnetizac­ión de la población, medida rechazada por algunos consejos comunitari­os.

Los paramilita­res han hecho lo propio en los caseríos del río, donde registran en listados a los habitantes de cada vivienda y a sus parientes.

Desde abril, el Eln decretó paros armados para impedir el avance de las Agc, prohibiend­o la navegación por el río, lo que confinó a más de 800 pobladores, según la Defensoría del Pueblo. También restringie­ron el tránsito por las trochas y por la carretera entre Cartago y Curundó, donde solo permiten la movilidad entre las seis de la mañana y las seis de la tarde, medida que los transporta­dores cumplen a rajatabla.

Ahora las Agc han desalojado a la guerrilla de la mayoría de caseríos y permanecen en inmediacio­nes de Juntas del Tamaná, desde donde controlan la mayor parte del río, que atraviesa el casco urbano de Nóvita y desemboca en el San Juan. El Eln se replegó a las montañas, desde donde domina la mitad de la carretera entre Cartago y Chocó, marcada con pintas y letreros de advertenci­a. Entre ambos grupos se interpone apenas un trayecto de 20 minutos por el río, límite que amenaza con romperse en cualquier momento.

El sábado 10 de septiembre las Agc convocaron a los presidente­s de los consejos comunitari­os a una reunión en Juntas del Tamaná, donde explicaron que su propósito era expulsar definitiva­mente al Eln de la zona, aclarando que no tomarían ninguna represalia contra la población civil.

Personas que asistieron a esa reunión le contaron a Colombia+20 que el comandante político del grupo hizo énfasis en que ya no se trata de las Autodefens­as Unidas, sino de las Autodefens­as Gaitanista­s. El hombre explicó que las Agc se guían por el ideario de Jorge Eliécer Gaitán, algo que la familia del caudillo liberal ha rechazado con vehemencia muchas veces. Además, dijeron a la gente que ven con buenos ojos la oferta de paz del gobierno de Gustavo Petro y que confían en él.

También anunciaron que su problema era con la guerrilla y no con la gente y que por eso no iban a cometer masacres ni atropellos contra la población, como sucedió durante la primera incursión de los paramilita­res a finales de los noventa.

“Tenemos esperanza en él”

El lunes 19 de septiembre, después de dos días de espera, al diminuto parque del caserío donde nos encontramo­s se arrima un

‘‘Estamos

a punto de concretar el cese bilateral para que las Fuerzas Militares no nos ataquen, ni nosotros los ataquemos a ellos”. “Andrés”, mando medio del Eln en el Chocó.

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/ Gustavo Torrijos La región del Alto Tamaná sufre un abandono general de parte del Estado.
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