Leer sin sufrir
Es necesario insistir para que el Ministerio pida una actividad diaria de lectura no académica.
El alto precio de los libros, la competencia de la tecnología, el talante del ser humano actual, etc., son razones que se aducen para explicar por qué la gente lee poco. Todos esos factores contribuyen, pero muchos años de trabajo como psicólogo escolar me permiten afirmar que la causa más determinante del bajo nivel lector son las malas experiencias con la lectura en el colegio, donde se le conoce como un instrumento que solo sirve para estudiar, hacer tareas y preparar lecciones y exámenes.
Las personas se quedan con esa mala impresión, y es lógico que después no deseen leer. En los salones de clases millones de niños y jóvenes aprenden todos los días que leer es una experiencia problemática. Los niños encuentran seductores los libros que se les dan en el preescolar, las llamativas ilustraciones captan su atención y disfrutan hojeándolos, pero al avanzar en los grados y ver que las ilustraciones pasan a segundo plano, mientras tienen que leer esforzadamente textos a los que no encuentran relación con sus intereses, viven una especie de desencanto, los libros dejan de ser aquellos objetos atractivos llenos de sorpresas y se convierten en problemas de los que quisieran alejarse. Del grado segundo en adelante ya no aman los libros, se ven obligados a convivir con ellos sin desearlos.
La lectura enfrenta en las aulas una situación adversa que parece no tener remedio. Los profesores piensan que leer sin hacer ejercicios es perder el tiempo, toda lectura, hasta la que parece más recreativa, tiene que ir acompañada de algún trabajo escolar, como no son lectores porque no se han enamorado de ella -hay algunas excepciones- no creen que la lectura tenga un valor intrínseco y no saben que hasta las lecturas más sencillas, por ejemplo los cuento de hadas, encierran muchas enseñanzas, son potentes medios de educación y formación para todas las personas. Entonces siempre se lee para estudiar, la lectura siempre tiene alguna conexión con lo académico o con alguna actividad lúdica que la despoja de su autenticidad, lo corriente es que en el colegio niños y jóvenes lean en medio de un estado anímico negativo y, muchas veces, sufriendo.
Es imposible que haya más lectores en el país mientras los estudiantes solo vivan a diario experiencias regulares o malas con la lectura.
Sin embargo, los resultados de la ciencia de la lectura indican que bastan unos minutos de exposición a la lectura placentera para que los individuos puedan descubrir sus cualidades “visionarias y mágicas” (B. Bettelheim), y que el hábito lector puede formarse si lo que se lee es interesante y la actividad se repite frecuentemente en condiciones semejantes (J. Piaget, G. de Montpellier). Es necesario, pues, insistir para que el Ministerio de Educación pida a los colegios programar una actividad diaria de lectura no académica en todos los grados, de modo que los estudiantes tengan un espacio para leer sin estudiar y así puedan conocer lo que verdaderamente es la lectura. La actividad diaria de lectura no académica debe hacerse en todos los grados, desde transición hasta undécimo y el profesor debe participar en ella sin vigilar, evaluar ni calificar. Esta actividad tiene 20 minutos de duración y puede incluirse en el horario escolar sin perjuicio de la programación curricular. Algún día los colegios deberán entender que un objetivo principal de la educación preescolar, primaria y secundaria es la formación del hábito de leer.