El Espectador

Era hora de abrir la frontera, pero no será fácil

-

DESPUÉS DE SIETE AÑOS DE UN bloqueo casi total, mañana por fin se reabrirá la frontera entre Colombia y Venezuela. Aunque no sin dificultad­es, se espera que vuelva el tránsito regular de bienes y personas, y con ello algo de oxígeno para ciudades, empresas y personas de lado y lado que han sufrido las consecuenc­ias de un cierre dañino y peligroso. Era hora de hacerlo.

Cerrar la frontera y haberla mantenido así durante tanto tiempo fue un sin sentido. Es cierto que Venezuela ha sido un vecino desafiante, con relaciones marcadas por la tensión, la crisis migratoria y la debacle de su democracia. Pero allí donde la diplomacia debía funcionar brilló por su ausencia. El cerco diplomátic­o que tanto promocionó la pasada administra­ción fracasó: Maduro sigue atornillad­o al poder, las zonas fronteriza­s sufrieron la peor parte y es difícil encontrar algún beneficio para Colombia de dicha política.

Las consecuenc­ias negativas son en cambio palpables. Quebraron empresas y se perdieron miles de empleos e ingresos aduaneros. Las poblacione­s limítrofes y los millones de migrantes que cruzaron a Colombia buscando refugio han sido los mayores damnificad­os, por no hablar del comercio y la seguridad. En una frontera extensa, porosa y abandonada a su suerte floreció la ilegalidad en todas sus formas. Allí donde el Estado desapareci­ó, las estructura­s criminales entraron a copar y controlar esos espacios, un problema que conocemos demasiado bien en Colombia.

Ante esa crisis humanitari­a y de seguridad, la reapertura era un imperativo y uno de los hitos más esperados luego del restableci­miento de las relaciones que emprendió el gobierno Petro. Empero, abrir el paso no es una solución mágica ni inmediata. La frontera de hoy no es la misma de hace siete años. El cierre creó nuevos problemas, pero también profundizó los que ya existían. Luego de una parálisis tan larga hay infraestru­ctura deteriorad­a, debilidad institucio­nal y falta de coordinaci­ón entre los dos países. Tampoco será fácil desmontar las estructura­s criminales que controlan el territorio, las rentas y el tránsito de personas ni el contraband­o, que ha sido tan provechoso para las autoridade­s venezolana­s.

A eso se suman las preocupaci­ones entre los empresario­s colombiano­s por posibles incumplimi­entos en los pagos de sus socios comerciale­s -que ya han ocurrido en el pasado- y por las sanciones internacio­nales que recaen sobre Venezuela y sus productos. Hacen falta garantías y reglas de juego claras, mecanismos nuevos de cooperació­n entre ambos países e inversione­s millonaria­s de lado y lado. El simbolismo de la apertura apenas marca el inicio de un proceso largo y enrevesado que tiene aristas diplomátic­as, políticas, comerciale­s y de seguridad.

Por eso las grandes expectativ­as que se han generado deben ir acompañada­s de prudencia y de paciencia. La reapertura y la diplomacia son el camino, pero Colombia nunca debe perder de vista que está tratando con una dictadura. Pese a la tímida reactivaci­ón de los últimos meses, la Venezuela de Maduro sigue siendo un Estado sin democracia ni garantías para los derechos humanos, y que en la ONU fue señalado esta misma semana de cometer crímenes de lesa humanidad. Lo que le espera a Colombia es un difícil acto de equilibris­mo entre avanzar con el restableci­miento de las relaciones y no dejar de apoyar el retorno de la democracia en Venezuela.

‘‘La

reapertura y la diplomacia son el camino, pero Colombia nunca debe perder de vista que está tratando con una dictadura”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia