Discurso en el lugar equivocado
reconocer que tampoco allí tiene cabida.
Ahora derrotado en su empeño de ejercer como congresista, el mismo Hernández anuncia que se propone repetir alcaldía en Bucaramanga, de donde salió a destiempo y sin pena ni gloria, o aspirar a la Gobernación de Santander, su terruño y el de los suyos, que con este individuo ha quedado en deuda grande e impagable con la nación.
Qué ha hecho Santander para soportar esta ingrata suerte de que sus destinos sean manejados por un hombre tan desprovisto de todo, menos de millones de pesos conseguidos a través del ejercicio supuestamente sano de la especulación comercial. Un departamento pujante, donde desde la época de la Colonia han surgido figuras cimeras de la política como Aquileo Parra, Augusto Espinosa Valderrama,
su hermano Abdón, Luis Carlos Galán, Jaime García Parra, Horacio Serpa Uribe, José Manuel Arias Carrizosa, Pedro Gómez Valderrama, Alfonso Gómez Gómez, para solo mencionar desordenadamente unos pocos nombres obligados del olimpo santandereano, no se merece que su destino inmediato sea entregarle la Gobernación a Rodolfo Hernández, de quien dicho sea de paso todavía está pendiente que en la Fiscalía se resuelva un caso por corrupción en el que está involucrado. Y eso que Hernández es jefe de la Liga de Gobernantes Anticorrupción.
Los santandereanos tienen derecho a un buen gobierno regional y sobre todo a contar con gentes capaces de tomar las riendas y conducir con acierto y honestidad el departamento, saqueado por una camarilla de bandidos que, a pesar de que la justicia ha dado buena cuenta de ellos, siguen sin sanción social. Están a tiempo de ponerse a salvo de la tragedia de vestir de gobernador a este patanzuelo. Eso será posible si no se les ocurre ungir a personajes desgastados y siniestros como Alejandro Ordóñez o al aprendiz de caudillo y seguidor de Rodolfo Hernández, el malogrado Horacio José Serpa.
Pase lo que pase en el futuro de Hernández, en todo caso su renuncia al Senado no absuelve a los 10 millones de cómplices que casi le ponen la banda presidencial.
Adenda. Cara dura, cínico, vividor e indigno el exministro de Salud Fernando Ruiz, rogando para que el Gobierno defendiera su inmerecida candidatura a director de la Organización Panamericana de la Salud. notasdebuhardilla@hotmail.com
EN EL MEJOR DE LOS CASOS, DIJO una media verdad, y en el peor de los casos, fue una gran barbaridad. La verdad del presidente Petro ante la ONU fue denunciar la irracionalidad del norte global en relación con las drogas y el consumo de energías fósiles. Este reclamo le mereció el aplauso de ambientalistas, de la izquierda internacional y de los que piensan que Colombia es víctima de aquella falta de racionalidad.
Es verdad que la demanda de sustancias psicotrópicas refleja problemas hondos de los países consumidores o, como dijo el presidente, “su sequedad en medio de sociedades sin afectos, competitivas hasta encarcelar el alma en la soledad”. Es verdad que la guerra contra las drogas ha implicado daños a la selva, represión de los cocaleros, cientos de miles de muertes en América Latina y encarcelamiento masivo en los Estados Unidos. Es verdad que el carbón y el petróleo son causantes principales del cambio climático que nos está destruyendo. Y es verdad que el afán de lucro está detrás del narcotráfico y de la industria energética.
Esas verdades, sin embargo, tienen el problema de ser demasiado fáciles. Por ejemplo, la relación entre soledad y narcoadicción es una tesis gaseosa, ignora que el 99 % de los gringos no son adictos o que algunos colombianos consumen cocaína. Decir que el “carbón y el petróleo son venenos” no demuestra que la cocaína no haga daño, equiparar el narcotráfico con la industria energética es un completo despropósito porque atienden necesidades muy distintas, responsabilizar al afán de lucro es ignorar que ese mismo afán es el motor de todas las actividades económicas...
Se dirá que un discurso ante la ONU no era el lugar para esos “detalles” académicos. Pero aun así falta un detalle que cambia por completo la pintura: además de petróleo, carbón y cocaína, el norte global demanda chicles, soya, microchips, aviones y servicios financieros que nosotros por alguna razón no producimos.
Las verdades a medias del presidente Petro esconden la mitad de la verdad, precisamente la que nos compete y debería importarnos más que todo: hay algo en la sociedad colombiana que nos hace depender de productos “venenosos” para adquirir las divisas que a su vez nos permiten comprar chicles y soya y microchips… Echarle la culpa al otro es la salida fácil, la que ahorra el trabajo de mirar hacia adentro, la que por eso despierta el entusiasmo de las barras.
Pero precisamente por esta razón el presidente Petro pronunció su discurso en el lugar equivocado: a Colombia no se la conoce por ser “uno de los tres países más bellos de la Tierra” sino por ser el primer productor mundial de cocaína. Uno puede decir que es injusto y hasta puede morirse de la rabia. Pero con eso no cambia la verdad de que el mundo nos echa la culpa a nosotros, ni cambia la verdad de que el discurso aplaudido del presidente fue recibido por los profesionales de la ONU como una defensa del tráfico de drogas por parte de un país que tiene rabo de paja.
Petro no sumó aliados: el mundo no va a legalizar la cocaína.
Queda entonces entender que su discurso fue el anuncio de cambios en la política colombiana de drogas y energéticos: dejar que sigan aumentando los cultivos, “cese del fuego” con narcotraficantes, no extradición, no más exportaciones de carbón y petróleo… ¿De dónde sacaremos las divisas? Más todavía, ¿con quién quejarnos por ser un narco-Estado? ¿Cómo evitar que el mundo nos aísle por ser un narco-Estado?
* Director de la revista digital “Razón Pública”.