Paz y carteles
LA REVISTA MEXICANA PROCESO DEL 17 de septiembre, en su artículo “Los carteles mexicanos son la principal amenaza para Colombia: Petro”, con base en documentos de inteligencia, reveló las preocupaciones del gobierno sobre esos grupos que “dominan cada vez más extensas zonas del territorio”.
Esta realidad se deriva del hecho de que los carteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación y Oaxaca son el principal agente en el negocio de la droga en Colombia. Mientras que los productores nacionales están atomizados y dispersos, los mexicanos, unos pocos grupos, con gran capacidad financiera y militar, compran la mayoría de la droga colombiana (hacen lo que hacía Pablo Escobar en Perú y Bolivia en los años ochenta), controlan poblaciones enteras y dominan las actividades de transformación y exportación de la droga.
La actividad de los carteles mexicanos requiere de una considerable capacidad militar para someter a la población, imponer sus normas, proteger sus áreas de influencia, intimidar y eliminar a sus enemigos. Y como no tienen, no pueden tener, sus propias bandas armadas en Colombia, contratan –tercerizan, dirían algunos– los servicios de violencia. Esta es la función subalterna que hoy ejercen el Eln, el Clan del Golfo, las disidencias de las Farc y otros grupos.
El negocio de los mexicanos ha sido tremendamente exitoso en términos económicos, sobre todo después del acuerdo con las Farc. El número de hectáreas cultivadas creció y la producción alcanzó sus máximos históricos. La mayor parte de los recursos y excedentes del negocio se queda ahora en sus manos.
Teniendo en cuenta los documentos mencionados, la revista señala los peligros de los carteles sobre la Paz Total. Afirma que es previsible que, una vez que se desmovilicen el Eln, el Clan del Golfo y las disidencias de las Farc –si es que lo hacen-, aumente el control territorial de los mexicanos. Cuando los líderes que dialogan con el gobierno renuncien a las armas y se acojan a la justicia, simplemente dejarán un gran negocio en marcha, listo para que alguien más se haga cargo de él. La revista insiste en que la “paz generaría vacíos criminales que serían llenados por los mexicanos”, quienes subordinarían a otros colectivos armados, a las disidencias de los grupos que salgan de circulación o a nuevos actores violentos. Así, nunca habrá una verdadera paz total (esto ya sucedió cuando el espacio de las Farc fue ocupado por el Clan del Golfo, el Eln y las disidencias de las mismas Farc, con el apoyo de los carteles).
Con respecto a la política para enfrentar el problema, la publicación afirma que: “El presidente colombiano…considera que los carteles mexicanos se han convertido en la principal amenaza para la soberanía nacional y ha ordenado a los comandantes de las Fuerzas Militares…contener el avance de estas estructuras del crimen multinacional”. ¿Será esto posible si se pacta el cese al fuego con los grupos que trabajan para los mexicanos? Una opción complementaria al uso de la fuerza es la cooperación internacional, una empresa también difícil porque AMLO, con su política de “abrazos y no balazos”, renunció a enfrentar a sus carteles y permite que hoy operen con impunidad.
Una buena estrategia debe contemplar instrumentos efectivos para remover los obstáculos que imponen los carteles mexicanos a los objetivos de largo plazo del país.