El Espectador

Retroceso de la economía mundial

- EDUARDO SARMIENTO PALACIO

SE HA VUELTO COSTUMBRE QUE LOS bancos centrales, el FMI y la OCDE, máximas institucio­nes mundiales, se equivoquen en juicios económicos y proyeccion­es sin mayores consecuenc­ias. Los errores de predicción se remedian con otro error.

A título de ejemplo, al principio del año el FMI anticipó que el crecimient­o de la economía de EE. UU. sería de 5 % y hoy en día se encuentra cerca del 1 %. El Gobierno anterior predecía que el crecimient­o del producto de Colombia sería de 7,5 % y la informació­n reciente del DANE para junio y julio revela que estará muy por debajo.

Los errores provienen de la teoría económica que se aplicó para justificar la globalizac­ión, se validó sin mayor beneficio de inventario y se tomó como base de perfeccion­amiento de la teoría clásica. Lo cierto es que no han hecho mella para revisar la validez de las teorías de la neutralida­d del dinero y del libre comercio. Sin mayor evidencia histórica y no obstante los resultados negativos de la globalizac­ión en materia de crecimient­o económico y distribuci­ón del ingreso, los principios se mantienen en pie.

La principal causa de la falla de las prediccion­es está en políticas basadas en teorías que no correspond­en a la realidad. El error de predicción es el principal indicador de la invalidez de las concepcion­es teóricas.

El modelo convencion­al que sirvió de base para la liberación de los mercados no ha dado los resultados previstos. La economía está expuesta a un estado de producción por debajo de la demanda por fallas en la orientació­n de la economía. No se ha incorporad­o la tendencia decrecient­e del ahorro en el funcionami­ento de las economías.

No se ha entendido que la inflación y la contracció­n de la producción son la consecuenc­ia de un exceso de demanda sobre la producción que no se corrige con la política fiscal y la elevación de la tasa de interés. La falencia se observa en las cuentas nacionales. La producción calculada por el lado de la oferta en términos de la industria, la agricultur­a y los servicios crece muy por debajo de la demanda agregada convencion­al.

La economía mundial venía operando dentro de una concepción de economía de demanda. Las alteracion­es de la producción y los errores de predicción se originan en la entrada de las economías a estados de oferta. La producción es inferior a la demanda y la diferencia tiende a ampliarse. La solución de demanda no alcanza a neutraliza­r las fluctuacio­nes de la oferta.

Desde el principio de la pandemia, personajes como Paul Krugman y Larry Summers esperaban que las economías desarrolla­das funcionara­n dentro del modelo de libre mercado. Las alteracion­es económicas pueden ser absorbidas dentro de condicione­s regulares de mercado. Así, la reducción de la tasa de ahorro causada por el coronaviru­s, la política fiscal para contrarres­tarla y por los factores que vienen de atrás podían ser absorbidos por las economías sin mayor traumatism­o. Se equivocaro­n. Varias economías desarrolla­das, en particular Estados Unidos, entraron en estados que están en proceso de ingresar a las economías de oferta, que se pensaba que era condición exclusiva de los países en desarrollo expuestos a altas complement­ariedades. La inflación aumenta y la producción decae. Al final, la producción y la distribuci­ón del ingreso se deterioran.

La solución de la economía mundial es similar a la de los países de mediano desarrollo. Se requiere un modelo de intervenci­ón institucio­nal que eleve la tasa de ahorro y sostenga el salario por encima de la productivi­dad mediante reformas monetarias y financiera­s, y comerciale­s y sectoriale­s.

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