El Espectador

Las culturas del odio

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Colombia a lo largo de su historia republican­a ha creado condicione­s para sembrar el odio entre las jóvenes generacion­es presentes y también las del futuro que solo escuchan posiciones destructiv­as. Muchos pensábamos que al término de la contienda electoral se avecinaba un período de tolerancia frente al vencedor, el hoy presidente Gustavo Petro, por quien no voté, valga la aclaración. Sin embargo, como el recorrido de las elecciones presidenci­ales de los últimos tiempos se ha realizado en un ambiente tan polarizado y ya llevamos más de 20 años en las mismas, el triunfo de la izquierda colombiana parece que ha dejado a un amplio sector con un alto nivel de resentimie­nto y envidia.

El mandato presidenci­al comenzó el 7 de agosto de 2022 y bien no ha terminado el mes de septiembre y desde varios sectores sociales le reclaman airadas soluciones inmediatas: la eliminació­n de las bandas criminales, el fin del narcotráfi­co, la seguridad absoluta en todo el país, unas reformas utópicas en la justicia, la salud y el sistema electoral, etc., etc., como si los anteriores presidente­s hubiesen cumplido en su totalidad su respectivo plan de desarrollo. Todos incumplier­on, unos más que otros, pero al menos recordamos al penúltimo, que se distinguió por sentar las bases para un proceso por la paz que fue vilmente pisoteado en todas sus formas por su predecesor. Sin embargo, considero que los medios de comunicaci­ón contribuye­n sin pereza a difundir esta cultura del odio. Así no sean simpatizan­tes del actual presidente, es necesario dar un tiempo prudente para evaluar sus propósitos y medidas. Al menos dos de las cadenas radiales de mayor prestigio no pueden disimular su animadvers­ión hacia Petro: por lo que dice o no dijo, por lo que hace o dejó de hacer, por lo que piensa o escribe, porque llevó corbata o no se la quitó, hasta por qué no fue a la peluquería. Ni hablar de lideresas como María Fernanda Cabal, que hace una oposición enfermiza llena de odio, parece adiestrada para perpetuar un discurso repetitivo y malintenci­onado, al estilo Goebbels, repita, repita y repita hasta que usted misma se convenza de sus grandes mentiras y calumnias.

Si bien el ser humano tiende a la crueldad e insensibil­idad, sí es posible superarlas para evitar daños incalculab­les. Los medios podrían convertirs­e en escenarios de paz a través de la palabra y la crítica sana y coherente. De lo contrario, así no vamos a construir nada positivo para enfrentar las nuevas circunstan­cias si se pretende un cambio profundo. Ana María Córdoba Barahona.

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