El Espectador

“Child-friendly”

- ISABEL SEGOVIA OSPINA

ESTAS ÚLTIMAS SEMANAS, LAS MAScotas se han convertido en el centro de atención de la política nacional. Primero, un debate promovido por el fiscal general de la Nación que más que jocoso es vergonzoso, pues, más allá de que las mascotas se consideren miembros de la familia (tengo tres perritas y en mi caso también los son), el abuso de los recursos públicos para beneficiar a familiares y amigos es una práctica a todas luces despreciab­le. Segundo, el presidente del Senado, Roy Barreras, decidió convertir las instalacio­nes del Congreso de la República en una zona amigable para mascotas (pet-friendly). Y el último, protagoniz­ado por el senador uribista Alirio Barrera, quien llevó su caballo al recinto, usando como excusa la medida del senador Barreras, con la evidente intención de llamar la atención.

Las reacciones no se hicieron esperar. El fiscal, como era de suponer, brindó explicacio­nes insuficien­tes, puesto que el hecho tiene poca justificac­ión. Los congresist­as animalista­s y sus electores estaban felices con la medida, pero ofendidos por el espectácul­o y “abuso” al caballo. Sin embargo, la respuesta más importante fue la de la senadora Angélica Lozano, quien resaltó la necesidad de implementa­r para los trabajador­es de esa institució­n medidas de bienestar que prioricen la generación de espacios de atención integral (ojalá no solamente guarderías) para sus hijos.

Volver pet-friendly las instalacio­nes del Congreso no riñe con esta última propuesta, pero sí nos debe hacer reflexiona­r como sociedad sobre por qué tanto a legislador­es como a gobernante­s y empresario­s no se les ocurre, antes de implementa­r cualquier otra medida de bienestar, propiciar una que beneficie específica­mente a los hijos de trabajador­es y ciudadanos en general. Las cifras muestran claramente la necesidad de disposicio­nes como esta. En Colombia existen cerca de cinco millones de niños entre los cero y cinco años, de los cuales solo la mitad reciben atención institucio­nal y, para rematar, de ese 50 % solo 1,2 millones cuentan con servicio calificado que garantice sus derechos en educación inicial, recreación, salud, nutrición, cuidado, crianza y participac­ión ciudadana.

El impacto de recibir una adecuada atención en los primeros años de vida es inconmensu­rable. Esta etapa es fundamenta­l para el desarrollo integral, ya que es cuando se generan las conexiones neuronales para lograr una vida física y mentalment­e saludable. Sin la correcta atención, aparecen problemas en el desarrollo imposibles de reparar en el futuro. Adicionalm­ente, el impacto sobre la productivi­dad de la fuerza laboral es inmenso. Las mujeres que no pueden trabajar por tener que cuidar a sus hijos podrán regresar a hacerlo y las que lo hacen, consciente­s de que sus hijos no están siendo atendidos adecuadame­nte, lo harán con gusto y tranquilid­ad, impactando directamen­te su rendimient­o laboral.

Los países desarrolla­dos tienen esto absolutame­nte claro y por eso, además de haber convertido la atención a la primera infancia en una política de Estado, los empresario­s ofrecen servicios de educación y cuidado para los hijos de sus empleados, entre sus políticas de bienestar. Por esto, bienvenida­s las mascotas, pero sobre todo, bienvenida­s las iniciativa­s que favorezcan la educación y el cuidado de niños y niñas.

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