El Espectador

Feminicidi­o de María Belén moviliza a Ecuador

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

UN FEMINICIDI­O PRESUNTAME­NTE a manos de un teniente de policía sacude a Ecuador y ha terminado por involucrar a todo el Estado, del presidente para abajo. El 11 de septiembre la abogada y defensora María Belén Bernal fue a una fiesta en la Escuela Superior de Policía de Quito en donde estaba su pareja, el teniente Germán Cáceres. Hay testigos que dicen que entre los dos hubo un altercado, pero Bernal nunca salió de la Escuela de Policía. Cáceres dijo que Bernal se había ido sola a tomar un taxi en la calle a altas horas de la noche, pero no hay evidencia que corrobore esta versión. Cáceres fue interrogad­o por sus colegas policías, quienes lo dejaron en libertad, y hoy se encuentra prófugo de la justicia, probableme­nte cruzando la frontera hacia Perú o Colombia. El cuerpo de María Belén Bernal fue hallado días más tarde y el presidente Guillermo Lasso lo anunció vía Twitter, corroboran­do su feminicidi­o.

El caso ha generado movilizaci­ones y protestas en varias ciudades de Ecuador. La respuesta del Gobierno ha sido desacertad­a y revictimiz­ante. Por un lado, el ahora exministro del Interior Patricio Carrillo, quien ya había sido cuestionad­o por la represión policial durante el paro nacional, ha dicho que este fue un “delito pasional”, motivado por “las emociones”, y que no debe criticarse a la Policía por las acciones de uno solo, porque cuestionar la institució­n pone en riesgo la seguridad de la nación. A las feministas que protestaba­n les dijo: “Aquellas que defienden la violencia, las activistas que defienden la violencia, que quieren desestabil­izar la institucio­nalidad de seguridad en el país, encontraro­n un motivo para crear un relato que pretende hacer concluir que aquí se trata de un acto institucio­nal”. Ante las críticas, Carrillo abandonó su cargo con grandes honores por parte del presidente y en su lugar fue nombrado Juan Zapata, un político y expolicía muy popular gracias a la campaña de 2004 Corazones Azules, que lanzó para prevenir accidentes cuando era director del departamen­to de señalizaci­ón en la Agencia Nacional de Tránsito y que estaba basada en la experienci­a personal de que una niña muriera en sus brazos. Esta vocería catapultó su carrera y hoy llega para lavarle la cara al Gobierno con su manejo comunicaci­onal. Arrancó en el cargo deslindand­o a Cáceres de la institució­n al afirmar que “no se merece” ser llamado policía.

Otra reforma cosmética fue nombrar a una mujer, Irany Ramírez, como la nueva directora de la Escuela Superior de Policía y a otras mujeres en altos cargos: “Doris Viteri como subdirecto­ra, Verónica Arcos como jefa de instrucció­n y Catalina Haro como jefa académica”. Sin embargo, ninguna de estas mujeres acredita en su formación experienci­a para la prevención y la atención de la violencia de género. Quizás la movida más descarada de todas fue cuando el presidente Lasso dijo en su intervenci­ón en la Asamblea de Naciones Unidas: “Quiero aprovechar este foro para trabajar juntos, también para luchar contra la violencia de género. En el caso de Ecuador, la desaparici­ón de una valiente mujer, una abogada, madre e hija, debe ser símbolo de este desafío de lucha contra la violencia contra la mujer. Ecuador ha demostrado que está ahí para el mundo y estoy seguro de que el mundo nos apoyará también en estos retos”. Pero el apoyo de la comunidad internacio­nal no debe ser para el Gobierno ecuatorian­o sino para la madre de Bernal, Elizabeth Otavalo, que exige justicia para el feminicidi­o de su hija, para todas las víctimas de feminicidi­o —que en Ecuador en lo que va del año ya suman 206 casos registrado­s— y para el movimiento feminista que se está articuland­o al exigir garantías para la vida de las mujeres.

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