Feminicidio de María Belén moviliza a Ecuador
UN FEMINICIDIO PRESUNTAMENTE a manos de un teniente de policía sacude a Ecuador y ha terminado por involucrar a todo el Estado, del presidente para abajo. El 11 de septiembre la abogada y defensora María Belén Bernal fue a una fiesta en la Escuela Superior de Policía de Quito en donde estaba su pareja, el teniente Germán Cáceres. Hay testigos que dicen que entre los dos hubo un altercado, pero Bernal nunca salió de la Escuela de Policía. Cáceres dijo que Bernal se había ido sola a tomar un taxi en la calle a altas horas de la noche, pero no hay evidencia que corrobore esta versión. Cáceres fue interrogado por sus colegas policías, quienes lo dejaron en libertad, y hoy se encuentra prófugo de la justicia, probablemente cruzando la frontera hacia Perú o Colombia. El cuerpo de María Belén Bernal fue hallado días más tarde y el presidente Guillermo Lasso lo anunció vía Twitter, corroborando su feminicidio.
El caso ha generado movilizaciones y protestas en varias ciudades de Ecuador. La respuesta del Gobierno ha sido desacertada y revictimizante. Por un lado, el ahora exministro del Interior Patricio Carrillo, quien ya había sido cuestionado por la represión policial durante el paro nacional, ha dicho que este fue un “delito pasional”, motivado por “las emociones”, y que no debe criticarse a la Policía por las acciones de uno solo, porque cuestionar la institución pone en riesgo la seguridad de la nación. A las feministas que protestaban les dijo: “Aquellas que defienden la violencia, las activistas que defienden la violencia, que quieren desestabilizar la institucionalidad de seguridad en el país, encontraron un motivo para crear un relato que pretende hacer concluir que aquí se trata de un acto institucional”. Ante las críticas, Carrillo abandonó su cargo con grandes honores por parte del presidente y en su lugar fue nombrado Juan Zapata, un político y expolicía muy popular gracias a la campaña de 2004 Corazones Azules, que lanzó para prevenir accidentes cuando era director del departamento de señalización en la Agencia Nacional de Tránsito y que estaba basada en la experiencia personal de que una niña muriera en sus brazos. Esta vocería catapultó su carrera y hoy llega para lavarle la cara al Gobierno con su manejo comunicacional. Arrancó en el cargo deslindando a Cáceres de la institución al afirmar que “no se merece” ser llamado policía.
Otra reforma cosmética fue nombrar a una mujer, Irany Ramírez, como la nueva directora de la Escuela Superior de Policía y a otras mujeres en altos cargos: “Doris Viteri como subdirectora, Verónica Arcos como jefa de instrucción y Catalina Haro como jefa académica”. Sin embargo, ninguna de estas mujeres acredita en su formación experiencia para la prevención y la atención de la violencia de género. Quizás la movida más descarada de todas fue cuando el presidente Lasso dijo en su intervención en la Asamblea de Naciones Unidas: “Quiero aprovechar este foro para trabajar juntos, también para luchar contra la violencia de género. En el caso de Ecuador, la desaparición de una valiente mujer, una abogada, madre e hija, debe ser símbolo de este desafío de lucha contra la violencia contra la mujer. Ecuador ha demostrado que está ahí para el mundo y estoy seguro de que el mundo nos apoyará también en estos retos”. Pero el apoyo de la comunidad internacional no debe ser para el Gobierno ecuatoriano sino para la madre de Bernal, Elizabeth Otavalo, que exige justicia para el feminicidio de su hija, para todas las víctimas de feminicidio —que en Ecuador en lo que va del año ya suman 206 casos registrados— y para el movimiento feminista que se está articulando al exigir garantías para la vida de las mujeres.