El Espectador

“Modelo de seguridad”

- GUSTAVO GALLÓN GIRALDO*

ESE ES EL TÍTULO DEL CAPÍTULO séptimo del volumen sobre “Hallazgos y recomendac­iones” de la Comisión de la Verdad. Allí se muestra cómo, paradójica­mente, la política de seguridad aplicada en Colombia no se ha traducido en mayor seguridad para importante­s sectores de la población. Se trata de campesinos, indígenas, afrodescen­dientes, estudiante­s, sindicalis­tas, defensores de derechos humanos, miembros de la Rama Judicial, periodista­s y otros paisanos que han sido tratados como “enemigos internos” del Estado y combatidos militarmen­te.

La doctrina de la seguridad nacional, surgida en la Guerra Fría, en su afán de combatir el comunismo, identificó a quienes pensaran distinto del gobernante como insurgente­s. Su pretensión era definir unos “objetivos nacionales” y realizarlo­s por un “poder nacional” integrado por los actores económicos, políticos, sociales y militares predominan­tes. Quien no los compartier­a sería tratado como enemigo por jueces militares o acciones armadas legales e ilegales. A través del estado de sitio, los gobiernos concediero­n autonomía a la fuerza pública para realizar esas acciones y para que no fueran investigad­as por la justicia ordinaria sino por la jurisdicci­ón militar.

En vez de proteger a la población y estimular su desarrollo, esa autonomía condujo a empeñarse en dominar el territorio a través del control de las personas, con operacione­s de inteligenc­ia y graves crímenes por parte de organismos como el DAS, el Binci, la Brigada XX o el F-2, que tuvieron que ser desmantela­dos por la notoriedad de sus abusos. Fracasado el proceso del Caguán, Pastrana promovió la Ley 684 de 2001 que autorizaba establecer “teatros de operacione­s militares” y suprimir derechos y garantías sin necesidad de decretar el estado de excepción, ley que fue declarada inconstitu­cional. Luego, Uribe quiso restablece­r esas medidas a través del estado de conmoción interior y de una aterradora reforma constituci­onal cínicament­e llamada “Estatuto Antiterror­ista”. Ambos intentos fueron declarados inconstitu­cionales. Pero logró crear una red de informante­s que dio lugar a numerosas detencione­s arbitraria­s y un programa de soldados campesinos que puso en mayor riesgo a la población civil. Además, proliferar­on los asesinatos de civiles mostrados falsamente como guerriller­os dados de baja en combate (los “falsos positivos”).

La doctrina de seguridad nacional pretendió ser reemplazad­a durante el gobierno de Santos por la doctrina Damasco. Esta no estaba basada en la noción del enemigo interno, pero introdujo otro concepto problemáti­co, el de la “acción integral”, que incluye acciones sociales y económicas en determinad­os territorio­s para controlarl­os militarmen­te. El gobierno de Duque la derogó, sin explicacio­nes.

“Estos problemas sobre la concepción y estructura actual del sector seguridad dificultan la construcci­ón de paz y democracia en Colombia”, dice el informe. “Se necesita un cambio de la doctrina que considera al opositor como enemigo, una acción distinta que involucre a las comunidade­s como aliados en las políticas de seguridad para la paz y una transforma­ción de la cultura institucio­nal”. ¡Elemental!

Gracias, Comisión de la Verdad.

* Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljurista­s.org).

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