La lucha de las indígenas de Putumayo por no perder el saber de la partería
Las comunidades de este departamento están sumando esfuerzos para que esta práctica ancestral no se pierda. Sin embargo, están enfrentando enormes desafíos para preservarla. ¿Por qué es importante?
Aura Luz Bastidas Samboní, del pueblo yanacona, está a poco menos de un mes de dar a luz. Es su tercer embarazo y, tal parece, al igual que los dos primeros, lo tendrá en el hospital José María Hernández de Mocoa. Cuando tuvo el primero, tenía la idea de que su bebé naciera en casa. Estaba acompañada por una de sus tías, que es enfermera y que, como el resto de las mujeres de su familia, heredó la práctica de la partería ancestral. Pero el día del parto, Aura no tuvo una dilatación adecuada, que es el proceso en el que se da la apertura del cuello del útero para que el feto pueda ser expulsado.
Su segundo parto, desde un principio, estuvo programado para que la bebé naciera en el hospital. Fue en 2020, en plena pandemia, cuando el sistema de salud colapsaba y en Mocoa ya estaban adaptando un nuevo centro de salud para los casos de covid-19. Ese año y en 2021, solo entre el 1 y 1,5 % de los embarazos en Colombia no fueron en hospital, un promedio que no cambia desde 2015 y en el que Putumayo, donde hay 15 pueblos indígenas, no tiene protagonismo: la mayoría ocurren en Amazonas, Guainía, Vaupés y Vichada.
En 2020, Aura fue parte del 96 % de mujeres que parieron en algún hospital de Putumayo. Ella, junto a Diego Pinchao, su esposo, enviaron con antelación una solicitud al José María Hernández para que luego del parto les entregaran la placenta de la niña. Cuando Aura dio a luz, “salió una enfermera con una bolsa roja”, cuenta Pinchao. La enfermera caminó hacia unas canecas y botó la bolsa, entonces la abordó y le preguntó: “¿Esta es la placenta de la señora?” Sí, era. Finalmente, por confusiones burocráticas, tuvieron que redactar nuevamente la solicitud para que, a eso de una o dos horas, sacaran la bolsa de la caneca y se la entregaran.
Esta historia la contó Adriana
Samboní, prima de Aura, en un video documental que realizó en unos talleres de periodismo de salud del proyecto “El poder de la confianza. Contrarrestando la resistencia a las vacunas y la desinformación en Bolivia, Colombia y Perú”, financiado por la ONG Internews e implementado en conjunto con la ONG Sinergias en Vaupés y Putumayo, entre marzo y julio, en el que participaron alrededor de 20 personas de seis pueblos indígenas. El proyecto se enfocó inicialmente en el covid-19 y en las experiencias que diferentes comunidades tuvieron durante la pandemia, que hasta diciembre de 2021 fue la causa de muerte de 2.123 indígenas de Putumayo.
Según explica Juliana Jaimes, periodista de Sinergias y coordinadora del proyecto, las discusiones en torno a las experiencias en la pandemia se centraron en parte en la falta de un enfoque comunitario en las medidas de bioseguridad que implementó el Gobierno y en la desinformación sobre el virus. Se preguntaron “cómo había sido el flujo de información del coronavirus en las comunidades, es decir, quién había pensado en ellos y cómo habían sobrevivido a este proceso que para todos fue difícil”, cuenta Jaimes.
Sin embargo, agrega, estas conversaciones dieron pie para que en los talleres hablaran sobre otros temas de salud como la partería, la contaminación, el conflicto armado, vinculados a cómo estos se comunican dentro de las mismas comunidades.
Adriana Samboní se interesó en abordar la partería porque es una práctica que, incluso en una familia que tiene la tradición, como la suya, se ha ido perdiendo. Para ella, la violencia ginecoobstétrica -como define lo que le pasó a su prima con la placenta- es una de esas causas. La abogada y candidata a PhD Ana María Luna, a quien Samboní consultó para su video, le explicó que esta violencia puede ser psicológica o física al momento del parto por parte del personal de la salud. La abogada aclara que aunque las mujeres indígenas no tengan integrado este concepto, es fundamental que sepan que esta violencia ocurre y que “es una vulneración a sus derechos”.
“Indagué en cuán preparado está el sistema (de salud) para atender de manera particular a las comunidades indígenas”, cuenta Samboní, y se encontró con los modelos de Sistema Indígena de Salud Propio Intercultural (Sispi) que se están construyendo en Putumayo, entre los que los yanaconas adelantan uno.
No obstante, tal como en El Espectador lo contamos hace unos meses, estos modelos apenas van en la primera fase, que consisten en las caracterizaciones sociales de la salud en las comunidades (las enfermedades, las edades poblacionales, la cantidad de parteras y curanderos, entre otros), luego vendrán los planes de acción de cada modelo y, por último, la concertación de dichos planes. La razón de crear estos modelos de salud es que cada pueblo indígena tiene sus propios fundamentos y prácticas médicas, así como sus nociones de salud y enfermedad, y es algo respaldado por la Constitución del 91.
¿Cómo se daría, por ejemplo, un parto cuando se haya consolidado un modelo de salud intercultural? Para Pablo Montoya, magíster en salud pública y director de Sinergias, podría darse “un escenario muy positivo o muy negativo, dependiendo de los acuerdos a los que se lleguen y los lineamientos que establezcan las instituciones”.
Montoya apunta que la complejidad del asunto está en que hay una incomprensión grande, en el sistema de salud general, sobre qué es el Sispi y qué representa para los pueblos indígenas. Y es enfático en que una de las grandes deudas que sigue teniendo el Estado es la falta de fortalecimiento de procesos de gobernanza, como la consolidación de los modelos del Sispi, algo que, 31 años después de la Constitución, “no es una realidad”.
* Este artículo es publicado gracias a una alianza entre El Espectador e InfoAmazonia, con el apoyo de Amazon Conservation Team.
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2020, el 96 % de las mujeres embarazadas en Putumayo parieron en un hospital.