“Carpe diem”
QUIZÁS ME EQUIVOQUE, PERO TENGO la impresión de que los restaurantes, los hoteles, los eventos y los aeropuertos son hoy más frecuentados que antes de la pandemia. Es como si despertáramos del largo sueño que el COVID nos obligó a vivir, con un renovado deseo de vivir y de hacerlo intensamente. Parece haber en el aire una nueva conciencia frente a la necesidad del disfrute. Nos hemos percibido tan frágiles y cercanos a la muerte, que hoy sentimos un llamado a aprovechar cada oportunidad que tenemos para experimentar los placeres de la vida.
¿Será que se invirtieron las prioridades? Al esfuerzo y al sacrificio para lograr los objetivos a largo plazo de la vida, hoy preferimos priorizar el disfrute. ¿Cómo decía Lorenzo el Magnífico, el magnate de la familia Medici quien durante el Renacimiento italiano apadrinó a Leonardo da Vinci, Sandro Botticelli y Miguel Ángel?
‘‘Necesitamos
un poco de equilibrio y una sana dosis de hedonismo nos acerca más a la felicidad, a la libertad del sufrimiento y a la paz mental”.
“Quien quiera ser feliz que lo sea: no hay certeza del mañana”. Quizás estamos entrando en una nueva era de hedonismo, palabra que erróneamente hemos venido entendiendo como un sinónimo de excesos y extravagancias.
Pero seamos sinceros: ¿quién aguanta una vida hecha solamente de renuncias y sacrificios?, ¿de comida solo vegana?, ¿de horas gastadas en el gimnasio corriendo en una caminadora?, ¿de largas jornadas de trabajo, fin de semana incluido? Me pregunto: ¿en qué momento nos volvimos tan estoicos de creer que para lograr una vida larga y feliz hay que renunciar a todos los placeres? Es como si los códigos de la ética cristiana (y protestante en particular) y de un cierto puritanismo (sobre el cual Séneca tuvo su contribución) siguieran influenciando aquellos estilos de vida que son los más admirados y propicios.
Yo sugiero que necesitamos un poco de equilibrio y que una sana dosis de hedonismo nos acerca más a la felicidad, a la libertad del sufrimiento y a la paz mental. Al fin y al cabo, fue este el objetivo de Aristipo y más tarde de Epicuro, considerados los fundadores del hedonismo. A la pregunta “¿qué es el bien?”, los hedonistas contestan que el objetivo de todas las acciones debe ser alcanzar el placer y que el placer es el bien supremo. No se trata de buscar los excesos y los extremos del placer. Cualquier desequilibrio es una negación de la plenitud y hay sabiduría en la enseñanza de Sócrates de cultivar el autocontrol. Pero pienso que podemos disfrutar más la vida, si nos convertimos en practicantes de un hedonismo cotidiano volviéndonos capaces de disfrutar el aroma de un vino, el atardecer en una playa, la lectura de un libro en una hamaca, la buena conversación con amigos, la extensión de los juegos previos al hacer el amor. Porque si es cierto que nos vamos a morir (como nos recuerdan los estoicos), también es verdad que solo vivimos una sola vez (como enfatizan los hedonistas). Entonces: carpe diem.