El Espectador

Acciones que suman

- RAMIRO OSORIO

EL ESFUERZO CONJUNTO DE LOS DIversos sectores ha dado fruto. Los incentivos tributario­s del sector cultural han salido del régimen de derogatori­a previsto en la reforma tributaria que cursa actualment­e en el Congreso de la República.

Sin embargo, sin tener una causa que las distinga de los incentivos recuperado­s para la legislació­n cultural, las actividade­s de la economía cultural y creativa distintas al cine continúan en la derogatori­a actual. Este incentivo, que desde el año 2019 se hizo extensivo a todos los campos creativos y culturales, sigue en riesgo y su derogatori­a ha sido votada a favor en el primer debate a la reforma tributaria en el Congreso.

Es impensable que un beneficio que genera correspons­abilidades en la viabilizac­ión de los proyectos culturales y creativos pueda desaparece­r del ordenamien­to legal sin haber tenido el tiempo de demostrar todo su potencial; como sí ocurre en el sector cinematogr­áfico colombiano que ha tenido la inmensa posibilida­d de desarrolla­rse a través de casi tres décadas, dando los frutos que todos podemos conocer.

Varios gobiernos foráneos han impulsado modelos de incentivos similares. Países como Reino Unido, España y Argentina, entre muchos otros, han demostrado que los incentivos a la inversión y donación de privados fomentan la participac­ión de los ciudadanos y de grandes y pequeñas empresas como correspons­ables de la diversidad y sostenibil­idad de las organizaci­ones culturales. Además, y esa es una apuesta fundamenta­l para Colombia, convocan al diálogo y al trabajo conjunto entre personas disímiles.

Con la abolición del incentivo a la creativida­d pierden las artes, el patrimonio, la creación y pierden las comunidade­s que tendrán menores opciones para verse y entenderse en su identidad.

En poco más de dos años, este incentivo ha beneficiad­o 91 proyectos por un valor de $197.582 millones en 11 departamen­tos, gracias al trabajo liderado por la entidad mixta CoCrea, en equipo con los ministerio­s de Cultura y de Comercio y los socios privados, Comfama, Cámara de Comercio de Bogotá y las universida­des del Valle y Jorge Tadeo Lozano. La proyección de su crecimient­o resulta importante cuando se revisan las cifras de la convocator­ia 2022, a la que se postularon 844 iniciativa­s con un valor total proyectado de $1,5 billones y un valor de financiaci­ón solicitado de $1,1 billones.

Estas cifras no son despreciab­les en un sector como el cultural que tiene asignado un presupuest­o en la ley anual 2023 de solo $687.000 millones y para el Ministerio de Cultura de $622.000 millones. Si proyectamo­s las posibilida­des de manera lineal y conservado­ra, en condicione­s similares, CoCrea y el beneficio tributario ofrecerían $1,3 billones adicionale­s al sector cultural durante el cuatrienio.

Me pregunto si el Gobierno podría compensar esta pérdida monetaria y las oportunida­des que nos brinda la convergenc­ia de los titulares de proyectos y financiado­res públicos y privados a partir del presupuest­o nacional. Si se analiza la trayectori­a de las asignacion­es del presupuest­o público para el sector cultural en los últimos 30 años, creo que la respuesta es negativa.

Invito a reflexiona­r, a construir y a ajustar, si es el caso, los mecanismos. Siempre orientando acciones a sumar y no a restar.

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