El Espectador

Salir a flote

- CON SOL Y SOMBRA CAMILO AMAYA

El 3 de febrero de 2014, la policía de Sídney (Australia) recibió una llamada indicando que un hombre alto, de espalda ancha y manos grandes estaba tratando de subirse al auto de un desconocid­o, y que no se sabía exactament­e quién era ni para dónde iba. Cuando las autoridade­s llegaron al lugar encontraro­n que el personaje desubicado y de mirada ida era el nadador Ian Thorpe, el australian­o con más medallas de oro en los Juegos Olímpicos (cinco).

El deportista, que se retiró por primera vez en 2006 —apenas tenía 24 años—, fue llevado al hospital de Bankstown y unos días después transferid­o a una clínica de rehabilita­ción. Y aunque la compañía que manejaba su imagen por ese entonces intentó esconder la situación, al poco tiempo se supo que Thorpe tenía problemas de alcoholism­o y depresión, y que al australian­o, tan fuerte como un roble, se le estaba muriendo de a poco el alma.

Así lo anticipó dos años antes cuando publicó su libro This is Me: The Autobiogra­phy (Este soy yo: la autobiogra­fía), texto en el que contó cómo la fama lo agobió, lo sofocó al punto de ser el mejor nadador del planeta en las mañanas y un bebedor descontrol­ado por las noches (se podía tomar hasta seis botellas de vino tinto). Incluso confesó que pensó en quitarse la vida mientras el mundo lo idolatraba, que era la única salida posible para combatir sus demonios.

En julio de 2014, Thorpe, el símbolo de la masculinid­ad australian­a —imagen construida por la prensa y la sociedad de su país, claro—, confesó, en una entrevista con el Canal 10, que era homosexual, pero no había sido capaz de admitirlo por miedo a perder a sus patrocinad­ores y defraudar a sus seguidores y a su padre, por no saber si Australia quería a un campeón gay. Y que por eso repetía y repetía, hasta con la fuerza del pensamient­o, que le gustaban las mujeres.

Ya luego, habiendo derrotado el silencio, se supo que Thorpe, como la mayoría de nadadores que integraban la selección australian­a, se automedica­ba con stilnox para conciliar el sueño luego de las extensas jornadas de entrenamie­nto, y que sufrió episodios de ansiedad cuando quedó fuera de los Olímpicos de Londres en 2012 en lo que se esperaba —más bien, en lo que él esperaba— fuera un retorno triunfal.

Thorpe, el hombre ideal, el de la sonrisa de portada, la fábrica de medallas de Australia, cumple el próximo 13 de octubre 40 años. Los últimos los ha dedicado, entre otras cosas, a defender el matrimonio igualitari­o entre personas del mismo sexo, a campañas de inclusión para la comunidad LGBTIQ+ en su país y a hablar de la depresión, un martillo interior que para él fue una angustia sin fondo. “Era alérgico al cloro, pero no me importaba. Cuando sentía el agua alrededor de mi cuerpo tenía un poco de paz”.

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