Arrinconados
La guerra en Ucrania entró a una etapa de mayor escalamiento y peligrosidad. Los referendos fraudulentos realizados por Putin en las regiones de Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporozhye, y el discurso posterior en el que anunció su anexión irreversible, fueron acompañados de la advertencia de que Rusia usaría todos los medios disponibles para defender su integridad territorial, la movilización militar de alrededor de 300.000 nuevos soldados y, en respuesta a la explosión reciente del simbólico puente de Crimea y otras acciones de las fuerzas de Kiev, la realización de ataques aéreos agresivos sobre varias ciudades ucranianas.
Dado que la derrota militar rusa es sinónimo de su propia muerte política, es concebible que Putin esté escalando el conflicto con miras a forzar una desescalada. Ante los malos cálculos estratégicos al inicio de la guerra y su prolongación no anticipada, las altas bajas que han sufrido las tropas rusas y los cuestionamientos internos -tanto de la línea dura que cuestiona la falta de asertividad del líder como de la población en general que no simpatiza con la empresa bélica ni con sus costos materiales y humanos-, la intensificación busca forzar a los adversarios a la mesa de negociación. Es interesante observar que, en medio del discurso sobre la incorporación de las cuatro regiones, en el que acusó a Ucrania de neonazi y al sistema internacional erigido por Occidente de déspota, parasitario, genocida y neocolonial, Putin también reiteró los llamados a Kiev para volver a negociar. En el caso de Europa, el presidente ruso le apuesta también a que la crisis del gas natural pueda quebrar la actual unidad continental en contra de Rusia.
El peligro de que este escalamiento lleve a un “punto de no retorno” no es menor, entre otras porque si Rusia tiene que seguir retirándose de las posiciones territoriales que ocupa en Ucrania, el arrinconamiento actual de Putin podría empujarlo a realizar un ataque nuclear táctico. Algunos han argumentado que es menester ofrecerle una salida “digna” que permita presentar la guerra como un triunfo y aceptar un cese al fuego sin que suene a derrota. Uno de los problemas que plantea este escenario es que tendría que incluir algunas concesiones territoriales por parte de Ucrania, las cuales serían inaceptables para el presidente Zelensky, ya que ha dicho que la única negociación posible es el retiro completo ruso. Ni hablar del precedente que establecería para otros gobernantes con capacidades nucleares e inclinaciones expansionistas.
Aunque fuera criticada por alarmista y carente de pruebas, la advertencia reciente de Joe Biden de que el mundo está más cerca ahora de un “armagedón nuclear” que en cualquier momento de la historia desde la crisis de los misiles no es incorrecta. Pero también esas palabras confirman que EE. UU. y Europa están similarmente arrinconados; se están quedando sin alternativas para forzar la mano de Putin que no incluyan una intervención directa de la OTAN, que jamás será una opción viable.