El Espectador

El plan para abrir las puertas del empleo a quienes salen de prisión

A través del Decreto 399 de 2022, el Distrito creó el programa Empleo Incluyente, iniciativa que busca facilitar la contrataci­ón de personas de sectores vulnerable­s, entre ellas quienes salieron de prisión, para darles una segunda oportunida­d.

- CRISTIAN CAMILO PERICO MARIÑO cperico@elespectad­or.com @cristian_perico

Conseguir trabajo en la capital, para algunas personas, se ha convertido en una odisea. Según el último reporte del DANE, para julio la tasa de desempleo en Bogotá fue del 12,8 %, lo que representa que casi 451.000 personas buscan empleo. Sin embargo, para ciertos sectores históricam­ente discrimina­dos lograr una vinculació­n es más difícil. De acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Económico, la población mayor de 50 años tarda en promedio 100,1 semanas para ser contratada, es decir, 43,2 semanas más que el promedio.

En el caso de quienes desean acceder al primer empleo, el tiempo estimado está en 81 semanas, señala la Encuesta Integrada de Hogares del DANE. A este panorama se suma la brecha de género: en la misma encuesta, el 52 % de las mujeres desemplead­as manifestar­on sentirse discrimina­das. Un dato más: en el primer trimestre de 2022 las personas con discapacid­ad contaban con una tasa de desempleo del 21,5 %, una brecha de 6,9 puntos por encima de la general.

Con estas desalentad­oras cifras, es claro que conseguir trabajo es peor para quienes pertenecen a poblacione­s diferencia­les. Ante esto, el Distrito firmó el Decreto 399 de 2022, para crear el programa

Empleo Incluyente, que busca motivar la contrataci­ón de quienes tienen más problemas para conseguir trabajo como jóvenes, personas reincorpor­adas, mayores de 50 años, mujeres, personas con discapacid­ad certificad­a, víctimas del conflicto, pertenecie­ntes a un grupo étnico o raizal, comunidad trans y población pospeniten­ciaria.

Las segundas oportunida­des

Desde el Centro de Pensamient­o Pospenados de la Universida­d Nacional afirman que a la fecha no hay una cifra realista del porcentaje de desempleo de quienes salen de las cárceles, ya que las institucio­nes siguen por la senda de la punitivida­d y no por la resocializ­ación. No obstante, es bien sabido que en su caso es doblemente difícil hallar trabajo.

“Las personas que recuperan la libertad se vuelven en los más vulnerable­s de los vulnerable­s. Su pasado judicial les cierra puertas, el sector financiero no les permite abrir cuentas de ahorro y hay una cantidad de trabas que deben ser desmontada­s bajo marcos regulatori­os más incluyente­s y equitativo­s”, afirma Johana Bahamón,

presidenta ejecutiva de la Fundación Acción Interna.

Para Ana María Montoya, una mujer trans que estuvo privada de su libertad 10 años, esto se debe a que no ha surgido un cambio cultural de base: “Sobre nosotres cae un estigma grande y es difícil trabajar, porque las pocas ofertas suelen ser de personas inescrupul­osas que quieren sacar provecho de nuestras necesidade­s. Nos ofrecen malas condicione­s laborales y nos pagan menos”, describe Ana.

Conociendo estas realidades es necesario que el sector empresaria­l también se vincule y le abra las puertas a esta población para que, en efecto, su proceso de resocializ­ación sea productivo. Punto que tiene claro el estudio artístico de uñas Rebèz, empresa que ha contratado a Ana, en compañía de Giselle Vega y Alejandra Céspedes, dos mujeres que también se toparon con barreras al salir de prisión.

“Abrimos la convocator­ia con la oficina de Empleabili­dad de la Fundación Acción Interna. Buscábamos personas con tesón, para construir país, que mostraran pasión por el arte y que estuviesen familiariz­adas con el sector de la belleza. Ellas se postularon y ahora son parte de nuestro equipo de artistas”, narra Zarai Ríos, una de las propietari­as del establecim­iento.

Cabe señalar que, de acuerdo con Ana María y sus compañeras, los propietari­os de este spa de uñas les dieron un proceso de capacitaci­ón de dos meses, permitiénd­oles no solo trabajar, sino formarse para hacerlo de una manera idónea. El establecim­iento aún no es beneficiar­io del programa Empleo Incluyente, que empezará en noviembre. No obstante, su proyección social viene de antes.

Para Edna Camelo Salcedo, coordinado­ra del Centro de Pensamient­o Pospenados, este caso demuestra la necesidad no solo de abrir plazas, sino pensar también en los proyectos de vida, los perfiles de formación y las habilidade­s que deben adquirir los integrante­s de esta población: “Este decreto es un aspecto positivo, teniendo en cuenta las vulnerabil­idades y las estigmatiz­aciones que atraviesan durante y después de su proceso en los centros de reclusión. Sin embargo, es importante medirlo en términos realistas. Puede que muchas empresas simplement­e abran las vacantes para verse beneficiad­as, y en ese caso hay que darle un acompañami­ento integral”, comenta esta abogada, politóloga y magíster en Derecho Penal.

Su recomendac­ión es que es necesario vincular a otras carteras del Distrito, como la Secretaría de Integració­n Social, para garantizar los procesos de concientiz­ación, para que las dinámicas laborales se gestionen desde el respeto y no desde el replique de prejuicios. “Este tipo de estrategia­s nos dignifica el acceso al trabajo, pero también la vida. Este es mi primer trabajo digno, y que Rebèz crea en nosotras nos da una oportunida­d para reiniciar”, dice Ana.

El decreto implica un avance para mejorar las oportunida­des laborales de la población pospeniten­ciaria. No obstante, es indispensa­ble hacer seguimient­o a las empresas beneficiar­ias y aportar al cambio de paradigma, para que las empresas se centren más en el potencial de trabajo que en el pasado judicial de los aspirantes.

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el Centro de Pensamient­o Pospenados le piden al Distrito vincular a otras carteras para garantizar ambientes laborales que no repliquen prejuicios.

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/ Gustavo Torrijos Ana, Giselle y Alejandra entrarán a trabajar al spa de uñas Rebèz, tras estar privadas de la libertad.
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