Moldear lo que somos
SUCEDIÓ EL DOMINGO PASADO, EN EL Teatro Metropolitano de Medellín: un grupo de personas llegó hasta el primer piso de este edificio de ladrillos color naranja, para hablar de un tema que en esta ciudad se escucha varias veces durante la semana: la confianza. Cada semana, la gente se pregunta por redes y fuera de ellas si lo que revelan las autoridades locales es cierto. O no. La gente cuestiona por qué el dinero público aparece en contratos confusos; por qué las basuras se acumulan con más intensidad en las esquinas estos días; por qué Daniel Quintero, nuestro alcalde, va a Sogamoso; por qué algunas bibliotecas públicas ya no abren los domingos. Una lista amplia de porqués: ¿por qué desaparece la gente, en Medellín, con aparente facilidad? ¿Por qué Aníbal Gaviria, el gobernador, decide romper el silencio en un acto público y decir que las palabras del alcalde local no son ciertas?
La capacidad de algunos para pronunciar cualquier frase sin medir sus consecuencias y sin interesarse sobre si en ella hay belleza, inspiración y precedente se volvió una costumbre. Por eso, cuando en un evento público alguien habla con suavidad, inteligencia, novedad o pensando en los otros, hay aplausos y atención. Después de muchos años de discursos vagos, mentiras o insultos a otros, la gente que logra alejarse de eso encuentra oyentes y voluntad.
Sucedió el domingo pasado, en el Teatro Metropolitano de Medellín: el Ballet Metropolitano y la Orquesta Filarmónica se unieron con baile y música para hacer un homenaje a Gabriel García Márquez y, de paso, hablar de lo que significa confiar en otros.
En el escenario apareció un hombre controlador, inseguro y lleno de preguntas, incapaz de confiar en que el equipo oculto detrás del telón iba a dar lo mejor. Este espectáculo demostró que a medida que la desconfianza aumenta, también lo hace el deseo de encontrar buenas personas, capaces de unir los pedazos rotos, dejar las emociones del pasado y llevar con ellos solo el aprendizaje.
En tiempos en los que la confianza está rota, como pasa en Medellín, por estos días también comprobamos que la fuerza y el poder de las organizaciones está en la habilidad de sus personas para entender a otros y construir relaciones a través del tiempo.
Esther Perel, una de las terapeutas más reconocidas en el mundo, ha hablado de lo que ellas significan, actualmente: “La calidad de las relaciones determina la calidad de nuestra vida”. Y para poder tener unas buenas, es necesario aprender habilidades que en nuestra cultura muchos adquieren por imitación o por instinto, y no a través de los colegios, las universidades o los trabajos: hablar de forma efectiva y sin rodeos, construir acuerdos con otros y cumplirlos, aprender a tener conversaciones incómodas con suavidad y sin dejar marcas, entender las libertades, aceptar la naturaleza distinta de otros, aprender a transmitir entusiasmo con inteligencia y amor.
Este domingo pasado, un grupo de personas llegó para escuchar una conversación y ver un espectáculo sobre la confianza. El Museo de Arte Moderno de Medellín, el Ballet Metropolitano, la Orquesta Filarmónica y el Teatro Metropolitano se unieron en un programa llamado “Moldear lo que somos” que busca inspirar a que unamos las piezas rotas, a que sigamos aunque haya grietas, a que además de disfrutar la cultura nos animemos a entender (sin importar cuál sea el mandatario de turno) cómo podemos transformarnos para vivir mejor con otros. Libertad, democracia y confianza son los temas. Este programa que sirve de inspiración para otras regiones de Colombia cuenta con el apoyo de Comfama y demuestra que no se trata solo de ver los problemas: es importante actuar a partir de lo que hemos sido.