El Espectador

Volver a Villa Cielo, el sueño cumplido de Priciliano Iglesia

Fue víctima indirecta del “plan pistola” de Mancuso y su sangrienta carrera por concentrar tierras en Córdoba. Dos décadas después, un juez le devolvió la única finca que, para el hombre de 65 años, representa arduos 23 años de trabajo.

- JHOAN SEBASTIAN COTE LOZANO jcote@elespectad­or.com @SebasCote9­5

Entre los miles de despojos, masacres y desplazami­entos que dejó el imperio paramilita­r de Salvatore Mancuso en Córdoba permanecía escondida, además, la historia de una promesa fallida. Se trata de la ilusión de tener una finca propia del campesino Priciliano Iglesia, a quien, en 2001, su patrón le regaló una parcela en el municipio de Puerto Escondido, a cambio de 23 años de fiel trabajo como jornalero. El sueño se desvaneció cuando hombres armados asesinaron a su patrón y se apropiaron de la finca. Después de 20 años, un juez de restitució­n de tierras le devolvió la finca Villa Cielo y lo declaró víctima de la avaricia de Mancuso.

Iglesia tiene 65 años y todavía vive en un municipio de Córdoba. Otro patrón le dio trabajo como mototaxist­a, una labor que apenas le deja para comer y pagar el arriendo. No tiene casa, pensión y, aparte, un núcleo familiar. Si la vida fuese justa, desde hace dos décadas sería un hacendado más. Sin embargo, la misión paramilita­r de apropiarse de tierras ricas para la ganadería y funcionale­s como rutas de narcotráfi­co lo obligó a deambular por Colombia buscando trabajo. Y a la espera de, por fin, ser el jornalero de su propia tierra. Cultivar el maíz, el arroz y el ñame que alimenten su bolsillo y, a la vez, su idea de una vida digna, feliz y tranquila.

Esta historia comienza a finales de los años 70, cuando el ganadero Manuel Amador conoció a Iglesia. Lo invitó a trabajar como administra­dor de cultivos en más de 300 hectáreas. Amador era un empresario reconocido y fue presidente de la Liga de Sóftbol de Córdoba. “Enseguida me consiguió una máquina, preparamos la tierra y sembramos maíz. Sembramos después algodón y le fue bien. Nos amañamos los dos”, dijo Iglesia a El Espectador. Tal era la relación, que ambos comían en la misma mesa. Esa mano mágica de Iglesia, que aumentó la productivi­dad de los predios, terminó en una relación laboral de 23 años.

En 2001, Iglesia se enteró de que estaban vendiendo Villa Cielo cerca de los predios de Amador. El patrón no solo lo dejó negociar la tierra, sino que le dejó la escriturar­a a su nombre. “Me dijo: ‘Docto, eso póngalo a nombre suyo, que el día que usted no quiera trabajar más conmigo, eso es suyo’”. El negocio quedó hecho y, por primera vez, fue dueño. No obstante, no se instaló allí por la cantidad de hectáreas que seguía administra­ndo. Pero todo cambió el 4 de diciembre de 2003. En el marco de un “plan pistola” de Mancuso, Amador fue crudamente asesinado y paramilita­res tomaron la promesa de Iglesia como suya y la defendiero­n con fusiles.

“El trabajo de mi vida me lo quitaron los paramilita­res”, dice. Según el juzgado que conoció el caso, a partir de informes de la Fiscalía, Mancuso buscaba colaboraci­ón económica de los ganaderos de Córdoba para financiar los bloques asentados desde los años 90. “Se dio la toma a la fuerza de los predios estratégic­os que servían como corredor para el narcotráfi­co por su salida al mar”, se lee. El Tribunal Superior de Medellín, en un fallo de Justicia y Paz, señaló que los retenes y el cobro de extorsione­s allí superaba las rentas del narcotráfi­co. El Centro de Memoria Histórica reporta, en Córdoba, 2.503 homicidios selectivos entre 1995 y 2005. A la fecha, 952 predios despojados han sido restituido­s a víctimas en ese departamen­to.

“Así las cosas, y como se ha podido ver en otros casos que comportan idéntica índole, la venta acá cuestionad­a fue parte del fenómeno de concentrac­ión de tierras que fungió como estrategia de control económico, social y militar de zonas donde se radicaron los grupos contrainsu­rgentes (paramilita­res). En ese orden, es preciso concluir que en este caso se ocasionó un desprendim­iento anómalo de la parcela; se le produjo al acá actor, un daño traducido en la privación injusta de explotar y usufructua­r en beneficio propio el predio reclamado y se le obligó a desvincula­rse jurídicame­nte del predio”, concluyó el juzgado.

Por otro lado, en junio de 2008, Iglesia vivió la peor de sus tristezas. Después de decenas de amenazas de muerte y de ser perseguido en cuanta finca prestaba sus servicios, acudió a la Notaría Primera de Montería. Ese día, según la hipótesis de la investigac­ión, la finca Villa Cielo quedó a nombre de Jairo Jaramillo Franco, en presencia del poderoso ganadero Luis Jerónimo Berrocal. Una vez puesta la firma, su predio quedó reducido a irrisorios $600.000 en efectivo. Eso fue lo que le entregaron. “La plata se me fue en comidita. Compré ropita, porque qué más. ¿Qué iba a hacer? Recibirlos. Y seguía pagando arriendo”, agregó Iglesia.

En la solicitud de la Unidad de Restitució­n se lee que Berrocal era conocido por haber estado preso en Medellín, dado que pudo haber “asesinado a unos señores de alto rango de la ley”. El Tiempo, de hecho, registró en 1991 su captura en Venezuela, días después de que en Córdoba le incautaran más de 10 toneladas de cocaína. Para agosto de ese año estaba preso en la cárcel de Bellavista (Medellín) y vinculado a una investigac­ión por la desaparici­ón de un policía antinarcót­icos de la Dijín, el capitán Pedro Rojas. En octubre de 2009, Berrocal fue asesinado en Puerto Escondido, el mismo municipio donde está la finca Villa Cielo.

Al final, el juzgado ordenó a la Policía garantizar el regreso y la seguridad de Iglesia a Villa Cielo. El Fondo de Gestión de Restitució­n de Tierras pondrá la plata si existen deudas por servicios públicos y una dependenci­a hermana implementa­rá un proyecto productivo a favor de la víctima, para que no empiece de ceros. El Sena lo capacitará laboralmen­te y la Secretaría de Salud de Córdoba lo afiliará al régimen subsidiado. “Voy a trabajar en la parcelita. Los amigos me han dicho: ‘Hombe, qué bueno. Tu vida va a cambiar, para que no andes en esa moto arriesgand­o la vida. Ya te vas a dedicar a tu parcelita, a lo que te gusta, a sembrar. Cuando estés instalado te vamos a visitar’”.

››Por dos décadas ha querido ser el jornalero de su propia tierra. Cultivar el maíz, el arroz y el ñame que alimenten su bolsillo y, a la vez, su idea de una vida digna, feliz y tranquila.

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/ Archivo En 2001, a Iglesia su patrón le regaló una parcela en Puerto Escondido, a cambio de 23 años de fiel trabajo.
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