Richard von Weizsäcker y Osvaldo Soriano
Richard von Weizsäcker (1920-2015) es uno de los personajes más notables de la historia alemana del siglo pasado. Hijo de un alto funcionario del Ministerio del Exterior en la dictadura nazi, fue soldado de las tropas que invadieron Polonia, provocando la Segundo Guerra Mundial, y lo condecoraron con la Cruz de Hierro en el sitio de Leningrado.
Al terminar la guerra, estudió Leyes y asesoró al defensor de su padre en los juicios de Núremberg contra los miembros de la cúpula nazi. En 1954 ingresó en el Partido Demócrata Cristiano; en 1981 fue elegido burgomaestre de Berlín Occidental y en 1984 dimitió para ser candidato a la presidencia de la República Federal, donde sumó dos mandatos.
Pasará a la historia por su discurso de 1985 en el Bundestag, con motivo del 40.° aniversario del final de la guerra. La frase clave, que nunca se pronunció durante esos cuarenta años, es que para Alemania el fin de aquella guerra “no fue el día de una derrota, sino el día de la liberación” de una dictadura infame.
Osvaldo Soriano creo que no necesita presentación, pero los olvidadizos son legión: fue un escritor argentino (1943-1997), autor de Triste, solitario y final, No habrá más penas ni olvido, Cuarteles de invierno, A sus plantas rendido un león y Una sombra ya pronto serás, cinco novelas inolvidables, traducidas a quince idiomas, tres de ellas filmadas. Cuando No habrá más pena ni olvido, de Héctor Olivera, fue presentada en la Berlinale de 1984, recuerdo (estaba presente) que el público se puso de pie en la ovación final: ganó el Oso de Plata y el Premio especial del jurado.
Fuimos muy amigos y nos encontramos varias veces a lo largo de los años de su exilio. Uno de los encuentros tuvo lugar en Berlín, en 1982, en el Festival Horizontes, el evento intelectual y artístico más grande dedicado a América Latina que se haya celebrado. Un mes dedicado a dar a conocer el continente en todo su fabuloso contenido. Osvaldo, uno de los escritores invitados, y yo, que cubría aquel Festival para mi emisora, coincidimos en el acto de la inauguración y nos sentamos juntos.
Lo que quiero rescatar aquí es el momento en que Richard von Weizsäcker, como burgomaestre en el desempeño de su cargo, le dio la bienvenida a la amplia embajada latinoamericana en la ciudad dividida, y Osvaldo, quitándose los auriculares con que seguía la traducción simultánea, me preguntó en voz baja: “¿Quién es?”. Le contesté también en voz baja: “El alcalde de Berlín”. Y Osvaldo respondió: “Este, en Buenos Aires, no sacaría ni un 5 % de los votos”. Prudente, no comenté nada. Pero eso me dio una idea cabal de lo que se entiende por política en Buenos Aires. Aunque no solo allá.