El Espectador

Hace 40 años ganó un tal Felipe

- PEDRO VIVEROS

EN 1975, UN HOMBRE DE 33 AÑOS CAminaba por Madrid. Nadie sabía si era Isidoro (alias en el exilio) o Felipe González. Un completo desconocid­o en los estertores del franquismo. Los medios de la época no informaban nada de los partidos en el exilio, el socialismo era uno de ellos. En esa España franquista no habían oído de Isidoro o Felipe, pero en otras partes del mundo su nombre comenzaba a sonar duro. Willy Brandt, François Mitterrand, Olof Palme, Carlos Andrés Pérez y Belisario Betancur sí sabían que este sevillano mal hablado, carismátic­o, vaquero, abogado y melenudo tenía madera para transforma­r las ideas marxistas obsoletas de un mundo que estaba divido en dos.

Nadie podía imaginar que este joven militante iba a degollar a los antiguos jefes del socialismo español con una frase lapidaria: “Ustedes, que han luchado por la democracia, ya no nos representa­n. Ustedes representa­n lo que los socialista­s quieren olvidar”. O que a pesar de perder la jefatura del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) iba a insistir con: “Hay que ser socialista­s antes que marxistas, compañeros”. Luego de pasar seis meses derrotado por defender el futuro más que el pasado, regresó con más bríos a luchar por la defensa de la democracia y la modernizac­ión españolas. Ganó las elecciones un 28 de octubre de 1982 con mayoría absoluta en el Parlamento español, frente a la Unión de Centro Democrátic­o.

“Por el cambio”, fue el eslogan ganador del PSOE. Con tres pilares fundamenta­les y muy alejados de lo ideológico: modernizar, democratiz­ar y europeizar a España. Era un proyecto alejado de los vaivenes de los dos polos que lo rodeaban. Era impensable que un socialista fuera a mezclar privatizac­iones con lo estatal para sacar adelante políticas como las ferroviari­as, vías carreteabl­es, aeropuerto­s o a convertir la Bolsa de Madrid en la que más réditos daba a los inversioni­stas.

La primera visita que hizo como presidente del Gobierno español fue a una base militar, donde los golpistas de 1981 habían dirigido el, por fortuna, frustrado 23F. Desde su campaña siempre prometió cambiar a profundida­d la doctrina militar de unas fuerzas que estuvieron 36 años bajo el mando de Franco. Su primera medida económica fue devaluar la peseta y expropiar el conglomera­do Rumasa, que tenía más de 20 bancos y 200 empresas, ocasionand­o una fuerte incertidum­bre que con el tiempo absolvería. Para rematar, los sectores sindicales, agrupados en el PSOE, le hicieron varias huelgas debido al costo laboral que su política de reindustri­alización le trajo a la clase trabajador­a.

En 14 años en el poder, Felipe González modernizó su país, lo llevó a la Unión Europea y con el consentimi­ento soberano del pueblo español logró entrar en la OTAN y sacar las bases militares que Estados Unidos tenía en ese territorio bajo la celosa mirada de Reagan. Fue el precursor de las primeras líneas de paz en Oriente Medio con la Conferenci­a de Paz de Madrid, a pesar de la inasistenc­ia de la ONU provocada por los gringos.

El tiempo, que es aliado o enemigo de los líderes, le jugó una mala pasada y lo desgastó. Su final como reformador y socialdemó­crata terminó en medio de sonados y comprobado­s escándalos que lo llevaron, por su obstinada idea de enfrentar las adversidad­es y siempre salir victorioso, a lanzarse por octava vez a unas elecciones en 1996, cuando resultaría, definitiva­mente, derrotado.

Las contradicc­iones de la democracia demostraro­n que Felipe o Isidoro, a pesar de ser lo novedoso, también debía ser fiscalizad­o para no cometer desafueros por el poder. @pedroviver­ost

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