El Espectador

Desde el exilio, Luz Estella Romero recibió premio como defensora del año

Diakonia y Act Iglesia, con el apoyo del gobierno de Suecia, entregaron ayer el Premio Nacional de Derechos Humanos 2022. La fundadora del Colectivo Mujeres al Derecho, y quien se encuentra en España, fue una de las galardonad­as.

- JULIÁN RÍOS MONROY jrios@elespectad­or.com @julianrios_m

Ningún testimonio guarda más dolor que el de quien pierde todo por la guerra. Luz Estella Romero lo supo a finales de la década de 1990. Aún estaba en la universida­d, estudiando derecho, cuando le ofrecieron un trabajo en la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) que la puso de frente a la tragedia de los miles de desplazado­s por el conflicto que dejó esa época oscura de violencia desgarrada de grupos paramilita­res y guerriller­os en la región Caribe. En los primeros seis meses escuchando esos relatos de las víctimas no tuvo un solo día sin la compañía del llanto. Y eso que, dice, no es de lágrimas flojas.

De eso ya pasaron más de 20 años, en los que Luz Estella no ha dejado de trabajar con las víctimas, aunque esa labor le han costado la persecució­n y el exilio. En 2001, junto a sus compañeras de estudio, empezó a recorrer los departamen­tos de Magdalena y Atlántico con brigadas pedagógica­s y jurídicas para acompañar a mujeres que sufrían violencia económica y a personas desplazada­s que buscaban regresar a sus tierras. Dos años después fundó la Asociación Colectivo Mujeres al Derecho (Asocolemad), que representa a más de 4.000 víctimas en 300 casos presentado­s ante la justicia y que se han convertido en sentencias históricas para el país.

Esas luchas de Luz Estella y su organizaci­ón fueron exaltadas incluso por el Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas, que en 2019 le otorgó estatus consultivo a Asocolemad. Ayer su trabajo volvió a ser reconocido con el Premio Nacional de Derechos Humanos, que galardonó a Luz Estella en la categoría de defensora del año. Un premio que tuvo que recibir a 8.000 kilómetros de distancia, en España, por cuenta de la violencia que ha denunciado y combatido, pero que también la ha asediado.

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Luz Estella (Baranoa, Atlántico, 45 años), dice que más caribeña no puede ser. Se reconoce como mujer afro, aunque muchas veces le han dicho que no lo es, juzgándola por su piel acanelada y sus rasgos. Es una mujer rebelde, feminista, dueña de una voz pausada de marcado acento costeño, que se pierde entre respuestas largas y que tiene la capacidad de crear nudos en la garganta de quienes la escuchan. Lo consigue con darle un repaso a la memoria y contar alguna historia de esas personas con las que ha caminado, como la de las 75 integrante­s de la Asociación de Mujeres Productora­s del Campo (Asomuproca).

“Después de que las obligaron a desplazars­e del Magdalena empezaron a perseguirl­as y asesinaron a dos representa­ntes legales, una mujer de la junta directiva y otras tres lideresas, que murieron en masacres. Cuando nos buscaron para empezar el proceso, les preguntamo­s si tenían miedo. Respondier­on que sí, pero que no se iban a dejar, que tenían que volver a sus tierras por la memoria de sus compañeras asesinadas. Pocas cosas impactan como eso”, cuenta desde la casa donde la ubicaron en España tras su exilio de Colombia hace 14 meses.

El caso de Asomuproca llegó a los despachos de los magistrado­s de la Corte Constituci­onal y se volvió emblemátic­o, porque en 2011, cuando se instaló la Ley 1448 (de víctimas y restitució­n de tierras), era el único en el que las mujeres exigían la devolución de sus predios como medida de reparación colectiva.

La apuesta de su asociación -y de ahí su nombre- es que sean las propias mujeres quienes salten al derecho y abanderen sus procesos ante la justicia.

“La mejor acción jurídica es la que emprenden las comunidade­s mismas. Lo que hacemos es un trabajo de formación para que las poblacione­s asuman sus casos. Por eso decimos que el trabajo de Asocolemad es ciento por ciento político, porque a lo que contribuim­os es a que haya un cambio del sistema hegemónico económico y político, que también es patriarcal y colonialis­ta”, dice Luz Estella, que califica las sentencias obtenidas apenas como “pequeñas ganancias”, y asegura que “no van a ser más que eso hasta que se encuentre justicia social y justicia de género”.

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Una vez una afirmación, casi una sentencia, dicha por su hijo la alarmó. En ese entonces él tenía apenas 10 años, y un día cualquiera, como si conociera todas las “papas calientes” de su trabajo como abogada y defensora, le dijo: “Madre, yo sé que tú no vas a vivir mucho”.

Justamente cuatro años antes, en 2008, habían empezado las amenazas por los procesos que Asocolemad lideraba por delitos de lesa humanidad y vulneracio­nes al acceso a la tierra. En 2014 todo se agravó. Un mensaje firmado por un “Ejército Antirresti­tución” elevó la preocupaci­ón del colectivo, que también denunció la presencia constante de una patrulla al frente de su oficina.

La asociación pidió protección a los sistemas nacionales e internacio­nales, trasladó su sede periódicam­ente, pero en 2019 tras la retención del hijo de Luz Estella, se desplazaro­n a Bogotá. Por los riesgos que persistían, en agosto de 2021 se exiliaron a España.

Allá, del otro lado del Atlántico, Romero recibió la noticia de la postulació­n al premio, mientras hacía una gira de incidencia para alertar a la comunidad internacio­nal por la crisis de violencia que se mantiene en Colombia: “Para mí es un reconocimi­ento de todas las colegas, pero sobre todo es un premio que le da a la defensa de derechos humanos en general -no solo a los nominadosu­na dignidad”.

Luz Estella asevera que no ve la hora de volver a Colombia, pero el riesgo contra su vida se lo sigue impidiendo.

‘‘La

mejor acción jurídica es la que emprenden las comunidade­s. Hacemos es un trabajo de formación para que las poblacione­s asuman sus casos”.

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/ Gustavo Torrijos Luz E. Romero (en pantalla) junto con los y las ganadoras de las otras categorías.
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