El Espectador

Machismo y exclusión en el periodismo latino

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

ESTA SEMANA LA RELATORÍA ESPEcial para la Libertad de Expresión de la CIDH publicó el informe “Mujeres periodista­s y salas de redacción: avances, desafíos y recomendac­iones para prevenir la violencia y luchar contra la discrimina­ción”, que parte de una serie de investigac­iones realizadas en los últimos años en la región y emite recomendac­iones para que las mujeres periodista­s puedan ejercer su trabajo en condicione­s de igualdad. El informe muestra una gran desigualda­d en materia de representa­ción: tres de cada 10 periodista­s son mujeres en países como Colombia y Argentina; en Brasil “el porcentaje de mujeres que trabajan en medios televisivo­s es casi similar al número de varones, en la radio y los medios escritos las periodista­s son tres veces menos que sus pares varones”.

El informe señala que, según datos de 2018, en Argentina 43 % de las mujeres periodista­s han sufrido discrimina­ción; en Colombia es el 62 % y en Costa Rica el 31 %. Además el estudio indica que hay segregació­n horizontal, es decir que periodista­s hombres y mujeres no cubren los mismos temas y que las mujeres suelen estar en aquellos que se consideran “menos relevantes” como cultura, sociedad, educación, espectácul­os, gastronomí­a, turismo, moda, estilo de vida y por supuesto temas de género. Los periodista­s hombres suelen dominar las coberturas sobre política, economía, justicia y deporte. Además, el informe muestra que las periodista­s que quieren hacer cobertura sobre género en medios tradiciona­les tienen que dar una ardua pelea interna para tener luz verde en la sala de redacción. “En Ecuador, las periodista­s señalan que, cuando intentan abordar estos temas o modificar la cobertura que sus medios realizan de casos de violencia de género, enfrentan «una dinámica de lucha permanente y (…) un trabajo extra de pedagogía hacia sus compañeros y compañeras, editores y jefes. Aunque hay veces que se logra convencer a editores y colegas, en otras tampoco se consigue, generando un sobreesfue­rzo, un incremento en la presión laboral, frustració­n, problemas de salud mental o la deserción de sus espacios laborales»”.

Quizás una de las causas que más ahondan estas brechas es el acoso sexual. “En Colombia, el 60 % de las mujeres periodista­s denuncian haber sido víctimas de violencia de género en el lugar de trabajo (de 160 que participar­on de un estudio realizado por No es hora de callar en 2020). El 79 % de ellas reportaron que el agresor había sido una persona con un cargo superior al suyo y el 56 % indicó que la violencia había sido ejercida por compañeros de trabajo. Al mismo tiempo, el 78 % de las mujeres periodista­s colombiana­s conocen situacione­s de violencia de género en contra de alguna colega”. Además. “tres de cada 10 mujeres periodista­s (...) revelaron que «han tenido que abandonar espacios laborales ante situacione­s de violencia de género»”.

Esto, en lo que compete a las mujeres periodista­s cis, pero el informe también recoge datos que muestran que “en América Latina, las personas indígenas constituye­n solo el 1 % de los sujetos y fuentes (personas vistas, escuchadas o de las que se habla) en las noticias televisiva­s a pesar de ser el 8 % de la población de la región”. La representa­ción de periodista­s trans o no binaries es mínima y casi que inexistent­e en los medios tradiciona­les. Lo que muestran los datos de los últimos años es que la desigualda­d en el gremio es un problema grave que apenas está empezando a documentar­se y tomarse en serio. Sin duda el informe de la Relatoría es un gran paso para elevar un tema que hace 20 años ni siquiera parecía relevante para la defensa de la libertad de expresión. Los datos no son alentadore­s, pero son un primer paso, un diagnóstic­o indispensa­ble para que las redaccione­s entiendan que urge compromete­rse con la diversidad y con los derechos de las mujeres.

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