Queda un mes para que la pelota ruede en Catar
Ya pasaron más de cuatro años desde que Rusia acogió el último Mundial. Y la espera para que regrese la Copa del Mundo ha sido tan insoportable e inusual como la sede misma del torneo. Catar, un país sin tradición futbolera, pero con muchos millones, albergará la competencia deportiva más importante del planeta.
La cuenta regresiva, por fin, marca sus últimos compases y, mientras cada vez más países, delegaciones, estrellas y figuras ligadas al fútbol hacen un llamado a prestar atención a las violaciones de los derechos humanos que han tenido lugar en el país de Oriente Medio -con motivo de la organización del certamen-, las 32 naciones participantes están a la expectativa del pitazo inicial.
El fútbol hablará nuevamente en la cancha, mientras fuera de ella la Copa se desarrollará en un país abiertamente señalado de haber “comprado” el Mundial, de perseguir a la comunidad LGBTI y de excluir a las mujeres. La paradoja del fútbol y la política, el balón que rueda mientras, a la par, el contexto social moldea el devenir del evento.
Nunca en la historia un país había invertido tanto en una Copa del Mundo. En total, el presupuesto y los costos de la organización alcanzan los US$220.000 millones, una cifra de escándalo que promete un espectáculo de dimensiones astronómicas. La leyenda de Catar 2022 se ha construido a la par de la creación de nuevas ciudades, estadios estrafalarios, ecosistemas artificiales para proteger a los asistentes de las altas temperaturas y más de 6.500 trabajadores muertos en la creación y adecuación del Mundial, según los números y la investigación del diario The Guardian y Amnistía Internacional.
Catar 2022 es una paradoja. Por un lado, el objetivo del emirato, de mostrarse ante el mundo, se ha logrado sin lugar a dudas. No obstante, por el otro lado, esa publicidad ha sido un arma de doble filo para los árabes, que tienen sobre sí el escrutinio y los ojos de todo el mundo. La estrategia política de los cataríes, para hacer frente a la potente Arabia Saudita, se ha basado en un trabajo de más de 10 años de diplomacia deportiva. Un despilfarro sin freno, con actos de corrupción a bordo, para contarle al mundo que en Oriente Medio hay una nueva potencia y se llama Catar.
Cuando ruede la pelota, y ya falta menos de un mes, el mundo mirará al mundo árabe y a las 32 selecciones que se disputarán el título que actualmente reposa en las vitrinas de Francia, uno de los muchos favoritos que tendrá el torneo.
Por el lado de América, dos equipos llegan con muchas chances de pelear: Argentina y Brasil. El primero se sostiene en el sueño y la última el chance de Lionel Messi de ganar un Mundial. Él dijo que Catar será su “última rodada”. Campeones de la última Copa América, los argentinos llegan con un presente inmejorable. Si hay un momento es este, aunque ese adagio, tan fácil de aplicar como de olvidar, puede ser un arma de doble filo. El segundo, los subcampeones de América, se apoyan, en cambio, en Neymar, uno de los mejores del mundo y la principal esperanza de que Brasil logre su sexta Copa. El astro de PSG -de los mismos dueños del Mundial- también dijo en el pasado que no cree que vaya a jugar otra Copa del Mundo, por lo que esta será también su última oportunidad de levantar el trofeo.
De Europa llegarán varios favoritos: Francia, el campeón vigente; Alemania, el gigante dormido; España, la sorpresa de Luis Enrique; Inglaterra, que viene de ser subcampeón en la Eurocopa, y Bélgica y Países Bajos, dos eternas promesas con nóminas para lograr su primera estrella.
Para Catar 2022 no falta nada. Esperado lo más, ahora queda lo menos. El 20 de noviembre, cataríes y ecuatorianos darán inicio a uno de los mundiales más inusuales y esperados de todos los tiempos.