El Espectador

Agroquímic­os vs. sostenibil­idad

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

LA GUERRA RUSIA-UCRANIA, QUE HA generado desabastec­imiento de gas y petróleo en la Unión Europea, acelerará en el mediano plazo la sustitució­n de hidrocarbu­ros por fuentes energética­s renovables alternativ­as. La crisis de abastecimi­ento en agroquímic­os, que esa misma guerra ha generado, debe significar un fuerte impulso a la agricultur­a orgánica y regenerati­va para enfrentar la crisis climática y de pérdida de biodiversi­dad.

Si bien entendemos que Alemania —que estaba cerrando termoeléct­ricas a carbón, siguiendo sus compromiso­s de descarboni­zación— esté incrementa­ndo temporalme­nte la importació­n de ese mineral para generar energía en medio de la guerra, también entendemos la reacción del Gobierno colombiano de solicitar un crédito para importar insumos agropecuar­ios. Lo que no parece pertinente ni consecuent­e con la propuesta del Pacto Histórico es que la solicitud sea de un crédito de US$50 millones al Banco Mundial para importar úrea química como fuente de nitrógeno. A mi modo de entender, una parte del crédito, máximo un 10 %, podría ser para atender la emergencia de abastecimi­ento de agroquímic­os en un sector que por décadas se ha impulsado siguiendo los principios de la llamada revolución verde, intensiva en agroquímic­os, pero la parte gruesa debería ser para apoyar una reconversi­ón en el sector agropecuar­io.

El programa de gobierno, en su enfoque ambiental y de sostenibil­idad referido a la reactivaci­ón del campo y la transición agroecológ­ica, entre otras cosas, dice: “Transitare­mos hacia una matriz productiva basada en la agroecolog­ía y la producción campesina agroalimen­taria, que supere el mito de la revolución verde”. En ese marco y ante el acuerdo reciente de comprar tres millones de hectáreas a ganaderos e impulsar la reconversi­ón productiva en esas tierras para pasar de sistemas extensivos de ganadería a agroecolog­ía, sistemas agroforest­ales y sistemas silvopasto­riles, esperamos que se retomen experienci­as recientes adelantada­s en el proyecto de ganadería colombiana sostenible administra­do por el Banco Mundial, en el que se demostró que, cuando se vincula el árbol como parte integral del sistema productivo, se genera mayor capacidad de carga ganadera y se adelantan acciones frente al cambio climático, de mitigación por fijación de carbono y adaptación por mayor resilienci­a ante climas extremos. Adicionalm­ente, se disminuye de manera importante el uso de agroquímic­os y las quemas, contribuye­ndo a la regulación hídrica local. Por todo lo anterior, se esperaría que una parte importante del crédito solicitado ante el Banco Mundial fuera para invertir en esa transición productiva y no solo en agroquímic­os. Los sistemas silvopasto­riles intensivos, citados en el acuerdo entre el Gobierno de Colombia y Fedegán, utilizan nitrógeno de la atmósfera a través de la fijación del mismo por plantas leguminosa­s; por lo tanto, no necesitan úrea de origen químico para incrementa­r la producción de las praderas, base de la productivi­dad de carne y leche.

Respecto al crédito, es muy probable que el mismo Banco le exija al Gobierno que incluya acciones complement­arias asociadas al propósito de enfrentar la crisis climática y la pérdida de biodiversi­dad, dado que el Banco está exigiendo indicadore­s de cambio climático y sostenibil­idad referidos a las operacione­s que financia, y que la úrea química nada tiene de sostenibil­idad, pues su fabricació­n y aplicación son una gran fuente de emisiones de gases efecto invernader­o. La dificultad de conseguir agroquímic­os en el mercado mundial debería ser utilizada por el Gobierno para generar incentivos e impulsar una reconversi­ón amigable con el medio ambiente en el sector agropecuar­io nacional.

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