Agroquímicos vs. sostenibilidad
LA GUERRA RUSIA-UCRANIA, QUE HA generado desabastecimiento de gas y petróleo en la Unión Europea, acelerará en el mediano plazo la sustitución de hidrocarburos por fuentes energéticas renovables alternativas. La crisis de abastecimiento en agroquímicos, que esa misma guerra ha generado, debe significar un fuerte impulso a la agricultura orgánica y regenerativa para enfrentar la crisis climática y de pérdida de biodiversidad.
Si bien entendemos que Alemania —que estaba cerrando termoeléctricas a carbón, siguiendo sus compromisos de descarbonización— esté incrementando temporalmente la importación de ese mineral para generar energía en medio de la guerra, también entendemos la reacción del Gobierno colombiano de solicitar un crédito para importar insumos agropecuarios. Lo que no parece pertinente ni consecuente con la propuesta del Pacto Histórico es que la solicitud sea de un crédito de US$50 millones al Banco Mundial para importar úrea química como fuente de nitrógeno. A mi modo de entender, una parte del crédito, máximo un 10 %, podría ser para atender la emergencia de abastecimiento de agroquímicos en un sector que por décadas se ha impulsado siguiendo los principios de la llamada revolución verde, intensiva en agroquímicos, pero la parte gruesa debería ser para apoyar una reconversión en el sector agropecuario.
El programa de gobierno, en su enfoque ambiental y de sostenibilidad referido a la reactivación del campo y la transición agroecológica, entre otras cosas, dice: “Transitaremos hacia una matriz productiva basada en la agroecología y la producción campesina agroalimentaria, que supere el mito de la revolución verde”. En ese marco y ante el acuerdo reciente de comprar tres millones de hectáreas a ganaderos e impulsar la reconversión productiva en esas tierras para pasar de sistemas extensivos de ganadería a agroecología, sistemas agroforestales y sistemas silvopastoriles, esperamos que se retomen experiencias recientes adelantadas en el proyecto de ganadería colombiana sostenible administrado por el Banco Mundial, en el que se demostró que, cuando se vincula el árbol como parte integral del sistema productivo, se genera mayor capacidad de carga ganadera y se adelantan acciones frente al cambio climático, de mitigación por fijación de carbono y adaptación por mayor resiliencia ante climas extremos. Adicionalmente, se disminuye de manera importante el uso de agroquímicos y las quemas, contribuyendo a la regulación hídrica local. Por todo lo anterior, se esperaría que una parte importante del crédito solicitado ante el Banco Mundial fuera para invertir en esa transición productiva y no solo en agroquímicos. Los sistemas silvopastoriles intensivos, citados en el acuerdo entre el Gobierno de Colombia y Fedegán, utilizan nitrógeno de la atmósfera a través de la fijación del mismo por plantas leguminosas; por lo tanto, no necesitan úrea de origen químico para incrementar la producción de las praderas, base de la productividad de carne y leche.
Respecto al crédito, es muy probable que el mismo Banco le exija al Gobierno que incluya acciones complementarias asociadas al propósito de enfrentar la crisis climática y la pérdida de biodiversidad, dado que el Banco está exigiendo indicadores de cambio climático y sostenibilidad referidos a las operaciones que financia, y que la úrea química nada tiene de sostenibilidad, pues su fabricación y aplicación son una gran fuente de emisiones de gases efecto invernadero. La dificultad de conseguir agroquímicos en el mercado mundial debería ser utilizada por el Gobierno para generar incentivos e impulsar una reconversión amigable con el medio ambiente en el sector agropecuario nacional.