“La realidad es una novela con lagunas”
El cineasta habla sobre el fallecido cronista Pedro Claver Téllez, quien fue su amigo y con quien trabajó en la docuserie “Pedro y el Siete Colores”, centrada en la historia de Efraín González, uno de los bandoleros más temidos de la historia colombiana.
Usted asesoró en materia investigativa a Rafael Urrea en su docuserie “Pedro y el Siete Colores”. ¿Cómo conoció a Pedro Claver Téllez?
Conocí a Pedro en 1987, cuando sacó su primer libro: Crónicas de la vida bandolera. Los cineastas de esa época, quienes estábamos pensando en hacer una película sobre la violencia de los años cincuenta, nos sorprendimos con las crónicas de Pedro, porque recogió a todos: liberales, conservadores e incluso hizo un barrido hacia atrás, hacia la Guerra de los Mil Días. A mí me sorprendió, sobre todo darme cuenta de esos bandoleros de los que él hablaba, donde sus cuadrillas y formas de ser eran muy parecidas a los actores de Rodrigo D. A finales de la década de los cincuenta los pueblos estaban llenos de pelaos que venían directamente de las cuadrillas y que eran ignorantes, rebeldes, como descodificados, lo mismo con lo que me encontré cuando empecé a hacer Rodrigo D. Entonces fui a buscar a Pedro con la idea de hacer una película sobre los bandoleros. Nos volvimos amigo y lo acompañé en su trabajo creativo de escritor. Él era un tipo muy interesante, que se centró en los grupos armados, en los colombianos que no encuentran otro camino sino la disidencia armada, la delincuencia. En un epígrafe de uno de sus libros, citando a Nietzsche, escribió que el peligro de admirar al monstruo es que uno también se vuelve un monstruo. Decía también que uno de tanto mirar al abismo se da cuenta de que el abismo empieza a mirarlo a uno.
¿Qué piensa de eso que escribió el cronista citando a Nietzsche?
Igual me siento interpelado por esa cita de Pedro. A uno le parece fascinante todo eso que hay en torno a una persona que se ha salido de la ley, que la ha desafiado, que reta a los organismos de seguridad, un hombre que está todo el tiempo arriesgando su vida o intentando matar a otros. A mí me fascina que estas personas han roto todas las cadenas de causas y efectos de su vida, y están parados en un presente (son la causa de todo).
¿Y quién fue para usted Pedro Claver?
La posibilidad de encontrar una cantidad de relatos. Al comienzo, de una manera más egoísta, poder algún día tener esos guiones, esos libros, y a partir de ahí hacer películas. Él era un investigador de la violencia en Colombia, y cuando hice Rodrigo D, en algún momento, también me pregunté: “¿Por qué existe la violencia en el país? Logré fabricar una respuesta: la violencia era fruto de la exclusión total, de una exclusión en donde a la gente se le daba solo la posibilidad de sobrevivir en formas de guerra. Entonces, hay jóvenes que están desinstitucionalizados, viviendo sin ninguna compañía, a quienes lo único que se les ofrece es definir la vida como una guerra, como les ha tocado. Son muchachos que están en un grupo y otro, y tienen un pensamiento bastante infantil de las cosas. La exclusión como que produce unos valores que son los de la calle. Por eso, desde que hice Rodrigo D, me di cuenta de que el país tiene dos escenarios fundamentales: el primero es ese que tiene todos los valores de la calle, que están en todas partes, y el otro está relacionado con las instituciones que producen en la gente como unos oficios, unas experticias, que hacen que*
las personas tengan valores distintos.
En cierta medida quizá todos somos responsables de los valores de esas personas debido a su exclusión, pero no se puede desconocer también su responsabilidad individual…
Ellos han tratado de solucionar su orfandad y abandono, porque, en general, la exclusión siempre te marca con unos golpes iniciales fundacionales de tu vida que son casi siempre abandonos: no tienen mamá, papá (se tienen que arrimar a un lado a vivir con unos primos) y no tienen una voz que les diga cómo es la vida. En general, tú ves que a los niños se les obliga a una dependencia o sumisión que les vence la “hiperactividad”. Empiezan
a entender qué es estar acompañado, y hay alguien que siempre está junto a ellos diciéndoles por dónde ir. Pero estos otros niños no tienen eso, ellos están abandonados.
Volviendo a la docuserie “Pedro y el Siete Colores”, ¿cómo fue esa experiencia de trabajar en una producción audiovisual junto a Pedro Claver?
Toda la vida lo habíamos querido hacer. Habíamos hecho varios intentos, pero no lo habíamos logrado. Hay un libro de Pedro, muy admirado por gente como William Ospina, porque es el relato de Sangrenegra. Lo conocí cuando lo estaba escribiendo. Cuando él lo terminó, empezamos con lo de la película, pero nunca la pudimos hacer porque tuvimos algunos problemas. Fue pasando el tiempo y Pedro fue haciéndose mayor. Hasta hace tres años él estaba con la mente totalmente lúcida. Él se emocionó por esas crónicas un poco folletinesca, con estos personajes que son muy populares y reescritos constantemente por la fantasía popular. Decidió ser un escribano de esa escritura legendaria y mitológica de esos personajes reales que habían combatido, digamos, al Estado colombiano y su statu quo. Los periodistas un poco más serios no valoraban el trabajo de Pedro. Yo lo acompañaba a sus investigaciones y él lo que hacía era conversar y grabar. Como él tenía tanta información, cosas que a uno le parecían insignificantes, para él eran piezas de una historia que estaba buscando.
Cuando nosotros le preguntábamos sobre sus recuerdos más remotos, él recordaba que a la finca de su papá llegaron los Chulavitas y mataron a una serie de campesinos. También que un día su papá le contó que Efraín González era primo de él, ese bandolero y criminal que hacía masacres en las veredas liberales. Él iba recogiendo y acumulando una serie de detalles de estos personajes y después escribía sus especies de biografía, que, como te digo, no son muy claras y a veces tienen muchas lagunas. Decía Pedro y citan siempre los cronistas: “La realidad es una novela con lagunas”. Tabajo así también: sé que voy a tratar de entrar a la realidad lo más posible, pero obviamente mi punto de vista no va a agotar todos los puntos de vista.
Siempre va a estar fragmentado…
Sí… Como quien dice, con pedazos de realidad vamos a hacer el espíritu de una familia o un barrio, pero ese es el reto del cronista: sin sabérselas todas, apuntar a esas lagunas oscuras en donde uno sabe que hay cosas que ocurren y están allí. Pedro se enfrentaba todo el tiempo con eso. Entonces, son muy importantes sus libros, porque si no, no quedaría ninguna imagen de esos personajes, como los bandoleros, que son fundamentales dentro de nuestros elementos de ser colombianos.