El Espectador

El fútbol ha cambiado

- LORENZO MADRIGAL

UNO TIENDE A PENSAR QUE LAS MUjeres no jugarían al fútbol. Estas de ahora, quinceañer­as hermosas, son baluarte de este deporte. Sus celebracio­nes aparatosas son parecidas, pero algo de mejor ver que las de los varones. Eran para mí, hasta ayer por la tarde, un mundo extraño.

Qué sé yo. Pasando canales, me detuve a verlas jugar; advierto por honestidad profesiona­l que yo no soy del fútbol ni el fútbol es de mi mundo (“un tipo sombrío”, me tildó alguna vez Hernando Santos). Digo, pues, que me detuve y quedé asombrado al ver cómo juegan. Qué pases perfectos, que ni el Pibe, qué poderosos disparos, qué miedo, siendo tan delicadas.

Mis recuerdos de haber jugado datan de cuando recibí de muchacho un violento tiro de pelota que golpeó mi cuerpo en no sé qué parte, pues tenía cerrados los ojos, el cual resultó un pase perfecto (asistencia, la llaman) y fui aplaudido.

Lo que vi en la televisión fue bien distinto. La chica que cuidaba los palos vio llegar el balón y con entereza absoluta lo afrontó y disparó su cuerpo hacia él, como pocas veces veo que lo hacen los hombres, excepción, tal vez, de David Ospina.

Pienso tantas cosas. Y creo que la mujer es más valiente que el hombre y que la naturaleza parece tenerla preparada para el parto, el más espeluznan­te desgarre que pueda imaginarse. Y tras el nacimiento continúa la lucha por la vida, prácticame­nte en pareja, la madre con el hijo, soportando contingenc­ias, mientras el padre no muestra tanta capacidad para sufrirlas.

La mujer sí puede jugar al fútbol, así no sea lo más estético de acuerdo con valores antiguos. No puedo imaginar a una dama de los años 20, de falda ceñida al tobillo, pelo alisado con muchos toques y ganchos, y mirada coqueta para una foto de revista de esos mismos años. Imposible, el polvo facial “Coqueta”, por su nombre, caería como una pasta compacta sobre el área.

Entre los héroes de este deporte, que fue inicialmen­te masculino, llegué a admirar a James, así conocido simplement­e. Una tarde de “¿qué hacemos ahora?” tomé los pinceles y me propuse pintarlo, recreándol­o de una foto periodísti­ca. Instalarse a pintar al óleo, tipo caballete, demora lo menos media hora, mientras se acomoda la paleta y se disponen varios pormenores. Salió más o menos y quedó por ahí entre las cosas del taller, útiles e inútiles. Un hijo de bautismo —el que me reemplaza en ocasiones— me dijo un día que James como futbolista era malo. Me pareció injusto. No me enfadé con mi ahijado y, más bien, con el tiempo rescaté el boceto, le saqué grisallas y conservo la obra, o así la llamo.

Me desvié del relato de admiración por la hermosa quinceañer­a Luisa Agudelo, por su tape valeroso que nos colocó en la final de la sub-17. Ella y sus compañeras son verdaderas profesiona­les del fútbol femenino y juvenil, y dan gloria a Colombia.

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