La casa de terror que no asusta
Patricia Venturoli, quien desde hace veinte años decidió convertir su hogar en un museo de piezas de cine, tiene una colección de más de cincuenta Chuckys.
Su padre era coleccionista de proyectores de cine y antigüedades. ¿Cómo fue crecer en ese escenario?
Durante mi infancia fui una niña supremamente consentida (soy la menor de mis dos hermanos). Mi papá era coleccionista de antigüedades, entonces yo dormía con más de quince relojes, incluso en mi casa conservo uno de sus relojes. Él coleccionaba proyectores, relojes, esferos, etc, pero todo eran antigüedades. Era muy feliz porque quienes iban a mi casa decían: “Tan bonita tu casa con todas esas cosas”. Lo curioso es que a mí no me gustan las antigüedades. Como mi papá coleccionaba proyectores, él iba a los pueblos y proyectaba películas. En la casa cural hablaba con el sacerdote y le decía: “Mira, voy a traer tal película” (Mi papá incluso proyectó a color Lo que el viento se llevó). Él hacía todo eso como hobby; las ganancias se las dejaba a las iglesias. Él decía que era muy triste que las personas en los pueblos no pudieran venir hasta Bogotá a ver cine. A raíz de todo eso nació mi amor por el cine (no soy de las personas que ven novelas, sino de las que se acuestan a ver dos o tres películas). Tengo una colección de más de 15.000 películas, que tengo guardadas en cajas grandes que están debajo de mi cama.
¿Por qué, a pesar de que no le gustan las antigüedades, decidió conservar ese reloj de su padre?
Antes —cuando ustedes ni siquiera habían nacido—, la transmisión de los programas televisivos era hasta las 9:00 p.m. y en blanco y negro. Sin embargo, los viernes y sábados la transmisión duraba hasta la medianoche. Entonces, a las 11:00 p.m. salía Boris Karloff y decía: “Van a ser las 12:00”. En ese momento, sonaba el reloj y difundían media hora de todos los cuentos que hacía Boris Karloff. Entonces, cuando oigo el reloj —a pesar de que era de mi padre y me lo dejó— me llega el recuerdo de esas películas. Por eso te digo que mi colección tiene sello propio: no colecciono lo que no me gusta, sino todo lo que me hace feliz y me trae bonitos recuerdos.
Las piezas son parte de su identidad…
Claro… Tú te das cuenta por las piezas que tengo en mi casa, por ejemplo, que a mí me gusta el rock. Puedes deducir que mi cantante favorito es Elvis Presley, porque es de las piezas de artistas que más tengo. Lo que no veas es porque realmente no me gusta. Yo digo que uno debe tener sello propio para coleccionar.
Mi hermano, como también creció con el coleccionismo, se volvió coleccionista, pero de cubos de Rubik (tiene casi 200). Él fue quien heredó los proyectores de mi papá. Mis hijos se volvieron coleccionistas a raíz de que me vieron coleccionar. No fui de las mamás que les regalaba jeans o zapatos de cumpleaños, sino las figuras de las series que veía que les gustaban. Mi hijo mayor, por ejemplo, era muy amante de Dragon Ball, entonces le regalaba esas figuras para que las conservara y el día de mañana dijera: “Estos fueron mis primeros juguetes”.
Cuenta con una colección de más de 50 Chuckys. Su amor por él surgió desde la primera vez que vio la película “Chucky: el muñeco diabólico”. ¿Qué le llamó la atención de este personaje?
Chucky es un personaje que encierra todos mis gustos. Desde niña me gustan los muñecos. Cuando era pequeña, viendo que mi papá era coleccionista, le dije que quería coleccionar las muñecas de todo el mundo, de cada país (ese era mi sueño de infancia). Chucky es un muñeco de terror que tiene el pelo naranja (como mi color favorito). Entonces, por eso digo que reúne mis gustos.. A mí me pareció formidable verlo correr, así que dije: “Este personaje lo debo tener”. Me empecé a ver todas sus películas y a coleccionarlo. De hecho, comencé a coleccionar porque quería tenerlo a él.*