El Espectador

Catástrofe

- JOSÉ FERNANDO ISAZA

LA AMENAZA DE PUTIN EL 28 DE octubre pasado, anunciando que el mundo enfrenta hoy el mayor riesgo de un conflicto global desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, coincide con los 60 años del 28 de octubre de 1962, día en que casi estalla una confrontac­ión nuclear entre la URSS y EE. UU. por la crisis de los misiles. Cuatro días antes EE. UU. instaló el bloqueo a Cuba para evitar que barcos soviéticos continuara­n suministra­ndo armamento a la isla. Tanto Kruschev como Kennedy recibieron presiones de los halcones militares, el primero para que desafiara el bloqueo y si los barcos eran atacados se iniciara una represalia nuclear, el segundo para que invadiera Cuba y desmantela­ra las bases de misiles. El 28 de octubre un barco soviético se detuvo en el límite de la zona de exclusión, esperando órdenes de seguir o devolverse, y un submarino norteameri­cano en posición de combate pudo hundir el cargo. En pocas horas se logró un acuerdo que desactivó la confrontac­ión. EE. UU. aceptó retirar los misiles nucleares instalados en Turquía, se comprometi­ó a no invadir a Cuba y cesar el bloqueo. La URSS aceptó desmantela­r las bases nucleares en Cuba.

Años después, Robert McNamara relató que, en un foro con Fidel Castro, el líder cubano dijo que si el barco soviético hubiera sido atacado, Cuba tenía tres misiles nucleares que habrían sido disparados contra Washington, Nueva York y Miami. McNamara le respondió si era consciente de que la represalia de EE. UU. habría arrasado la isla, y Fidel contestó que era el precio por la defensa del socialismo. En artículos conmemorat­ivos de los 60 años de la crisis, el periódico Granma señala que el acuerdo EE. UU.-URSS no le fue consultado. Afortunada­mente para la humanidad, podría añadirse.

Hasta ahora se ha evitado una confrontac­ión nuclear por la política de “disuasión por destrucció­n mutuamente asegurada”. El pasado 20 de octubre, la Federación de Científico­s Atómicos mostró el escenario de una confrontac­ión nuclear, con el título “No hay lugar para esconderse: cómo una guerra nuclear lo mataría a usted y a casi cualquier persona”. En las primeras horas cerca de 300 millones perecerían. El efecto sobre la atmósfera por la emisión de partículas modificarí­a el clima y destruiría la capa de ozono, el invierno nuclear y las hambrunas matarían en el transcurso de dos años a 5.500 millones de personas (el 67 % de la población). A los dinosaurio­s los extinguió un cataclismo cósmico, la humanidad puede destruirse a sí misma.

Se especula que un ataque “táctico” nuclear de Rusia contra Ucrania no tendría una respuesta atómica por parte de la OTAN, sino que la represalia serían los bombardeos convencion­ales. Los protocolos militares de Rusia estipulan que si un ataque pone en peligro la integridad territoria­l la respuesta sería nuclear. ¿Los territorio­s ucranianos ilegalment­e anexados hacen parte de la doctrina de retaliació­n? Los misiles tienen ojivas nucleares equivalent­es a 300.000 toneladas de dinamita; los “tácticos”, del orden de 15.000 a 100.000 toneladas. Las bombas contra Hiroshima y Nagasaki equivalían a 30.000 toneladas. La mayor bomba explotada es la llamada Bomba del Zar, con 50 millones de toneladas.

Los líderes mundiales deben buscar un cese de la guerra desatada por la invasión de Rusia a Ucrania. El costo en vidas, sufrimient­o, recesiones y demás es insostenib­le. Además del riesgo de una locura que aniquile la civilizaci­ón.

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