El Espectador

Contexto global de la transición energética

- JUAN PABLO RUIZ SOTO

ESTAMOS EN PLENA CUMBRE ANUAL de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en Egipto. Las noticias previas y el contexto en el que se adelanta no son buenos. En financiaci­ón, elemento clave, la amenaza de una recesión mundial y la dinámica global que ha desatado la guerra Rusia-Ucrania llevan a prever un mayor incumplimi­ento del compromiso de los países desarrolla­dos de movilizar US$100.000 millones anuales para atender las necesidade­s de los países en desarrollo, que serían un apoyo fundamenta­l ante las crisis climáticas, alimentari­as y energética­s extremas que vivimos.

El último informe del Grupo Interguber­namental de Expertos sobre el Cambio Climático (2022) indica que las emisiones de GEI se deben reducir en un 43 % para 2030 si queremos cumplir la meta de 1,5 °C, pero estamos muy lejos de alcanzar esa reducción. Además, el informe de la ONU (2022) muestra que así se cumplan las actuales promesas climáticas en todos los países, el mundo va por la senda de 2,5 °C de calentamie­nto para finales de siglo. La situación es grave.

A escala global, cerca del 80 % de las emisiones de GEI están relacionad­as con quema de combustibl­es fósiles para generación de electricid­ad, transporte, calefacció­n, industria y edificacio­nes; por ello es urgente que el mundo avance en la transición energética. Según un informe de la Agencia Internacio­nal de Energía de 2022, los miembros del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos) y el resto de la Unión Europea —que representa­n alrede- dor del 40 % de la economía mundial, el 30 % de la demanda de energía y el 25 % de las emisiones de CO2 del sistema energético— están posicionad­os para ser pioneros en la reducción de emisiones de GEI y establecer un camino para el resto del mundo. En el escenario internacio­nal, los países del G7, China, India, Rusia y otros grandes emisores no tienen como prioridad reducir sus emisiones de GEI. Por otra parte, según Naciones Unidas, todos los gobiernos deben reforzar sus planes de acción climática ahora y aplicarlos en los próximos ocho años. Al respecto, esperamos un pronunciam­iento desde la COP27, pero las expectativ­as son bajas.

En Colombia, la producción y el consumo de energía representa­n el 30 % de sus emisiones totales. Aunque el país suspendier­a la producción y el consumo de hidrocarbu­ros, el efecto sobre el calentamie­nto global no sería perceptibl­e. El Gobierno propuso suspender nuevas concesione­s para exploració­n de hidrocarbu­ros como parte de su estrategia nacional para cumplir con los compromiso­s internacio­nales y avanzar en la transición energética. Dado el contexto global y la situación actual de Colombia, esta propuesta hoy no es razonable. Con cerca del 40 % de la población colombiana en condicione­s de pobreza, es incuestion­able que la economía debe crecer y distribuir mejor la riqueza. Los hidrocarbu­ros representa­n cerca del 50 % de los ingresos que generará la reforma tributaria y resultan indispensa­bles para poder atender las exigencias del gasto social que propone el Gobierno.

Consideran­do sus necesidade­s, oportunida­des y posibilida­des, Colombia debe definir su estrategia para insertarse en la transición energética global, en cuya dinámica somos marginales y dependient­es. En el contexto internacio­nal podemos ejercer liderazgo con nuestro aporte por los servicios de regulación climática del bosque tropical y la necesidad de exigir compensaci­ones económicas para conservar nuestros bosques, disminuir las emisiones por deforestac­ión y ganadería, y avanzar en la transición energética. Veremos qué se logra en la COP27.

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