Contexto global de la transición energética
ESTAMOS EN PLENA CUMBRE ANUAL de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27) en Egipto. Las noticias previas y el contexto en el que se adelanta no son buenos. En financiación, elemento clave, la amenaza de una recesión mundial y la dinámica global que ha desatado la guerra Rusia-Ucrania llevan a prever un mayor incumplimiento del compromiso de los países desarrollados de movilizar US$100.000 millones anuales para atender las necesidades de los países en desarrollo, que serían un apoyo fundamental ante las crisis climáticas, alimentarias y energéticas extremas que vivimos.
El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (2022) indica que las emisiones de GEI se deben reducir en un 43 % para 2030 si queremos cumplir la meta de 1,5 °C, pero estamos muy lejos de alcanzar esa reducción. Además, el informe de la ONU (2022) muestra que así se cumplan las actuales promesas climáticas en todos los países, el mundo va por la senda de 2,5 °C de calentamiento para finales de siglo. La situación es grave.
A escala global, cerca del 80 % de las emisiones de GEI están relacionadas con quema de combustibles fósiles para generación de electricidad, transporte, calefacción, industria y edificaciones; por ello es urgente que el mundo avance en la transición energética. Según un informe de la Agencia Internacional de Energía de 2022, los miembros del G7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Reino Unido, Estados Unidos) y el resto de la Unión Europea —que representan alrede- dor del 40 % de la economía mundial, el 30 % de la demanda de energía y el 25 % de las emisiones de CO2 del sistema energético— están posicionados para ser pioneros en la reducción de emisiones de GEI y establecer un camino para el resto del mundo. En el escenario internacional, los países del G7, China, India, Rusia y otros grandes emisores no tienen como prioridad reducir sus emisiones de GEI. Por otra parte, según Naciones Unidas, todos los gobiernos deben reforzar sus planes de acción climática ahora y aplicarlos en los próximos ocho años. Al respecto, esperamos un pronunciamiento desde la COP27, pero las expectativas son bajas.
En Colombia, la producción y el consumo de energía representan el 30 % de sus emisiones totales. Aunque el país suspendiera la producción y el consumo de hidrocarburos, el efecto sobre el calentamiento global no sería perceptible. El Gobierno propuso suspender nuevas concesiones para exploración de hidrocarburos como parte de su estrategia nacional para cumplir con los compromisos internacionales y avanzar en la transición energética. Dado el contexto global y la situación actual de Colombia, esta propuesta hoy no es razonable. Con cerca del 40 % de la población colombiana en condiciones de pobreza, es incuestionable que la economía debe crecer y distribuir mejor la riqueza. Los hidrocarburos representan cerca del 50 % de los ingresos que generará la reforma tributaria y resultan indispensables para poder atender las exigencias del gasto social que propone el Gobierno.
Considerando sus necesidades, oportunidades y posibilidades, Colombia debe definir su estrategia para insertarse en la transición energética global, en cuya dinámica somos marginales y dependientes. En el contexto internacional podemos ejercer liderazgo con nuestro aporte por los servicios de regulación climática del bosque tropical y la necesidad de exigir compensaciones económicas para conservar nuestros bosques, disminuir las emisiones por deforestación y ganadería, y avanzar en la transición energética. Veremos qué se logra en la COP27.