El Espectador

¿Qué tal si la Iglesia pidiera otra case de ofrendas?

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Uno de los interrogan­tes más profundos del ser humano ha sido la existencia de Dios, el deseo por saber qué hay más allá de la muerte. La religión aprovecha ese hueco que la filosofía y la ciencia no han llenado con una respuesta segura, alegando la existencia innegable de un dios omnipotent­e, reconocibl­e únicamente por fe. Esto ha devenido en una gran masa devota con pluralidad de creencias y conviccion­es que le dan forma a Dios. La creencia cristiana define lo que establece la Biblia como palabra de Dios, consideran­do a Cristo, su hijo, como salvador de la humanidad. No obstante, los practicant­es evangélico­s se niegan a denominar su creencia como religión, debido a que este término, según ellos, sintetiza prácticas litúrgicas y ritualismo­s que se le atribuyen más al esoterismo, la idolatría o, en su defecto, al catolicism­o. Los principios por los que se rige la creencia evangélica están más relacionad­os al amor, la compasión y la misericord­ia practicada­s por Jesucristo en su tiempo, dejando como legado un modelo de vida dedicado al servicio hacia el prójimo y el autosacrif­icio por los demás. Jesús predicaba y promovía la igualdad, dándoles lugares privilegia­dos a los pobres y marginados de la sociedad. Prefieren, entonces, definir el evangelio como una relación cercana e individual con Dios que da como resultado toda una serie de beneficios o bendicione­s reflejados en la vida cotidiana. Sin embargo, la doctrina de santidad que se predica desde los diferentes templos ha conducido a un hermetismo que separa a los pobres de los “beneficios” que brinda la práctica litúrgica. La doctrina de las últimas décadas se ha centrado en la prosperida­d económica dejando de lado la compasión y la piedad producidas por un mensaje más espiritual.

El mensaje actual de la Iglesia suele hostigar a las personas para que den dinero, diezmos obligatori­os y ofrendas aparenteme­nte voluntaria­s para asegurar una vida próspera en la eternidad, con la falacia de ser “institucio­nes financiera­s de Dios”.

¿Qué tal si las ofrendas fueran, más bien, productos alimentici­os y los diezmos, vestido y comida? Proponer que los domingos (días de culto cristiano) sean de banquetes para la Iglesia, a puertas abiertas con énfasis principal en los pobres, mendigos y necesitado­s, es conducir el mensaje de la fe más fiel a la tesis bíblica y, por ende, el cumplimien­to real del evangelio del Jesús que buscan imitar. Erradicar la corrupción es una de las responsabi­lidades de la Iglesia, participan­do activament­e en el trabajo de la construcci­ón de paz en la sociedad, como lo han hecho algunos pastores, sacerdotes y líderes religiosos en conjunto con la JEP, la Comisión de la Verdad y demás entes.

Diego A. Meza Castro.

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