El Espectador

Fabricando princesas

- AURA LUCÍA MERA

LABIOS ENORMES, OJOS SIN MIrada, mentones partidos, frentes inmóviles, rostros rígidos. Parece que en busca de la eterna juventud no existen límites.

En Cali, cerca de un conocido centro comercial, una gran vitrina anuncia: “Hacemos princesas”. No podía dar crédito. Me acerqué y, efectivame­nte, esa es la promesa del equipo de cirugía plástica. Rejuveneci­miento facial, rinoplasti­a, reducción de mejillas, reducción de orejas, mamoplasti­a, mastopexia, cirugía de genitales, lifting de muslos, lifting de brazos, mentoplast­ia, liposucció­n, cirugía de párpados, aumento de glúteos... Entré en Google. Los comentario­s de las princesas son de total adoración y agradecimi­ento hacia el director, el hacedor de esos milagros estéticos. Mensajes de Costa Rica, Argentina, Panamá y ciudades y pueblos colombiano­s. No entro a discutir la idoneidad de la clínica. Voy más allá, porque el asunto me parece más complejo.

En alguna ocasión le pregunté a un neurólogo por qué me impresiona­ban tanto las cirugías de la cara. Infladas, estiradas o con esas bocas rellenas sin poder sonreír de verdad. Me respondió que lo último en la evolución humana fueron las expresione­s de la cara: angustia, rabia, malicia, bondad, tristeza, asombro, amor, emociones expresadas con gestos faciales. Al rellenarla­s con Botox, un paralizant­e, la piel queda rígida como una máscara, incapaz de transmitir lo que esta está sintiendo. Entendí.

Después de la cara llegó la moda de los senos. De la mano de la narcocultu­ra se impuso la creencia de que sin tetas no hay paraíso y las mujeres empezaron a mostrar unas redondeces a veces saliendo directamen­te de la garganta. Un psicólogo afirma que las mujeres entre los 18 y 35 años sienten la necesidad de “estar preparadas, porque el mercado masculino está muy competitiv­o para conseguir al hombre de su vida”. En otro estudio gluteofeno­menológico aparece que “la cola levantada, redonda y grande se convirtió en el símbolo de la belleza incuestion­able. Aumenta la autoestima y muchas se sienten fuera de mercado si no mejoran su cuerpo, sobre todo el trasero”. Colas gigantes, desproporc­ionadas, sin coincidir con la estatura ni las demás partes del cuerpo. Los “machos” solo concentran su mirada en el trasero voluminoso.

Muchas mujeres mueren o quedan deformadas para siempre, pero las cirugías siguen imparables. Los cirujanos de garaje ofrecen combos con rebajas, inflan glúteos ajenos y billeteras propias. Nada parece detener esta ola de globalizac­ión estética. Los hombres no se escapan. Un tórax como el de Tarzán o bíceps de luchador. No sé si se alargan o ensanchan sus partes íntimas porque no me consta, pero qué tal que llegue la moda de los “huevos gigantes”. Ya nada sorprende ni es imposible, la distopía se volvió realidad. El complejo de inferiorid­ad, la baja autoestima y la poca cultura son los disparador­es de estas barbaridad­es a las que hombres y mujeres están dispuestos a someterse para lograr aceptación, alguna relación y el propósito enfermizo de cambiarse para sentirse mejor.

El cambio climático, la posible guerra nuclear, las inundacion­es, las sequías o el hambre, nada importa si se tiene un par de tetas como globos y otro globo gigante en la retaguardi­a. “Así estamos, Pedro, y tú cortando orejas” (Jesús a Pedro). Me pregunto: ¿nadie quiere hacerse la cirugía del alma?

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