“La sociedad nos ha encasillado a que todo tiene que estar bien”
“Driver”, obra interactiva de teatro con WhatsApp que explora temáticas como la depresión y la soledad, se presenta hasta el 26 de noviembre en el teatro Charlot (calle 70A No. 9-51).
Esta obra explora temas como la soledad y el vacío existencial…
Consideramos desde Deca Teatro que existen múltiples temáticas para contar en el escenario y, curiosamente, las enfermedades mentales, la depresión y la soledad son temas que no se han tratado de una forma tan directa. En Driver creamos un espacio para contarlos de una manera estética, con distintos lenguajes, uniendo el cine con el teatro con el fin de que el público haga una reflexión profunda de su ser y, lo más importante, de su alrededor. Más que preguntarse por uno mismo es cuestionarse sobre lo que está pasando con nuestros familiares, pareja y amigos, porque la depresión es algo invisible que no se ve como una herida que sangra en la carne, sino que podemos ver perfecta a una persona, con una gran sonrisa, pero realmente esa es una gran fachada.
Mencionaba que la obra, de una u otra forma, invita a las personas a reflexionar sobre las enfermedades mentales. ¿Cómo este proceso le ha permitido reflexionar a usted?
A mí lo que me ha permitido como intérprete es ampliar el panorama, tener un poco más la perspectiva de cómo puedo ayudarme y a la vez ayudar a los otros (a veces uno es el que necesita la ayuda y en otras ocasiones es quien está desayunando a nuestro lado). Esto me permitió reconocer “algunos errores” que creemos que socialmente están bien, por ejemplo, frases como “ánimo”, “todo está bien” o “todo va a mejorar”, mientras que en realidad lo que necesitamos es que la gente nos escuche o que podamos decir las cosas a nuestro tiempo y en el momento que queramos decirlas, porque a veces está bien no expresar, tener espacios para estar tristes. La sociedad nos ha encasillado a que todo tiene que estar bien, que debes estar perfecto, sonriendo y que no te puedes quejar, pero creo que la balanza logra equilibrarse en la medida en que haya una contracara.
Decía que la sociedad nos vende que siempre debemos estar sonrientes, pero quizás esa es una carga adicional para los hombres, a quienes se les exige que se muestren como personas fuertes, que nunca lloran…
Sí… Digamos que el sistema político, social y económico es tan formal, lineal, que no está bien visto la controversia, lo opuesto y lo que consideramos socialmente negativo. Creo que segregamos por algo que nos implantaron desde el comienzo: no tenemos derecho a perder y a aprender del sufrimiento. Siempre pongo un ejemplo: lo primero que veo en un parque cuando un niño está en compañía de sus padres es que le dicen “¡vamos campeón, tú puedes!, ¡vas a ser el primero! (tenemos esa costumbre de que, si no somos los primeros o no estamos bien, entonces estamos mal). Como creadores estamos metidos en una cuadrícula social creyendo que el teatro se hace solo de una manera, pero como espectador pienso que él debe hacer algo más que solo espectar, que sentarse en una silla a observar, debe ser parte activa.*
Para esta obra también entrevistaron a la gente sobre la felicidad y la depresión. ¿Qué le llamó la atención de sus respuestas?
Las respuestas son muy genéricas, porque el sistema nos hace muy genéricos. Es decir, si a ti no te han secuestrado a alguien, tú no sabes lo que es el secuestro por más que trates de visualizarlo (lo mismo sucede con las enfermedades mentales y físicas o la soledad). Pienso que lo más importante es no juzgar desde tu perspectiva, sino decir: “Esto le está pasando a esta persona y es particular dentro de su contexto, panorama y universo” (no puedo juzgar, sino brindar una mirada). Las críticas y las experiencias nos dan una mirada (“yo haría esto”), pero no es la única manera de hacerlo.