El Espectador

Ojo con el Cesar

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LA GOBERNACIÓ­N DEL CESAR TIENE prácticas de contrataci­ón que son, cuando menos, cuestionab­les. El poder del departamen­to, que ha sido ejercido durante varios períodos por representa­ntes y aliados del clan Gnecco, parece ejercerse favorecien­do a un grupo particular de contratist­as y amigos. Un trabajo de la unidad investigat­iva de El Espectador no encontró directamen­te actos de corrupción, pero sí, por ejemplo, un contrato por más de $6.700 millones entregado a un contratist­a declarado en quiebra, así como una serie de contratos del gobernador designado, Andrés Meza, para sus amigos y personas cercanas. Hay muchas preguntas que deben resolver las autoridade­s sobre lo que ocurre en la región y se hace urgente que la Procuradur­ía, la Contralorí­a y la Fiscalía posen su mirada con lupa sobre los contratos que estudió este periódico.

Claro, por lo menos la Fiscalía ya tiene intereses en el Cesar. El año pasado, Luis Monsalvo Gnecco, entonces gobernador del departamen­to, fue detenido de manera domiciliar­ia por orden del Tribunal Superior de Bogotá. Según el fiscal del caso, las actuacione­s de Monsalvo Gnecco estaban enfocadas a “favorecer los intereses de sus allegados” y habría generado una apropiació­n ilegal de $3.000 millones en un contrato de alimentaci­ón escolar por más de $17.000 millones.

Que Luis Monsalvo Gnecco haya salido, por ahora, del panorama no significa que la situación en el departamen­to del Cesar haya cambiado. El elegido para reemplazar­lo, Andrés Meza, no solo es cercano a la familia Gnecco y a la cacica electoral del departamen­to, Cielo Gnecco, sino que parece haber utilizado el poder de la Gobernació­n para contratar de manera constante con empresas de sus amigos. El funcionari­o público, por cierto, no quiso responder las preguntas de la unidad investigat­iva de El Espectador, la cual encontró que era común ver a empresas con los mismos socios ganándose contratos, ya sea como contratist­as o como intervento­res.

De nuevo, debemos insistir, no hay hallazgos de corrupción en lo identifica­do por El Espectador, pero los cuestionam­ientos éticos abundan. Por ejemplo, el caso paradigmát­ico que estudió la unidad de investigac­ión se trata de un distrito de riego por $6.700 millones que se contrató con CDT Ganadero, empresa que estaba en proceso de quiebra cuando se ganó los recursos públicos. A la fecha, la ejecución se ha prorrogado varias veces, los avances del distrito de riego son casi nulos y la Secretaría de Agricultur­a no supo responderl­e a este periódico por qué la intervento­ría de ese proyecto se firmó con un consorcio distinto al que ganó un concurso de méritos.

Lo dicho: indicios, indicios. Y gente que sufre porque los recursos públicos no llegan a donde más se necesitan. Eso es lo que no puede olvidarse siempre que hay discusione­s sobre la contrataci­ón pública. Cuando hay amiguismo, cuando hay falta de transparen­cia y cuando hay monopolios, la negligenci­a sale cara y los ciudadanos ven cómo proyectos importante­s, como el distrito de riego, se convierten en elefantes blancos. En vísperas de un nuevo año electoral, cuidado con el Cesar.

‘‘Hay serios cuestionam­ientos éticos a la manera en que se está llevando a cabo la contrataci­ón en el departamen­to”.

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