Los animales: las víctimas silenciosas
Naturalizamos la violencia contra los animales, porque la violencia entre los humanos nos desborda.
Cada hecho violento del hoy hace que olvidemos el de ayer por la gravedad o sevicia con la que se perpetra el siguiente. En sus testimonios las víctimas desplazadas cuentan que abandonaron sus tierras, dejando sus animales —perros, gallinas, terneros, marranos—, porque solo pudieron llevar lo que tenían puesto y huir para salvar su vida y la de su familia. Testimonios que relatan cómo los grupos armados ingresaron a sus fincas y como forma de amenaza o venganza herían de muerte a las vacas. Cómo antes de entrar a un caserío a cometer una masacre, envenenaban a los perros para que no advirtieran su presencia. En versiones ante instancias de justicia, sindicados refieren cómo usaban a los animales para torturar a los humanos. Comunicados informan cómo la fuerza pública bombardeó veredas, dejando heridos a varios animales que no fueron auxiliados, pues el Estado ni siquiera acudió para atender las lesiones de los humanos.
Reposan en la Fiscalía testimonios de mujeres víctimas de diversas violencias cometidas por sus parejas que describen cómo se ejercía inicialmente todo tipo de violencia contra los animales en casa, situación que luego aumentó en gritos a los menores de edad y las mujeres, hasta terminar en agresión física. Historias en las que para cometer un hurto son utilizados perros de razas fuertes adiestrados por humanos para atracar. En 2021, se reportaron más de 10.000 casos de maltrato animal solo en Bogotá.
Noticias por abuso sexual de animales o cómo, a partir de creencias o fanatismos, asesinan animales para ofrecerlos a su dios, por temas de augurios o prácticas demenciales de satanismo. Algunas prácticas de diversión, como la cacería, extinguieron aves; en el toreo se celebra el desangre y la tortura animal; hay deportes en los que se agarra de la cola un animal, arrastrándolo hasta una meta, fracturando partes de su cuerpo. Peleas de gallos en las que el ganador saca los ojos de su contendor o lo hiere hasta la muerte y con ello se ganan o pierden apuestas con la vida.
Daño irreparable que se está cometiendo con la deforestación, que no solo afecta la transferencia de los ecosistemas, el oxígeno y el agua, sino que deja más de 1.000 especies animales en vía de extinción entre aves, reptiles, anfibios, peces y mamíferos. Los mercaderes de la muerte, bajo el sofisma del crecimiento económico del país que no es otro que el de sus arcas, convierten un país agrícola en criadero de animales, en condiciones infrahumanas, para el comercio nacional e internacional. O aquellos que trafican con su piel, su cuerpo o sus entrañas. Imposible aplazar más el debate, la reflexión y el reconocimiento de los no humanos, no solo como seres sintientes sino como sujetos de derechos. Reconocernos en la diferencia no necesariamente para insertarlos en la sociedad, sino para respetar y proteger su hábitat.